El otro día, estaba en el supermercado cuando me di cuenta que un niño estaba haciendo que su madre perdiera la paciencia. Mientras los observaba, me di cuenta de que la madre se estaba cansando y en un momento de desesperación, le dijo algunas palabras desagradables a su hijo.
Cuando hizo eso, quise decir: “Por favor, no lo hagas. Quizá, no quisiste decir eso, ¡pero tu hijo lo creerá! Si te cree y esos diálogos entre ustedes continúan, es probable que lo encuentre en mi oficina años más tarde como un adolescente o un adulto, preguntándose por qué es un fracaso y por qué nunca es lo suficientemente bueno”.
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A veces, olvidamos lo poderosas que son las palabras. Por ejemplo:
- Un orador que comparte un discurso conmovedor hace que toda una multitud se levante para elogiarlo.
- Un elogio fúnebre conmueve y hace derramar lágrimas mientras se recuerda y extraña al ser querido.
- Un discurso de conferencia calma el corazón y anima al espíritu mientras se enseñan y entienden las verdades.
- El susurro silencioso del Espíritu Santo sana un corazón quebrantado mientras se busca el arrepentimiento y se entiende el poder del perdón.
- El consejo de un padre amoroso o una madre amorosa ayuda a un hijo a sentirse seguro y amado por quién es y no por lo que hace.
O lo contrario: Las palabras expresadas con enojo, descuido, crítica, castigo o comparación producen sentimientos de ineptitud, duda, vergüenza y dolor.
Palabras simples como: “¿Por qué no eres como tu hermano o hermana?”, “Esperaba más de ti”, “No eres tan inteligente como los demás”, “¿Qué estabas pensando?”, “¿Sabes cómo se ve esto?”, “¿Por qué no lo puedes entender bien?”, “¿Quién crees que eres?”, “Simplemente no entiendes”, “Me avergüenzas”, “No quiero escuchar tus excusas”, “No te molestes, de todos modos no puedes hacerlo”, “Comes demasiado”, “Estoy tan cansada de ti” o “No eres como los otros niños” pueden herir el alma, bajar la autoestima y dejar que los niños y jóvenes sientan que no los quieren o que son inútiles.
Las palabras pueden herir el corazón de una manera muy profunda y rápida.
Los hijos por naturaleza quieren complacer a sus padres. Quieren que sus padres se sientan orgullosos de ellos. Cuando un padre comete el error de usar palabras desagradables con su hijo, este hijo que por lo general desea ser como su padre y lo ve como un ejemplo a seguir, en lugar de ver que su padre cometió un error, interiorizará la interacción y creerá que hay algo malo en él o que es inútil.
Como adultos debemos ser conscientes y proteger estos sentimientos tiernos al esforzarnos por hablar con palabras y tonos que ofrezcan guía, confianza, amor, seguridad, esperanza, valor, espiritualidad y promuevan el desarrollo de un carácter fuerte al mismo tiempo que permitimos que nuestros niños comprendan que los apoyamos en el fracaso y el éxito.
Como terapeuta, he pasado muchos años escuchando a adultos y adolescentes compartiendo conmigo las verdades dolorosas que creyeron de sí mismos cuando eran niños.
Es muy importante recordar que los niños admiran a sus padres, los niños desean complacer a sus padres y creen en sus padres.
Promover una imagen corporal poco sana
Por ejemplo, con frecuencia, los niños aprenden su imagen corporal de sus padres y, luego, de sus amigos.
Cuando los niños escuchan a sus padres comentar sobre su peso o el peso de su hijo, el niño puede comenzar a dudar sobre cómo se ve, lo que puede crear problemas de imagen corporal durante la adolescencia o la edad adulta.
Hace unas semanas, en mi oficina, una niña de 8 años se dio cuenta de que necesitaba hacer dieta. Cuando le pregunté por qué, respondió: “Porque mi mamá está haciendo dieta. Mi mamá piensa que está gorda y me parezco a ella”.
Los padres deben tener cuidado de no hablar sobre problemas de peso alrededor de sus hijos.
Evita referirte a los atributos físicos que podrían hacer que tus hijos se sientan inseguros de cómo se ven.
Es muy importante recordar que los niños te escuchan todo el tiempo. Cuando esas conversaciones sobre el peso sean necesarias, tómate el tiempo de hacerlas en un lugar privado con comentarios orientados a actividades familiares saludables en lugar de la imagen o la pérdida de peso de tu hijo.
Comentar sobre la inteligencia
Los niños a una edad muy temprana comienzan a identificarse como inteligentes o tontos y, con frecuencia, deciden esto en función a cómo sus padres y maestros responden a su rendimiento académico.
Los padres con la esperanza de inspirar a sus hijos, podrían decir cosas como: “Puedes hacerlo mejor que esto”, “¿Estudiaste?”, “¿Por qué no aprobaste?”, “¿Cómo lo hicieron los otros niños?”, “Tu hermana aprobó esto sin ningún problema”. Estas son frases simples que podrían tener la intención de motivar a un niño, pero en lugar de que el niño se sienta motivado, escucha: “No eres inteligente”.
Para ayudar a inspirar o motivar a los niños, los padres pueden decirles frases como: “¿Cómo te sentiste con el examen?”, “¿Qué te gustó del examen?”, “¿Por qué no te gustó?”, “Los exámenes pueden ser difíciles a veces, ¿Hay algo que necesites de mí para ayudarte a prepararte para tu examen o terminar tu tarea?”, etc.
Cuando ofrecemos nuestra ayuda, pero no hacemos las cosas por los niños, podemos ganar su confianza y ayudarlos a sentirse más capaces de intentarlo. Asimismo, podemos ayudar a los niños a entender que algunos cursos serán más fáciles que otros y que eso es normal.
Los padres también pueden hablar sobre la vez en que un curso fue muy difícil para ellos y cómo lo manejaron. Aunque las calificaciones sean importantes, es el proceso de aprender lo que tiene mayor valor.
Permitir que los niños tengan éxito y fracasen
La crianza en uso limitado puede ayudar a un niño a sentirse querido o apoyado. Cuando estos patrones de crianza se convierten en la norma, los hijos pueden interiorizar la perspectiva de que no son lo suficientemente capaces, así que mamá y papá deben rescatarlos.
Un mejor enfoque es ofrecer apoyo y, luego, permitirles tener éxito o fracasar. Esto les ayuda a comprender que el fracaso es parte del aprendizaje y el éxito. Cuando no se les permite a los niños procesar sus propios fracasos, muchos crecen creyendo que no tienen la capacidad para triunfar.
Las palabras poderosas de los padres
Como adultos, es nuestra responsabilidad proteger a estos espíritus tiernos en desarrollo. Si en un momento de frustración o enojo decimos algo que no debemos, las palabras poderosas como: “lo siento mucho” y “por favor, perdóname” deben ser pronunciadas con un abrazo y otras palabras que reparen ese error.
En más de una oportunidad, nuestro amado Salvador nos enseñó a controlar nuestras lenguas.
Podemos buscar constantemente lo bueno en el momento y dejar que ese sea nuestro enfoque mientras amamos, guiamos, elevamos, elogiamos, corregimos y dirigimos a los niños.
Sólo recuerda, existe una gran diferencia entre decirle a un niño que estaba conduciendo con las luces apagadas por un campo de golf y golpeó una piedra: “¿En qué estabas pensando?” y “¿Podrías decirme por favor por qué estabas conduciendo por el campo de golf con las luces apagadas?”
Guía con amor y la corrección se recibirá como se espera: Construir el carácter y ofrecer visión.
Este artículo fue escrito originalmente por Christy Kane y fue publicado en ldsliving.com con el título “Family Counselor: How Parents Can Avoid the Destructive Messages We May Be Sending Our Children Without Realizing It”.