Muchas cosas cambiaron mientras estaba en la misión, y fue difícil adaptarme a esos cambios al regresar a casa.
Me encantó mi misión en Colombia. Hasta el momento, ha sido la mejor etapa de mi vida. Amé a las personas que conocí y a las que enseñé. También amé a mis compañeras, ¡y aprendí mucho de ellas! Pienso en mi misión todos los días.
Después de terminar mi capacitación en el Centro de Capacitación Misional, pensé que estaba lista para la misión, pero yo todavía tenía mucho que aprender en el campo misional.
Y lo mismo sucedió después de que terminé la misión, pensaba que había aprendido todo lo que necesitaba saber sobre la vida, pensaba que estaba preparada para todo lo que se me presentaría, pensaba que todo saldría a la perfección.
Pero, como ya te lo habrás imaginado, las cosas no fueron así.
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Mientras servía en la misión, mi tía Cecilia se sometió a una operación, enfermó y falleció. Después de orar al respecto, mis padres decidieron no contarme sobre su muerte hasta después de que regresara a casa.
Enterarme que ella había fallecido fue un golpeó muy duro para mí. Ella siempre había sido mi tía preferida y me sentí devastada al no haber estado en casa para despedirme de ella.
Pero aquello no fue lo único que cambió durante mi ausencia. Tenía la esperanza de que mi hermano sirviera en una misión mientras que yo servía en la mía, pero él había cambiado de opinión. Eso fue difícil para mis padres, y también para mí.
Ademas, las cosas con mis amigos no eran como antes de la misión. Siempre había invitado a mis amigos que no eran miembros a la Iglesia, pero cuando regresé a casa y comencé a invitarlos de nuevo, actuaron de una manera totalmente diferente; no querían saber nada de la Iglesia.
No estaba segura de qué era lo que había cambiado, pero aun así oraba por ellos y compartía mensajes espirituales con ellos. No obstante, me sentía muy sola, como si no tuviera ningún amigo.
Muchas cosas cambiaron durante mi ausencia, y fue difícil adaptarme a esos cambios tras regresar a casa.
La importancia del servicio
Durante la misión, siempre que me sentía desanimada o pensaba que no podía seguir adelante, oraba pidiendo ayuda. Sabía que podía confiar nuevamente en el Padre Celestial para que me ayudara a adaptarme en esta nueva etapa de mi vida.
Recibí la impresión de que necesitaba prestar servicio. El servicio siempre me ha ayudado a sentir que tengo un propósito. Fui a ver a mi obispo y le hablé sobre mi deseo de servir, él me extendió el llamamiento de secretaria de las Mujeres Jóvenes.
Unos meses después, le dije a nuestro Padre Celestial que quería progresar y aprender más en mi vida y le pedí Su ayuda. Al día siguiente, me llamaron como segunda consejera de la presidencia de la Primaria de estaca.
Poder servir a las jóvenes y a los niños de la Primaria realmente me ayudó a adaptarme a la vida después de la misión. Pude enfocarme en ayudarlos a volverse hacia el Salvador en lugar de enfocarme en mis propios desafíos. Con el tiempo, me resultó más fácil adaptarme a medida que me esforzaba por servir.
Lo que defiendo
Otra cosa que me ayudó a adaptarme a la vida después de la misión fue compartir mi testimonio cada vez que tenía la oportunidad. En ocasiones, incluso, he tenido la oportunidad de compartir mis creencias en exposiciones para mis clases de la universidad.
Después de que mi profesor de filosofía me asignara llevar a cabo una presentación sobre la justicia y la libertad, compartí un video de la Iglesia que se llama “Calma mi alma”.
El video trata sobre una mujer que es arrestada por consumo de drogas. Mientras se encuentra en la cárcel, extraña a sus hijos. Después de pasar por rehabilitación, ella regresa a casa como una persona cambiada.
Terminé mi presentación con mi testimonio. Les compartí que Dios nos ha dado a todos nuestro albedrío, pero que Él nos ha dado mandamientos para ayudarnos a comprender cómo no hacer daño a los demás ni a nosotros mismos. También testifiqué que Él vive.
Ni mi profesor ni mis compañeros de clase refutaron algo de lo que dije, y mi testimonio los dejó pensativos. Aprendí que nunca se sabe cuándo alguien podría necesitar de nuestro testimonio a fin de que crean que Dios y Jesucristo en verdad existen.
En general, el solo hecho de seguir acercándome a Cristo y ayudar a otros a venir a Él me ayudó a adaptarme a la vida después de la misión. Ya no soy una misionera de tiempo completo, pero todavía puedo orar, servir y testificar de la veracidad del evangelio de Jesucristo. Todavía puedo ayudar a los demás y hacer lo que hice en mi misión, solo que de una manera diferente.
Adaptarse a la vida después de una misión puede ser difícil, pero, aún así, podemos encontrar gozo y propósito a medida que recordamos lo que aprendimos como misioneros y continuamos siendo discípulos de Jesucristo.
Nuestro Padre Celestial nos ayudará a tener éxito en nuestros esfuerzos por seguirlo a Él.
Fuente: churchofjesuschrist.org