A medida que la moral y la ética del mundo se alejan cada vez más de las del Señor, se vuelve cada vez menos popular seguir fielmente los mandamientos de Dios.
Es más, podemos compararlo con un servicio de buffet, como el del restaurante al que mi barrio usualmente va cuando los hombres y mujeres jóvenes regresan de una visita al templo. Los jóvenes, sus padres, sus líderes y los miembros del obispado pueden elegir lo que desean comer.
En ocasiones, los niños de 12 años se acercan a la mesa del buffet para comer los postres antes que el almuerzo y se pierden de disfrutar de todos los beneficios que brinda aquel buffet al no comer una comida balanceada. Lo mismo ocurre con los mandamientos.
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Como dijo el élder Neal A. Maxwell:
“Nuestra relación con los profetas vivientes no es una en la que sus palabras sean un buffet del que podamos escoger solo lo que nos gusta. ¡Debemos comer todo lo que se nos ponga delante, incluidas las espinacas, y dejar el plato limpio!”. –“Things As They Really Are”, Salt Lake City: Deseret Book Company, 1978, p. 74
Debemos comer también las espinacas y las ensalada, así como el bistec y papas fritas, si queremos recibir las bendiciones de la obediencia. ¡Aquí te compartimos 4 de estas bendiciones!
Los mandamientos son una señal del amor de Dios por nosotros
Los mandamientos son una señal del amor de Dios por nosotros. Nuestro amoroso Padre Celestial nos envió a la tierra para aprender, ser probados y para demostrar que somos dignos de regresar a Su presencia. El élder Robert D. Hales enseñó:
“Los mandamientos son instrucciones amorosas de Dios nuestro Padre para que tengamos bienestar y felicidad físicos y espirituales mientras estemos en la tierra; además, nos dan a conocer l a disposición y la voluntad de Dios sobre nuestro progreso eterno y prueban nuestro deseo de obedecer Su voluntad.
Los mandamientos no son una carga ni una restricción, el Señor nos ha dado cada uno de ellos para nuestro desarrollo y progreso”.
Como madre, aprendí a apreciar más las reglas y límites que Dios ha establecido para nosotros. Cuando mis tres hijos eran pequeños y los llevaba al supermercado, los tomaba fuertemente de la mano mientras caminábamos del estacionamiento a la entrada del super.
A mi hija menor no le gustaba eso y a menudo trataba de soltarse, pero sabía que si a ella se le daba la oportunidad, correría al medio de la calle. Recuerdo haberle dicho que no podía correr hacia la calle, pero ella era demasiado pequeña como para entender lo que le decía.
Mientras ella veía libertad, yo veía el peligro de los autos que podían hacerle daño. Nuestro Padre Celestial también es un Padre amoroso que ve los peligros que a veces no vemos. Nos da mandamientos porque nos ama y quiere que alcancemos nuestro máximo potencial y la única forma de hacerlo es seguirlo.
Asimismo, mostramos también nuestro amor a Dios por medio de nuestra obediencia. Como dijo el Salvador: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
La obediencia permite que el espíritu permanezca con nosotros
Después de ser bautizados, somos confirmados miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y recibimos el don del Espíritu Santo.
Antes del bautismo, podemos sentir el poder del Espíritu Santo que nos testifica del Salvador, la verdad del Evangelio y las Escrituras.
Después de ser confirmados podemos recibir el don del Espíritu Santo, que es el compañero constante del Espíritu. Acerca de esto, el élder David A. Bednar enseñó:
“Estas cuatro palabras —“Recibe el Espíritu Santo”— no son una declaración pasiva; más bien, constituyen un mandato del sacerdocio, una amonestación autorizada para actuar y no para que simplemente se actúe sobre nosotros (véase 2 Nefi 2:26).
El Espíritu Santo no entra en vigor en nuestra vida simplemente porque se colocan las manos sobre nuestra cabeza y se pronuncian esas cuatro palabras importantes. Al recibir esta ordenanza, cada uno de nosotros acepta una sagrada y constante responsabilidad de desear, procurar, trabajar y vivir de tal manera que de verdad “[recibamos] el Espíritu Santo” y los dones espirituales que conlleva”.
Si queremos la compañía del Espíritu Santo, debemos obedecer los mandamientos.
La obediencia fortalece nuestra fe y testimonio
Las bendiciones de la obediencia están extremadamente entrelazadas con los mandamientos de Dios. La obediencia nos permite tener una compañía constante con el Espíritu Santo.
La compañía constante del Espíritu Santo nos ayuda a fortalecer nuestra fe y testimonio al obedecer los mandamientos. Y para obtener un testimonio de los mandamientos, debemos obedecerlos.
Tomemos, por ejemplo, la ley del diezmo. Cuando mi esposo y yo nos casamos, no siempre pagábamos nuestro diezmo inmediatamente. Pagamos nuestras cuentas primero y luego el diezmo. Luego tuvimos algunos problemas financieros muy grandes. La pasamos mal.
Tomamos la decisión de tener la fe suficiente para pagar el diezmo primero y luego nuestras cuentas.
Recibimos las bendiciones que describió el presidente Henry B. Eyring:
“Todos los que con regularidad hemos pagado un diezmo íntegro sentimos más confianza de pedirle a Dios lo que nuestra familia y nosotros necesitamos. Él ha prometido más bendiciones de las que podamos recibir cuando hayamos sido fieles a nuestro convenio de pagar nuestro diezmo (véase Malaquías 3:10).
De modo que una de las grandes bendiciones del diezmo es la confianza en lo que nos depara el futuro. Sean cuales fueren nuestras circunstancias, las cosas resultarán para nuestro bien. Al cumplir nuestras promesas, Él cumplirá las Suyas.
El sentimiento de paz es una de las grandes bendiciones de pagar un diezmo íntegro. Quienes han cumplido con el mandamiento del diezmo pueden testificar que la bendición de la paz es real y valiosa.”.
Al ver las bendiciones de pagar el diezmo, fortalecemos nuestra fe en el Salvador y nuestro testimonio de Él y del plan de Dios para nosotros.
La obediencia nos protege
La obediencia a los mandamientos de Dios es la parte más importante de la capa protectora de la armadura de Dios.
Fortalecemos esta armadura mediante el estudio diario de las Escrituras y la oración, la asistencia regular a la Iglesia, la ministración a los demás y el cumplimiento de los deberes de nuestros llamamientos.
El presidente Thomas S. Monson enseñó:
“La obediencia es una característica distintiva de los profetas; les ha proporcionado fortaleza y conocimiento a través de la historia. Es esencial que nos demos cuenta de que nosotros también tenemos derecho a esa fuente de fortaleza y conocimiento. Hoy día está fácilmente a nuestro alcance si obedecemos los mandamientos de Dios”.
El relativismo moral desenfrenado del mundo de hoy puede hacer que el enfoque para elegir qué mandamientos seguiremos hace que parezca muy atractivo. Que podemos elegir solo aquellos mandamientos que nos resultan más ‘fáciles’ e ignorar los mandamientos que consideramos demasiado restrictivos.
El problema con este pensamiento es que nos negamos a nosotros mismos la bendición y la protección que necesitamos.
Cuando justificamos “un pequeño pecado”, nos abrimos a los errores y tentaciones del adversario, que siempre buscará los puntos débiles de nuestra armadura.
Usar toda la armadura de Dios y protegernos del adversario significa obediencia total a Sus mandamientos. En lugar de limitarnos, la obediencia trae bendiciones ilimitadas. Como dijo el presidente Monson:
“El conocimiento que buscamos, las respuestas que añoramos, y la fortaleza que deseamos hoy día para hacer frente a los desafíos de un mundo complejo y cambiante pueden ser nuestras si de buena gana obedecemos los mandamientos del Señor”.
Este artículo fue escrito originalmente por Lisa Montague y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “4 Reasons We Can’t Treat the Commandments Like a Buffet”