Durante su primeros años de formación en terapia matrimonial y familiar en Calgary, Alberta, Jill Manning descubrió que todo lo profano (desde obscenidades a las malas palabras) revela lo que una sociedad considera sagrado.
De acuerdo con Jill, las groserías son una forma de rebeldía contra las normas sociales o estructuras de poder percibidas, atacando lo que otras personas profundamente valoran.
Para esta terapeuta, las vulgaridades son una herramienta de protesta:
“Al referirse a lo que una cultura valora de una manera profana, las groserías logran su impacto mediante el estupor o la ofensa”.
Me quedé pensando en esta observación al leer reseñas y comentarios sobre “Hereje” (“Heretic”, en inglés), una película que utiliza elementos sagrados para la fe, combinándolos con horrores perturbadores, como el secuestro y abuso de dos misioneras de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El Centro Berkeley para la Religión, la Paz y Asuntos Mundiales exploró el papel de la religión en las películas de terror durante un foro en 2018.
Según su análisis, estas historias suelen basarse en temas como el pecado, la redención y la lucha entre el bien y el mal, con víctimas inocentes, frecuentemente mujeres de fe. Esto intensifica el contraste entre el horror, el abuso, la manipulación y la víctima, fortaleciendo la narrativa de una película.
“El cine de terror frecuentemente recurre a motivos religiosos porque evocan temores profundos y dilemas morales sobre el bien y el mal, lo sobrenatural y la vida y la muerte”, explicó Jill Manning.
La fascinación por la religión (los católicos han sido presentados desproporcionadamente en películas de terror durante años) tiene sentido cuando se considera que la religión a menudo sirve como un marco para comprender tanto la vida en general, así como lo desconocido, dice ella.
Por eso, cuando los personajes religiosos se muestran de forma siniestra, los demonios parecen imparables, las mujeres creyentes son poseídas a pesar de su fe, se intensifica la tensión y se despiertan preguntas existenciales.
“Al entrelazar el miedo con símbolos religiosos, estas películas tocan nuestras ansiedades más profundas sobre la fe y la moralidad, amplificando nuestras emociones, un sello distintivo del terror efectivo”, agregó Manning.
Como defensora de la libertad religiosa y miembro activa de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, parte de mí quiere sentirse halagada de que “Hereje” cuente la historia de las dulces, puras —quizá incluso ingenuas— misioneras de mi fe.
De hecho, las misioneras Santos de los Últimos Días representan la bondad, el altruismo y la juventud que el género del terror busca, sin embargo, no me siento halagada. He aquí el por qué.
1. En nombre del entretenimiento, esta película es un ataque a la fe
Los primeros momentos de la película, las misioneras encuentran a otros jóvenes, uno de los cuales levanta la falda de una de ellas para mostrar sus gárments sagrados. Este acto es una agresión física y una burla hacia un símbolo religioso.
Ridiculizar símbolos religiosos de cualquier fe —el hábito de una monja, la sotana de un sacerdote, el kippá judío o las túnicas de un monje budista— es un acto de intolerancia. Hollywood no debería tener pase libre en nombre del entretenimiento o el horror.
2. Campañas publicitaria inapropiadas
La campaña publicitaria de “Hereje” es insensible, insultante e inapropiada tanto para las personas de fe como para las víctimas de crímenes reales.
Meses previos al estreno de la película, el estudio A24 colocó anuncios en el aeropuerto de Salt Lake City, imitando carteles de personas desaparecidas.
Estos anuncios, que mostraban a las actrices vestidas como misioneras junto con el mensaje “¿Qué les pasó a PAXTON y BARNES?”, recibieron a cientos de misioneros que transitaban por el aeropuerto.
Sin duda, también resultaron impactantes para las familias de personas desaparecidas reales, quienes enfrentan la dolorosa realidad de la ausencia de sus seres queridos a cada momento.
3. Utilizar la vulnerabilidad para vender películas
Como padres, se requiere mucho valor para dejar que nuestros hijos salgan al mundo, ya sea que se vayan a la universidad, se unan al ejército o presten servicio misional.
En el caso de las hermanas que se van a la misión, a pesar de los riesgos que puedan existir, sabemos que nunca están solos, tienen un horario estricto y reciben capacitación para su seguridad.
Asimismo, desarrollan nuevas habilidades emocionales y mentales, aprenden a cocinar, y a usar utilizar los recursos que tienen de forma segura y juiciosa.
Es por esta y otras razones que el trailer de la película generó incomodidad en muchos. A esto, Jill explicó que todo es parte del género, que socavar el sistema de creencias de una audiencia la deja vulnerable, y esa vulnerabilidad es una herramienta de marketing.
Mientras esta película trivializa el servicio misional, la realidad es que este cambia vidas para bien.
Jill Manning, quien también experimentó ese crecimiento en su servicio de tiempo completo, fortaleció su relación con el Salvador y descubrió su vocación en la salud mental.
Ella ingresó al campo misional con la intención de estudiar derecho internacional, pero regresó con la determinación de seguir una carrera en salud mental. Manning compartió:
“Mi tiempo como misionera me llevó mucho más allá de mis zonas de confort, pero también me ayudó a descubrir las fuentes de paz en las que confío hoy en día.
Me enfrenté a oportunidades para ver mis fortalezas y vulnerabilidades de formas que no podía apreciar completamente en ese momento, pero estoy genuinamente agradecida por cómo esa experiencia inmersiva sentó una base para mí, espiritualmente, personalmente, académicamente, temporalmente y en mis relaciones”.
¿Se enfrentó a situaciones inseguras? Sí. Pero no más de las que habría encontrado como estudiante en la universidad, y tal vez incluso menos de las que podría haber enfrentado en un campus universitario.
Como muchos misioneros, probablemente Jill escuchó comentarios en contra de la religión, pero también se dio cuenta de que su propia fe se fortaleció.
“Mi relación con mi Salvador se profundizó, mi comprensión de la doctrina se fortaleció y mi perspectiva sobre el crecimiento personal y el trabajo con personas diversas se amplió significativamente. En última instancia, mi tiempo en el campo misional fue transformador, y llevo conmigo las lecciones que aprendí todos los días.”
Sospecho que ella era muy parecida a los dulces, inocentes y puros personajes que la “lista de requisitos” del género de películas de terror requiere.
Con este nuevo entendimiento, podemos evitar cualquier cosa que celebre el mal o que socave y se burle de lo sagrado, ya sea que se trate del poder juvenil y profano de las malas palabras o los intentos de usar el terror para ridiculizar lo que muchos de nosotros consideramos dulce y santo.
Fuente: Deseret News
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