Tanto en los diez mandamientos de Moisés como en las enseñanzas de Jesucristo, se enfatizó que matar era un acto condenado por Dios.
Ejemplos de lo mencionado los encontramos cuando: Caín mató a Abel; David mandó a matar a Urías, Herodes mando a asesinar a todos los bebés menores de 2 años, la banda de Gadiantón mató a los jueces supremos en el pueblo nefita, etc.
Asimismo, hemos visto como el pueblo de Dios constantemente se ha visto envuelto en guerras con distintas naciones y, como resultado, se perdieron muchas vidas.
Algunos, como el pueblo de Amón, decidieron enterrar sus armas para nunca más acabar con una vida (Alma 24:17–18). Sin embargo, miles han decidido defender a su nación, su familia, sus tierras, su religión y su libertad, tal como el capitán Moroni, Alma, Nefi, e innumerables siervos de Dios.
Entonces, si los mandamientos nos instruyen a no matar, ¿cómo hombres y siervos del Señor han ido a la guerra y han quitado vidas?
¿Cómo en la actualidad hay militares que son miembros de la Iglesia de Jesucristo?
Como miembros de la Iglesia de Jesucristo, somos un pueblo pacífico tal como nuestro Salvador, el Príncipe de paz.
No obstante, reconocemos que en este mundo, a veces los líderes gubernamentales necesitan enviar tropas militares a la guerra para defender sus naciones y sus ideales.
Si algún miembro de la Iglesia que presta servicio en las fuerzas armadas de su nación es llamado a ir a la batalla, pueden seguir el ejemplo y recibir consuelo de las palabras del capitán Moroni, pues él “no se deleitaba en el derramamiento de sangre” (Alma 48:11).
El capitán Moroni tenía como propósito defender a su pueblo, su país y su religión (Alma 48:13).
Los nefitas no estaban luchando por poder, estaban luchando por una “causa mejor, pues luchaban por sus hogares y sus libertades, sus esposas y sus hijos, sus ritos y su iglesia”.
Ellos hacían lo que sentían que era su deber para con Dios (Alma 43:45-46) y de hecho el Señor les aconsejó defender a sus familias aun hasta con la efusión de sangre (Alma 37:47).
Cuando esto sucedió, el capitán Moroni rasgó su túnica, tomó un trozo y escribió en él:
“En memoria de nuestro Dios, nuestra religión, y libertad, y nuestra paz, nuestras esposas y nuestros hijos; y lo colocó en el extremo de un asta”. (Alma 46:12)
Es justo y consolador saber que Dios siempre ha estado atento a Sus hijos, protegiéndolos y dándoles la tranquilidad de defender lo más valioso que podrían tener: su familia, su libertad y su religión.
El presidente Gordon B. Hinckley, en la conferencia general de abril de 2003, dejó en claro la postura de la Iglesia con respecto al servicio militar y el hecho de derramar sangre:
“[Los miembros de la Iglesia] somos amantes de la libertad y estamos obligados a defenderla cuando corramos peligro de perderla. Creo que Dios no hará responsables a los hombres ni a las mujeres militares que, como agentes de su gobierno, llevan a cabo lo que legalmente están obligados a hacer.
Podrá ser, aún, que Él nos haga responsables a nosotros si intentamos impedir u obstruir el camino de los que están participando en la lucha contra fuerzas del mal y de represión”.
Tal como dice el Artículo de Fe N.º 13, “Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley”, los Santos de los Últimos Días creemos en la libertad de nuestra nación y de nuestras familias.
Puedes encontrar más información al respecto en “Recursos para miembros de las Fuerzas Armadas” en el sitio web de la Iglesia de Jesucristo.