Se nos enseña en las escrituras que la caridad nunca deja de ser, pero la verdad es que a veces, nosotros dejamos de ser… a más no poder. Como miembros de la Iglesia, sabemos la importancia de la caridad y el servicio. Por eso, se dedican muchas lecciones, charlas y escrituras a este tema. De hecho, muchos de los mensajes que escuchamos en la conferencia de la semana pasada se centraron en servir a aquellos que están a nuestro alrededor. Sin embargo, a veces, muchos de nosotros encontramos que realizar actos de servicio es difícil, incómodo y agotador.
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C.S. LEWIS Y LO QUE TUVO QUE DECIR AL RESPECTO
C.S. Lewis fue un gran autor cristiano. Sus obras literarias son dignas de ser citadas y promueven las enseñanzas del evangelio. Su historia también es bastante extraordinaria, antes de convertirse al cristianismo era un acérrimo ateo. Pasar de no creer en un poder superior a creer en un Dios que no solo nos ama sino que permite que pasemos por esta vida para nuestro beneficio, es un gran cambio. Esto es lo que lo convierte en una gran figura autoritaria sobre la verdadera conversión y volver nuestros corazones a Dios.
“Renuncia a ti mismo, y encontrarás tu ser real. Pierde tu vida y la salvarás… No te quedes atrás.”
Lewis recurrió primero al ateísmo cuando su madre murió de cáncer cuando era joven. Se sintió traicionado, ya que Dios no había curado a su madre y comenzó a creer más en el racionalismo. Lentamente, a medida que hacía su camino por la vida y la educación, comenzó a darse cuenta de que existe un propósito para todo. Se dio cuenta de que la fe, en realidad, era racional y comenzó a escribir sobre sus adversidades y cómo ser un mejor cristiano.
EL SERVICIO NOS SIRVE
En su obra “Mero cristianismo,” C.S. Lewis hablo mucho sobre convertirse en un nuevo hombre por medio de Cristo y permitirle a Él tomarnos y hacer Su voluntad con nosotros. Lewis relata “convertirse es un hombre nuevo significa perder lo que ahora llamamos uno mismo. Sin nosotros mismos, debemos ir a Cristo.”
Si somos avaros y mantenemos las cosas para nosotros mismos, al final, no tendremos nada. El Señor nos bendice para que podamos ser instrumentos y servir a los demás. Si hemos sido bendecidos financieramente o con talentos y habilidades que pueden brindar consuelo a los demás, debemos compartirlos. No debemos ocultarnos debajo del almud (Lucas 11:33). Se sabe que brindar servicio a los demás. Frecuentemente, resulta en grandes beneficios para nosotros mismos que para la persona a quien servimos. Si no somos cuidadosos, podemos olvidar esto, si no nos involucramos activamente en el servicio diario.
“Nada de lo que no hayas entregado, será realmente tuyo.”
Uno de los principales aspectos que nos falta cuando se trata de brindar servicio a nuestro prójimo, en mi opinión, es servir a los pobres y necesitados, pero también existen muchas otras maneras en que podemos brindar servicio. Cuando no estamos activamente buscando oportunidades de servir, lo más probable es que las perdamos. El servicio, especialmente cuando tenemos dificultades en nuestras vidas, a menudo se encuentra lejos de nuestras mentes. Ora a diario por oportunidades de servicio y las recibirás.
SIRVE A AQUELLOS QUE VIVEN CONTIGO
Incluso, si es solo un acto pequeño cada día, puedes hacer la diferencia con aquellos con que compartes una habitación. Si vives con tu familia o compañeros de cuarto, te sorprenderás de cuánto puedes servirles cada día. Puedes comenzar lavando los platos, tendiendo su cama o incluso, orando por esa persona. Si ves que alguien a tu alrededor está teniendo un mal día, sal y cómprale su dulce favorito o pregúntale qué puedes hacer para aliviar su carga.
SIRVE EN TU BARRIO
Si notas que un amigo o familia está pasando por pruebas en tu barrio, ¡haz algo al respecto! No esperes que otra persona lo haga. Quizá, puede haber alguien más cercano a esa persona o puedas sentir que es la responsabilidad del obispo. Por el contrario, cubre las necesidades que ves para que los demás se sientan libres de hacer lo mismo. Si te sientes inseguro sobre cómo ayudar mejor, consulta con el obispo para ver si puede darte alguna orientación.
El servicio puede convertirse en una actividad divertida y no se tiene que reservar para las festividades. Para la noche de hogar, puedes preparar una canasta de víveres para una familia o persona que pueda estar enferma o necesite un poco de consuelo. Se considerado y ora, pero lo más importante, ¡diviértete!
SIRVE A TUS AMIGOS O FAMILIARES QUE NO SEAN MIEMBROS DE LA IGLESIA
Esta es una gran oportunidad para la obra misional. Muchas personas se apartan inmediatamente cuando intentas compartirles el evangelio. Por este motivo, el servicio puede ser una gran manera de compartir el evangelio sin realmente decirlo. Sonreír, apoyar a un amigo y ser como Cristo es posible.
Se preguntarán por qué eres diferente. El Espíritu emanará de ti si luchas constantemente por estar al servicio de tu prójimo. Se una fuerza del bien y muéstrales cómo la Iglesia ha sido un lugar seguro para ti en tiempos de dificultad.
JUSTIFICACIÓN
Imagina que estás saliendo de una tienda de alimentos. En la esquina de la puerta de salida de la playa de estacionamiento encuentras a un hombre andrajoso. Él sostiene un letrero que dice “Sin hogar- todo ayuda.” ¿Qué haces? ¿Debes darle el dinero adicional que tienes en tu billetera? ¿Solo debes evitar el contacto visual y continuar conduciendo?
Todos lo hemos experimentado. Sabemos la respuesta correcta a todas esas preguntas. No obstante, cuando todo se reduce a eso. A menudo, no hacemos lo que debemos. Esto puede suceder a veces porque pensamos “quién sabe para qué pueden utilizar el dinero que les dan.”
Ninguna justificación es válida. Debemos hacer todo lo que podamos. Existen muchas cosas que no conocemos de las personas a nuestro alrededor. Quizá, no sepamos por qué están pasando momentos difíciles ni cómo llegaron ahí. Todo lo que podemos ver está frente a nosotros y esa debe ser una motivación suficiente para ayudar. Ayudar no siempre se trata de dinero. Podemos compartir comida, una conversación, una manta, un Libro de Mormón y mucho más.
POR QUÉ JUSTIFICARSE NO ES LO QUE CRISTO HARÍA
¿Cómo podemos volvernos más como Cristo y amar a aquellos que son diferentes a nosotros? Primero, como lo hemos hablado, se caritativo y brinda servicio a los necesitados. Es posible, hacerlo en persona. Eso es lo que Cristo haría. Te puedo asegurar que Cristo nunca negaría su ayuda a un mendigo o un necesitado. Muchos creen que los necesitados podrían utilizar lo que les den para satisfacer una adicción. En realidad, eso no importa. Dios es el único que lo sabe. Debemos dejar de juzgar a esas personas.
Si elegimos utilizar nuestro libre albedrío para no brindar servicio a alguien cuando tenemos los medios, depende de nosotros, no de esos necesitados. Ellos serán juzgados por sus actos y nosotros por los nuestros. El verdadero servicio no es condicional porque el amor cristiano no es condicional.
Ayudar a los pobres no los incapacita. Necesitamos deshacernos de esa idea. Si tienes algo para dar, dalo. A pesar de lo que creas para qué lo usarán. Cristo ayudó a los desamparados y nuestra misión es ser Sus instrumentos y representantes. Incluso, si no somos misioneros apartados que visten una placa con Su nombre, aceptamos ser Sus representantes cuando nos bautizamos. Tenemos el poder de ser la fuerza del bien en el mundo.
EL SEGUNDO MANDAMIENTO
El segundo gran mandamiento es amarnos los unos a los otros. Esto no significa amar a algunos y a otros no, sino amar a todos.
Cuando era menor y peleaba con mis hermanos, mi padre decía de una manera medio seria: “Jesús dijo: amar a todos.” Por más fastidioso que fuera en ese momento, sé que ese sentimiento es verdadero. La mejor manera de amarnos los unos a los otros es brindar servicio a los demás. Además, la mejor manera de demostrar amor y aprecio por el Padre es mediante el servicio a Sus hijos. Recuerda que el servicio es más que una obligación, es una responsabilidad sagrada.
Artículo originalmente escrito por Thea Olson y publicado en mormonhub.com con el título “Nothing is Truly Yours Until You Give it Away.”