Seré la primera persona en admitir que me casé muy joven. Tenía 18 años cuando me comprometí, a principios del segundo semestre de mi primer año de universidad, y me casé a los 19. También fui la primera de mis hermanos y la primera de mis amigos en casarse. De hecho, la primera boda a la que asistí como adulta fue la mía.
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Como muchos adultos mormones, esperaba con ansias mi boda y todos los cambios emocionantes que implicaba a nivel mental, emocional y físico. No tenía idea de que estaba inscribiéndome para un viaje de un año que probaría mi compromiso con mi esposo y viceversa mientras intentábamos descubrir lo que las películas y la cultura hacen parecer tan fácil: la intimidad sexual.
Lloré la noche de mi boda. Y, no me refiero al tipo de lágrimas de: “Estoy tan feliz ahora.” En el día que se suponía fuera uno de los más felices de mi vida, me abrumaba el llanto desgarrador que provenía de una profunda sensación de ineptitud y dolor emocional.
No pudimos hacer que funcionara.
Podrías decir que debí haberlo esperado. Y, es verdad, escuché confusas murmuraciones de que las noches de boda de los recién casados no se parecían en nada a lo que los medios te hacían creer. Pero, lo que no esperaba era que no pudiéramos hacerlo funcionar ni una sola vez o que, esta prueba duraría más de un año.
Durante las semanas y los meses siguientes, intentamos todo. Nos reunimos con mi doctor de cabecera, nos asesoramos con una ginecóloga e incluso, investigamos sobre diferentes cirugías que nos pudieran ayudar a solucionar este problema de intimidad sexual.
Me sentía avergonzada y desesperada. Investigué en internet durante horas, entrando a cada blog, artículo y columnas especializadas que hablaran sobre intimidad sexual. Y, me topé con mucho material cuestionable mientras intentaba encontrar las respuestas que buscaba urgentemente.
Me siento feliz de poder decir que, después de probar diferentes sugerencias y tomarme el tiempo de trabajar al respecto. Finalmente, mi esposo y yo pudimos superar esta prueba. Sin embargo, no desearía que nadie pasara por este dolor de cabeza y frustración.
No todas las parejas recién casadas tendrán tendrán la misma experiencia que yo. Muchas parejas mormonas no lucharán con los aspectos de la intimidad sexual tanto como lucharán para superar el tabú que rodea frecuentemente las relaciones físicas en un ambiente de abstinencia solamente. Seguramente, un desafío emocional al menos tan difícil como mi problema de intimidad sexual.
Para aquellos que podrían estar perdidos como yo, deseo compartirles un poco de la información y los recursos que me parecieron más útiles (y más confiables) que me ayudaron a superar este tiempo difícil durante mi joven matrimonio:
Lo que aprendí
El primer consejo que puedo dar es la comunicación. Comunicación, comunicación, comunicación. Conversar con mi esposo de todo lo que estaba experimentando tanto física como emocionalmente me ayudó a mantenerme juiciosa a lo largo de esta prueba. Eso le permitió a mi esposo responder a mis temores, preocupaciones y ansiedades. Además, necesitaba escuchar lo que pensaba y sentía para asegurarme de que nosotros, como pareja, siempre estuviéramos en la misma página. Trabajar en nuestros problemas de intimidad sexual era algo que ambos teníamos que hacer y todavía trabajamos en la raíz de algunos de nuestros continuos fracasos y éxitos que aumentan gradualmente.
Antes mencioné que investigué sobre opciones quirúrgicas para ayudar a aliviar algunos de mis problemas de intimidad sexual. Si bien existen algunos procedimientos quirúrgicos que pueden ser de gran ayuda, cada médico con el que conversé me aconsejó no someterme a ninguna cirugía. Todos los ginecólogos dijeron que debía esperar por lo menos un año antes de considerar esa opción extrema. Y, tuvieron razón, nunca me operé. Pero, para otros, esta podría ser una buena opción.
Otra cosa que encontré en mis búsquedas en Internet fue una condición llamada “vaginismo”, que provoca que el cuello uterino se contraiga inconscientemente durante la intimidad sexual. Por lo general, esto tiene un origen psicológico más que físico, sus causas incluyen el temor a las relaciones sexuales dolorosas y la creencia de que éstas son incorrectas o vergonzosas. A menudo, la terapia puede ayudar a solucionarlo. (Como resultó, no sufrí esto. No obstante, esto puede ser común entre los mormones y otras parejas que practican la abstinencia sexual debido al ambiente actual que rodea las conversaciones sobre la intimidad y las personas que les enseñan a temer y sentirse avergonzados de las relaciones sexuales).
Sobre todo, el apoyo de mi esposo me ayudó más. Su amor y amable paciencia me sostuvieron en los momentos en que me sentía inepta, amargada y derrotada.
Artículo anónimo, publicado originalmente en ldsliving.com con el título “How I Overcame Sexual Intimacy Problems as an LDS Newlywed.”