Normalmente, los líderes de la Iglesia de Jesucristo suelen repetirnos constantemente los conceptos y términos del Evangelio para que los recordemos y los apliquemos en nuestra vida cotidiana.
Temas como “La senda de los Convenios”, “El recogimiento de Israel”, “Soy un hijo de Dios”, entre otros, son parte fundamental de la doctrina que se enseña a los miembros hoy en día.
Puede ser que en algún momento te sientas irritado, frustrado o tal vez aburrido de escuchar estos temas tantas veces, hasta puedes pensar que ya lo sabes o lo entiendes todo.
Probablemente, digas: “Ya sé que soy un hijo de Dios”.
Pero, ¿realmente lo has entendido? ¿Ves a todos con el potencial y valor divino que tienen? ¿Entiendes que todos ellos son tus hermanos y que Jesucristo también dio Su vida por ellos?
El presidente Russell M. Nelson enseñó lo siguiente durante una charla para los Jóvenes Adultos el año pasado:
“Mis queridos amigos, ustedes son literalmente hijos procreados como espíritus de Dios. Ustedes han cantado esta verdad desde que aprendieron las palabras del himno “Soy un hijo de Dios”. Pero ¿ha quedado esa verdad eterna grabada en sus corazones?
Temo que hayan oído tan a menudo esta verdad que les suene más como un eslogan que como una verdad eterna; y, sin embargo, la manera en la que piensan sobre quiénes son realmente ustedes afecta a casi toda decisión que tomarán”.
De la misma forma, la manera en la que pensamos sobre la senda de los convenios también afectará casi toda decisión que tomemos.
El presidente Eyring compartió:
“Cuando las palabras de los profetas parezcan repetitivas, deben captar nuestra atención y llenar nuestro corazón con gratitud por vivir en una época tan bendecida”.
Pueden haber diferentes razones por las cuales te sientas frustrado al escuchar tantas veces estos temas.
Entre ellos tal vez tu testimonio de los profetas y apóstoles vivientes está debilitándose, tal vez te sientas culpable de algún pecado del cual no te has arrepentido, o simplemente porque el último lugar donde Satanás desea que estemos es en la senda de los convenios.
Recordemos lo que sucedió en las Américas:
“Y sucedió que de allí en adelante Satanás empezó a esparcir mentiras entre el pueblo, para endurecer sus corazones, a fin de que no creyeran en aquellas señales y prodigios que habían visto”. – 3 Nefi 1:22
Cuando el joven Nefi tuvo que abandonar a sus amigos, su estilo de vida y todas sus posesiones, seguramente se sintió abrumado, pero incluso cuando sus hermanos mayores murmuraron, él decidió preguntarle al Señor (1 Nefi 2: 12,16).
Cuando nos sintamos frustrados o irritados por las palabras de nuestros líderes, debemos llevar nuestras preocupaciones al Señor.
Todos aquellos malos sentimientos no vienen de Él, Cristo es la fuente de paz, luz y consuelo.
Una vez que hayamos orado al Señor y nuestros corazones se hayan ablandado, estaremos en una mejor posición para estudiar y meditar en el significado de la senda de los convenios, el cual es el camino que nos lleva al reino celestial de Dios.
El élder Christofferson compartió lo hermoso de entrar en esta senda:
“En el sendero del convenio encontramos un suministro constante de dones y de ayuda”.
Cuando demostremos mediante nuestros pensamientos, palabras y acciones que guardar nuestros convenios es una prioridad, nos quedaremos sorprendidos por toda la ayuda que podemos recibir de los cielos.
El poder de Dios se puede manifestar de incontables maneras y de inesperadas oportunidades.
Si nos encontramos en duda, irritados o abrumados por los consejos de nuestros líderes, tomemos en cuenta las poderosas palabras del presidente Ezra Taft Benson:
“Cuando la obediencia deja de ser motivo de fastidio y pasa a ser nuestro cometido, ese es el momento en que Dios nos investirá con poder”.
Fuente: Meridian Magazine