Servir una misión es una de las cosas más hermosas y satisfactorias que un miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días puede realizar en su juventud.
Los milagros que se ven en la misión y el poder que uno tiene cuando predica es literalmente celestial.
Sin embargo, ese poder puede verse frustrado cuando algo no esta en orden con Dios. Este es el caso de cualquier joven que vaya a la misión sin confesar sus pecados. No solo el poder se va, sino que también la culpa destruye la conciencia.
Antes de salir a una misión, todo joven pasa por ciertas capacitaciones y entrevistas para garantizar la dignidad y el deseo sincero del misionero o misionera.
Esto no es únicamente para que la persona pueda desempeñarse correctamente como discípulo o discípula de Cristo, sino también para que sea una experiencia que edifique su fe y alcance una mayor cercanía con el Salvador.
Pero, ¿qué sucede si el misionero o misionera no confiesa y responde ocultando algunos pecados que ha cometido antes?
El manual de Predicad Mi Evangelio nos enseña:
“El arrepentimiento sincero trae varios resultados: Sentimos en nuestra vida el perdón de Dios y Su paz; nuestro remordimiento y nuestro pesar nos son quitados; sentimos la influencia del Espíritu en mayor abundancia y, cuando abandonemos esta vida, estaremos más preparados para vivir con nuestro Padre Celestial y Su Hijo”.
Es justamente por eso que la culpa puede carcomer a cualquier hombre o mujer que esté sirviendo una misión.
El hecho de predicar mandamientos que uno sabe que no ha vivido y tampoco ha confesado puede ser muy lascivo para uno mismo.
La culpa y el pesar que uno siente es inimaginable, pero la vergüenza a veces suele ser mayor.
Es por ese motivo que muchos jóvenes deciden no confesar sus pecados antes de salir al campo misional. El peso y la carga social dentro de la Iglesia puede ser muy abrumador, al punto de deprimir a esa persona.
Las expectativas que la membresía espera de los jóvenes siempre es alta, incluso mucho más cuando se trata de alguien que siempre ha estado activo o activa en la Iglesia.
Las reuniones de despedida, la llegada del llamamiento misional, la compra de las maletas, las camisas y todo lo que se utilizará durante la misión son actividades de las cuales, debido a las redes sociales y el círculo social, todos están pendientes.
Ya sea dentro del campo misional, e incluso dentro del CCM, el espíritu del Señor puede llegar a ser tan fuerte como para desanimar, o incluso crear ciertas patologías psicológicas que afecten la salud mental del misionero o misionera.
El profeta Alma enseñó con preguntas lo que fácilmente todo misionero que pase por esto puede estar pensando:
“¿Podréis mirar a Dios en aquel día con un corazón puro y manos limpias? ¿Podréis alzar la vista, teniendo la imagen de Dios grabada en vuestros semblantes?” (Alma 5:19)
Depresión, ansiedad, trastornos compulsivos, falta de sueño, y muchos otros síntomas más afectan a los jóvenes que no confiesan sus pecados antes de salir a una misión.
En las palabras del Richard G. Scott, todos estos misioneros pierden lo que el Señor tiene guardado para los que confiesan:
“Dios desea que cada uno de Sus hijos e hijas disfrute de la bendición trascendental de la paz de conciencia. Una conciencia tranquila invita a estar libre de angustia, de dolor, de culpabilidad, de vergüenza y de la condenación propia; y otorga un cimiento para la felicidad. Es una condición de inmensa valía”.
Lamentablemente, gran parte de los jóvenes que confiesan pasan por tal pesar que regresan con problemas psicológicos que, debido a la gravedad, deben ser tratados por profesionales de la salud mental.
Si vas a salir a la misión y tienes algo que confesar, no esperes a estar en el campo, eso NO va a borrar tus pecados. La paz que uno siente cuando sale a la misión viene al estar en orden con el Señor.
Si tienes una carga dura de llevar, ¡confiésala ahora!
Te prometo que la paz que anhelas será tan dulce y conmovedora como aquel fruto más blanco que cualquier blancura y que toda persona desea probar para ser feliz (1 Nefi 11:8).