A la mayoría de la gente no le gustan los cambios. Son desconocidos y por lo tanto aterradores. Miren los grandes cambios que todos hemos visto este año con la pandemia que ha azotado la tierra.
Para muchos, esto también ha llevado a la pérdida de empleos, problemas financieros, conflictos familiares y la interrupción de cirugías, bodas, viajes y educación.
Sí, hemos visto grandes actos de servicio y muchos ejemplos inspiradores de caridad y amor, y ayunos mundiales. Vivimos en tiempos donde todavía se ven milagros.
Sin embargo, también hemos pasado y vivido grandes ajustes. Y estos cambios se suman a todos los altibajos habituales que enfrentamos al vivir en la tierra.
De alguna manera, nos unimos. Cuando los cambios son tan radicales, la gente da un paso al frente y hace su parte.
Ya sea que pasemos cualquier tipo de desastre, todos nos unimos. Se hacen investigaciones, se buscan soluciones. La gente acepta nuevas reglas de distanciamiento social e higiene. Las personas se apoyan mutuamente.
La crisis es grande, por lo que nuestra respuesta también lo es.
Pero quiero hablar sobre un tipo de cambio completamente diferente, a menudo uno que ni siquiera notamos. Es el cambio progresivo. Y cada uno de nosotros hemos pasado por ello.
¿Cuántas han sido las veces que te has quedado sorprendido de que un misionero ya tenga dos años en la misión? y ¿cuántos adolescentes eran niños pequeños en lo que parece ser solo una semana?
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Visitaste a alguien que no veías desde hace tiempo y notas lo diferente que son en ciertos aspectos.
¿A dónde se fue el tiempo?
El cambio progresivo es como el proceso de evaporación, ocurre sin que nos demos cuenta. Y esto tiene un potencial peligroso. Si no nos damos cuenta de los pequeños cambios en nuestro comportamiento, pronto crearemos un hábito y este podría no ser bueno.
A Satanás le encanta aprovecharse de eso, nos convence de que algo de “solo una vez” no nos hará daño. Ya sea que se trate de romper un mandamiento o no cumplir con un compromiso, él nos asegura que podemos regresar al camino cuando queramos.
Por supuesto, cuando nos damos cuenta de lo que ha sucedido, alejándonos del camino, nos dice que ya es demasiado tarde. Que nunca podremos arrepentirnos, nunca seremos dignos de volver a orar, nunca podremos alcanzar las bendiciones de Dios.
Ahora estamos condenados. Hemos caído en la adicción, estamos desesperados, somos malos, somos almas perdidas. Al igual que la profecía de Nefi en 2 Nefi 26:22, el diablo nos lleva “del cuello con cordel de lin, hasta que [nos] ata para siempre jamás con sus fuertes cuerdas”.
Un cordón de lino es en realidad un hilo de lino delgado que se rompe fácilmente. Pero cuando agregamos los hilos suficientes como para formar una cuerda podemos ser atados, incapaces de escapar.
El presidente Dieter F. Uchtdorf en uno de sus discursos habló sobre un pequeño cambio en el patrón de vuelo de un avión.
Al principio la distancia puede parecer mínima, pero con el paso del tiempo, la separación del camino correcto se puede ampliar tanto que el avión queda al final completamente fuera de curso.
Una herramienta de control sería hacer un inventario constante de nuestras vidas. Es algo que podríamos hacer mientras tomamos la Santa Cena, reflexionamos sobre las Escrituras, oramos y hablamos con nuestros seres queridos.
Ninguno de nosotros puede evitar cambiar (es de esperar que mejoremos a medida que crecemos y maduramos), pero debemos de cuidarnos de los cambios que no nos llevan en la dirección correcta.
Podemos volvernos complacientes, apáticos, críticones, indulgentes, egoístas y todo rasgo negativo bajo el sol si no prestamos atención.
Pero también podemos usar un cambio progresivo a nuestro favor. Podemos ver las formas en que queremos mejorar y tomar los pequeños pasos que nos llevarán hasta ahí.
Podemos elegir ser pacientes con nosotros mismos y con los demás. Podemos establecer objetivos pequeños y factibles. Podemos recordar que no tenemos que alcanzar la perfección el día de hoy. Podemos relajarnos y permitirnos el tiempo y el espacio que necesitamos para crecer.
Cuando veamos una pequeña mejora, podemos celebrar, agradecer a nuestro Dios y darnos cuenta de que realmente podemos con lo que nos proponemos.
La mayoría de nuestros objetivos espirituales son así, no se pueden realizar ni desarrollar en diez minutos. Simplemente debemos aceptar las leyes del cambio progresivo y avanzar lentamente en la dirección correcta.
Una vez más, Satanás nos hará pensar que hemos fallado al ver que nuestro progreso parece tan diminuto, debemos reconocer esos mensajes desalentadores e ignorarlos.
A veces podemos tomar en serio que las cosas van bien si medimos nuestro progreso. Si mantienes un registro diario o semanal de lo que quieres lograr, tendrás un mejor resultado. Compartir nuestros objetivos con otros también nos ayuda a mantenernos enfocados.
¿Tu testimonio está un poco débil? Haz un plan. Háblalo con el Señor. Recibe una bendición. Habla con tus seres queridos para que pueden ayudarte. Sé un ser querido que pueda ayudar cuando alguien más está pasando por este tipo de desafíos.
Ya sea que se trate de un miembro de tu familia o de tu barrio, sé alguien que sabe escuchar sin tildar a otra persona como una causa perdida (esa sería la técnica de Satanás, ¿recuerdas?).
Necesitamos más tolerantes con aquellos que pasan por dudas e interrogantes; necesitan saber que todo va a estar bien y que los ayudaremos a superar aquello. No seamos parte del grupo que los rechaza, hagamos la diferencia.
Realmente no hay límites para el bien que podemos lograr y el crecimiento positivo que podemos experimentar, si utilizamos un cambio progresivo para mejorar.
En el libro, “Tipping Point”, el autor Malcolm Gladwell comparte múltiples ejemplos de pequeños cambios progresivos que finalmente se suman a grandes éxitos.
Mira a atletas, músicos, dueños de negocios y padres, ninguno de ellos despertó un día siendo una persona completamente diferente y mucho más talentosa. Trabajaron para lograrlo. Permitieron que un buen cambio progresivo se acumulara durante mucho tiempo para llegar a donde están hoy. Usaron este fenómeno a su favor.
Nosotros también podemos hacerlo. Podemos prestar atención y darnos cuenta cuando nos estamos alejando lentamente del buen comportamiento moral que conocemos. Podemos cortar los malos hábitos de raíz.
También podemos cultivar nuevos hábitos, podemos invertir tiempo y energía necesaria en los resultados que realmente deseamos, y luego verlos florecer.
Antes de que nos demos cuenta, podremos retroceder y ver con asombro nuestro progreso y pensar: “¿A dónde se fue el tiempo?”
Fuente: latterdaysaintmag.com