“El susurro de reprensión de Satanás se convirtió en un grito, él estaba susurrando en mi corazón: “Tú no perteneces aquí. No perteneces a esta Iglesia.”
Fui excomulgado de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días casi a finales de abril de 2017, un sábado por la noche.
Fue una experiencia surrealista escuchar al Presidente de la Estaca, luego de una reflexiva y dolorosa consideración, decir: “Es mi responsabilidad informarle que está excomulgado de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días…” seguido de una instrucción que no recuerdo haberle prestado atención y que luego recibí de nuevo. Sabía lo que iba a venir, pero eso no alivió la carga.
En ese momento sentí pena de Adán (Doctrina y Convenios 29:39-45), el primero de toda la humanidad, cuando Dios lo expulsó a él y a Eva del Jardín del Edén por su desobediencia… Quiero decir, todos estamos en un estado caído debido a nuestra primeros padres, pero es muy diferente cuando te dicen a ti que debes irte no importa cuánto amor y compasión sea mostrada y expresada por el líder.
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Me senté con mi familia en la reunión sacramental a la mañana siguiente en un banco cerca de la parte posterior de la capilla. Estaba sentado allí con una sonrisa en mi rostro, reprendiéndome en silencio, reprendiéndome por el dolor que le había traído a mi esposa y (aunque no se hacen públicas las excomuniones) por la vergüenza que me causaba.
El himno de apertura comenzó a sonar y Satanás comenzó a utilizar mis pensamientos recordándome que ya no pertenecía a este lugar, un sentimiento que tuve la mayor parte de mi vida.
Él estaba susurrando en mi corazón que no pertenecía aquí. No pertenecía a esta Iglesia, lo cual era evidente dada la decisión de la noche anterior. No pertenecía a mi familia. Yo no pertenecía a esta vida. Se alimentó de experiencias anteriores en mi vida, antes de casarme, cuando estaba deprimido y con pensamientos suicidas, algo que sorprenderá a la mayoría de mi familia si es que leen esto.
El susurro de reprensión de Satanás se convirtió en un grito y casi me levanté para irme cuando el Espíritu susurró: “Sabes, él tiene razón… tú no perteneces aquí.”
¿¡QUÉ!? Pasé la mayor parte de mi vida sintiendo que no pertenecía a ninguna parte, sólo estaba excomulgado de la única fe que he conocido, ¡el Adversario me estaba molestando con su insidioso desaliento y engaño, y ahora el Espíritu Santo se había puesto del lado del diablo para decirme que no pertenecía!
Confundido, herido y desecho, me quedé sentado allí, lo suficientemente desconcertado como para escuchar y recibir las palabras del himno que estaban cantando.
“Pero algo a menudo dice: “Tú errante vas”; siento que un peregrino soy, de donde estas”
Mientras Satanás me golpeaba con su constante vergüenza, el Espíritu me reveló una verdad eterna. No pertenezco aquí. Ninguno de nosotros pertenece aquí. Venimos de la eternidad para volver a la eternidad. Teníamos que obtener un cuerpo, ser probados y elegir a Cristo, entre otras cosas, pero pertenecemos a lugares más sagrados.
Pierre Teilhard de Chardin ha sido citado diciendo:
“No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana.”
Esto viene con gran responsabilidad. Viene con la necesidad de obtener ciertas verdades espirituales y actuar sobre ellas. El Elder Larry W. Gibbons enseñó esta verdad de manera similar pero ofreció más orientación.
“Jovencitos y jovencitas, a medida que comiencen a establecer sus prioridades en la vida, recuerden que lo único que les dará seguridad verdadera en ella será el vivir los mandamientos. La seguridad financiera y la posición en la sociedad no tienen un valor real y no hay rectitud en ellos. Se los aseguro a ustedes.
Ustedes vivieron con su Padre Celestial en la vida preterrenal, estuvieron allí con Él. El espíritu de ustedes sabe lo que es vivir en un reino celestial, por lo que nunca serán del todo felices mientras vivan en un entorno que no sea celestial. Ustedes saben demasiado y ésa es una de las razones por las que para ustedes la maldad nunca será felicidad. Qué gran cosa es decidir al principio de la vida, de una vez por todas, lo que harán y lo que no harán en cuanto a la honradez, la modestia, la castidad, la Palabra de Sabiduría y el matrimonio en el templo.
Hermanos y hermanas, permanezcan en el sendero estrecho y angosto. No, permanezcan en medio del sendero estrecho y angosto. No vayan sin rumbo, no se alejen, no jueguen con eso, tengan cuidado.
Recuerden: no coqueteen con el mal. Manténganse alejados del terreno del diablo y no le concedan ninguna ventaja. El vivir los mandamientos les proporcionará la felicidad que demasiadas personas buscan en otros lugares.”
Satanás perdió su poder sobre mí ese día. Se había pasado toda mi vida convenciéndome de que no pertenecía aquí… y en un momento tierno y simple aprendí que no pertenezco aquí y eso es algo bueno.
Soy un hijo de Dios, no importa si fui excomulgado o no. Yo era uno de sus hijos. Él me quiere en casa. Él me quiere feliz. Él quiere que elija a Su Hijo. Tengo un legado divino.
Y ese momento me enseñó a mirar a los demás de la misma manera. Todos somos hijos de nuestro Padre Celestial. Tal vez todos sentimos, o al menos hemos sentido, que no pertenecemos. Es importante tener en cuenta que, aunque no pertenecemos aquí en esta vida, sí pertenecemos juntos y tenemos una responsabilidad mutua. Necesitamos ser bondadosos, ser compasivos y ayudarnos mutuamente a sentirse bienvenidos.
C.S Lewis escribió en “El Peso de la Gloria”:
“Es algo serio vivir en una sociedad de posibles dioses y diosas, recordar que la persona más aburrida y menos interesante con la que puedes hablar quizá un día sea una criatura a la cual, si vieras ahora, te sentirías fuertemente tentado a adorar; o, por otro lado, sería un horror y una corrupción tal que ahora sólo te la encontrarás, en todo caso, en una pesadilla.
Todos los días, en algún grado, nos ayudamos los unos a los otros a encaminarnos hacia uno u otro de estos destinos. Es a la luz de estas sobre cogedoras posibilidades, con el asombro y la circunspección adecuados, como deberíamos conducirnos en todas nuestras relaciones con los demás, en todas las amistades, amores, juegos y actitudes políticas. No existe gente corriente. Nunca has hablado con un simple mortal. Las naciones, culturas, arte, civilizaciones… ellas sí son mortales, y su vida es a la nuestra como la vida de un mosquito.
Son inmortales aquellos con los que bromeamos, con los que trabajamos, nos casamos, nos desairamos y de quienes nos aprovechamos: horrores inmortales o esplendores eternos.”
Me senté en el banco de la Iglesia en ese día tan difícil, odiando mi existencia, cuando debería haber estado celebrando el hecho de que se proporcionó un modo para que Adán y Eva fueran redimidos de su estado caído y que de tal manera se nos ha concedido a todos nosotros.
Todos nosotros podemos ser redimidos por nuestro Salvador Jesucristo al aceptar Sus condiciones para la salvación. Me sacaron de los registros de la Iglesia, pero no me dijeron que no podía asistir. Sólo tuve algunas limitaciones. Debí haber centrado mi atención y mi esfuerzo en mi dulce esposa, que estaba sufriendo más de lo que podía imaginar.
Una persona puede ser expulsada o excomulgada por varias razones, pero ninguna de esas razones es fácil para quienes amamos, y algunas dolerán más que otras, podría haber gastado mi energía, durante esa reunión ayudándola a sentir que ella pertenecía, que ella era importante, y que ella era divina. Todavía es algo por lo que puedo perseverar hoy.
“Porque el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Porque considero que los sufrimientos de este tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada.” (Romanos 8:16-18).
El Espíritu dio testimonio a mi espíritu ese día de que tengo un potencial divino como hijo de Dios, y él hará lo mismo con cualquiera si es que se humillan lo suficiente como para detenerse y escuchar. No tenemos que hacer esto solos… de hecho, no podemos sobrellevar esta vida solos. Nos necesitamos el uno al otro.
Si estás luchando, estás sólo y herido, por favor ora y pídele a Dios que te diga que Él te ama, porque te prometo que te lo dirá. No puedo garantizar la manera en que Él revelará Su amor por ti, pero lo reconocerás cuando Él lo haga si es que estás escuchando.
Y cambiará tu vida… como cambio la mía.
Es difícil expresar por escrito cuánta alegría tengo en mi vida al aceptar el llamado de regresar e “Ir y seguir” al Salvador, pero es real y es constante. Me siento como los misioneros en el capítulo 31 de Alma del Libro de Mormón que sufrieron todo tipo de aflicciones, pero que fueron llenos del gozo de Cristo.
Ese mismo Espíritu me guió de regreso a las aguas del bautismo, al camino del convenio, ya que el fruto del arrepentimiento es el bautismo, una nueva criatura, nacida de nuevo.
Este artículo fue escrito originalmente por Rory Mele y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “You Don’t Belong Here”