No le tenía miedo al matrimonio cuando estaba soltera, me sentía muy emocionada por casarme, sin embargo, me preocupaba muchísimo aburrirme de mi matrimonio y verlo caer en uno de estos cuatro “precipicios”:
1. Arrepentirse (6 meses)
Una de las preocupaciones que tenía acerca del matrimonio era que, después de la etapa de estar recién casada, surgiera una nueva fase en la que las responsabilidades financieras se acumularan generando así cierto temor de sentirme “atrapada” con esa persona toda mi vida.
2. Aburrimiento (1 año)
Otra preocupación era que al cumplir el año de casada me aburriera la monotonía y seguir viendo a la misma persona todos los días.
3. Cansancio (por los hijos)
Me daba miedo tener hijos, que mi esposo se estresara con ellos y dejara de ser divertido y eso lo hiciera buscar cualquier excusa para salir de la casa.
4. Distanciamiento (dejar el hogar)
Tenía miedo de que cuando nuestros hijos empezarán a asistir a la escuela, me quedara con un completo desconocido al que llamaba esposo.
¿Qué pasó después?
Cuando estaba soltera, las personas casadas, a menudo, me alentaban a casarme de la misma forma en que intentaban convencerme de que comiera caviar: algo caro, pero único que debía de probar.
Sin embargo, siempre me encontraba en conversaciones que me decía: “Disfruta de tu vida de soltera mientras puedas…”
Eso me dejaba un sabor amargo y me quitaba las ganas de casarme.
¿Debería quedarme soltera y evitar ese tipo de sentimientos o unirme al grupo de los casados y vivir solo de los recuerdos de los momentos más felices que tuve?
Tiempo después conocí al que pronto sería mi esposo y mi respuesta se volvió más clara: no debería hacer ninguna de las dos cosas.
Después de conocer a Joaquín, me di cuenta de una perspectiva diferente del matrimonio que antes había pasado por alto.
Muy aparte de las personas que ofrecen consejos sobre citas y los desafíos del matrimonio, hay parejas que viven tranquilos y felices.
Viven aventuras, planifican actividades con sus hijos e hijas, se ríen de los chistes del otro, disfrutan su tiempo juntos, respetan las opiniones del otro. Todo eso es amor verdadero.
Así que por eso acepté casarme con él.
Hace poco cumplí 13 meses de casada. Un día, mientras estaba manejando, me di cuenta de que todavía era feliz. Recordé los hermosos momentos que tuve junto a mi esposo y me di cuenta de que en lugar de pensar en esos cuatro precipicios, elegíamos seguir enamorados.
Es mi elección
Del mismo modo que tuve la opción de ser positiva a la hora de salir con alguien, también tuve la oportunidad de ser positiva al momento de casarnos y formar una familia.
Es mi elección sentir que es aburrido.
Es mi elección pensar que los hijos pueden arruinarlo todo.
Es mi elección orar juntos todos los días.
Es mi elección tener una noche de hogar.
Es mi elección leer juntos las Escrituras.
Es mi elección lavar los platos cuando él no puede porque está cansado del trabajo.
Es mi elección no decir un comentario desatinado.
Una amiga muy cercana a la familia, nos dio el siguiente consejo:
“Tú elegiste casarte con alguien. Ahora elige día a día que esa sea la decisión correcta”.
Estoy agradecida por la elección que tengo de evitar los “precipicios” del matrimonio. Espero y oro para que cada uno de nosotros tomé esa decisión diaria de mantenerse positivo con su cónyuge y estar agradecido por tener uno.
Fuente: LDS Living
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