La masturbación, tanto entre los hombres como entre las mujeres, poco a poco se ha vuelto un tema más normal y “saludable”. La sociedad de ahora la recomienda, pero como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sabemos que no es correcto.
El presidente Spencer W. Kimball dejó muy en claro en su libro “El Milagro del Perdón”, que la Iglesia de Jesucristo tiene una norma diferente y más elevada, que se estableció por las leyes de Dios.
Sin embargo, cuando hablamos de moralidad sexual o de la Ley de Castidad, normalmente vienen a nuestra mente las relaciones sexuales, la homosexualidad y la pornografía infantil como pecados graves que requieren un consejo de membresía o un proceso de arrepentimiento.
Entonces, ¿la masturbación es un pecado grave o puede solucionarse con “metas” que el obispo te dé?
Comencemos por lo básico y luego por lo que el Manual General de la Iglesia nos indica.
Como siempre, tenemos que basarnos en las directrices y fuente oficiales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
En cuanto a la moralidad sexual, el élder Tad R. Callister enseñó una valiosa verdad durante una charla en Brigham Young University:
“El Señor condena la masturbación. La masturbación es el acto de estimular el poder de procreación del propio cuerpo. El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: ‘No seas culpable de manipular ni de jugar con este sagrado poder de creación …No es agradable para el Señor, ni lo es para ti; tampoco te sentirás digno ni limpio’”.
En esta cita, tanto el élder Callister como el presidente Packer nos enseñan que la masturbación, el acto de estimular el poder de procreación del propio cuerpo, es decir, el órgano reproductor, es condenado por el Señor y es desagradable para Él.
Algo sumamente importante, es que la masturbación genera un sentimiento de indignidad y suciedad en uno mismo, afectando la capacidad para sentir el Espíritu Santo y la expiación de Cristo.
Yendo años atrás, en el Manual 2 de la Iglesia, se cita un fragmento de un discurso pronunciado por el presidente Spencer W. Kimball, donde dijo:
“La masturbación… no es aprobada por el Señor ni por Su Iglesia, a pesar de lo que puedan decir otras personas que se rigen por normas bajas”.
Nuevamente, el Señor nos enseña que Su Iglesia se rige bajo normas elevadas y no bajo normas del mundo, las cuales buscan no solo normalizar esta práctica, sino que también buscan justificarla, haciendo bueno lo que es malo.
El mismo presidente Spencer W. Kimball enseñó también que la masturbación está entre los pecados “censurables”.
Manual General de la Iglesia
Ahora, en el Manual General de la Iglesia, los lineamientos son mucho más específicos y claros con respecto a este pecado, el cual puede llegar a convertirse en una adicción.
En el capítulo N.° 32 titulado “El arrepentimiento y los consejos de membresía de la Iglesia”, se detalla que en la mayoría de los casos, el arrepentimiento tiene lugar entre una persona, Dios y aquellos que hayan sido afectados por dichos pecados.
No obstante, a veces es necesario que un obispo o un presidente de estaca ayude a los miembros de la Iglesia a arrepentirse.
En estos casos, el Manual es muy específico con respecto a qué pecados ameritan un consejos de membresía tanto con el obispado como con la estaca.
En el numeral 32.6.4, se señalan las acciones que normalmente no ameritan un consejo de membresía, entre las cuales está la masturbación. Esto es muy claro y la Iglesia de Jesucristo lo ha señalado.
Es por ello que podríamos decir que la masturbación, si bien es un pecado y no es aprobado por el Señor, no es un pecado grave que amerite un consejo de membresía.
Además, el Manual General, en el numeral 32.7, también se ha señalado que las circunstancias de la persona que ha cometido el pecado también influyen en las decisiones que los líderes puedan tomar para la orientación personal o los consejos de membresía.
El Señor es un Dios lleno de misericordia, y comprende a todos Sus hijos y las circunstancias por las que están pasando. Si has cometido esta acción, no dudes en ir con tu obispo, pues él te ayudará y te guiará a sentir el amor de Dios en tu vida.