He observado con gran interés cómo los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y los medios de comunicación han respondido y, en ocasiones, luchado con la implementación de la declaración del Presidente Russell M. Nelson del 16 de agosto de 2018:
“El Señor me ha dado la siguiente impresión sobre la importancia del nombre que ha revelado para Su Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Tenemos mucho trabajo para mantenernos en armonía con Su voluntad.”
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Recuerdo claramente el momento en que leí por primera vez aquella declaración. Me causó gran entusiasmo y felicidad ante lo que esto podría significar para los miembros de La Iglesia de Jesucristo y el mundo.
Inmediatamente se me pidió que comentara sobre la declaración del Presidente Nelson, que proporcionara un contexto y realizara algunas observaciones.
Algunos críticos de La Iglesia se apresuraron a calificar la declaración del Profeta en cuanto al uso del nombre de La Iglesia como un intento a largo plazo que sería casi imposible de lograr. Otros declararon que intentar que los medios nacionales e internacionales usaran el nombre completo de La Iglesia no tenía sentido y que no resultaría.
Otros dijeron que cambiar los nombres de los sitios web, las direcciones de correo electrónico, las publicaciones y los hábitos de lenguaje conversacional de millones de miembros en todo el mundo sería un intento inútil.
Les compartí que la primera impresión que vino a mi mente cuando leí la declaración fue que el énfasis en el nombre de La Iglesia no tenía nada que ver con un nombre de marca comercial, ni con la forma en que los medios y otros se referían a La Iglesia. Por el contrario, tenía todo que ver con que los miembros se dieran cuenta y recordaran de quiénes son discípulos y el sagrado nombre por el que son llamados.
Me di cuenta que ese énfasis no se centraba en un cambio de nombre sino en la invitación de un profeta a los miembros de La Iglesia de Jesucristo de recordar y reenfocar sus vidas en el Salvador Jesucristo. El Presidente Nelson declararó:
“No era un cambio de nombre. No es un proceso de cambio de marca comercial. No es algo estético. No es un capricho. Y no es intrascendente. Antes bien, es una corrección. Es el mandamiento del Señor.”
En los últimos 12 meses, he sido testigo del desafío que tienen las personas dentro y fuera de La Iglesia de Jesucristo por cambiar este hábito de años. He visto, y de vez en cuando he sido parte de, dicho patrón perpetuante.
A veces, cuando intentamos seguir aquella declaración, nos apresuramos a decir el nombre de La Iglesia con tal velocidad que se vuelve imposible entender lo que estamos diciendo.
En otras ocasiones, nuestro tono de voz hace que pareciera que nos estamos disculpando con el oyente por tener que decir el nombre completo de La Iglesia, como si fuera un castigo. Y a veces nuestro temperamento al decir el nombre de La Iglesia se siente como si fuésemos niños exasperados que dicen todo correctamente sólo porque sus padres exigen tal precisión.
Recientemente aprendí una importante lección sobre el nombre de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de dos Reverendos y el Presidente de la NAACP en Detroit.
Mis colegas y yo tuvimos la oportunidad de entrevistar al reconocido líder de los derechos civiles, el Reverendo Amos Brown, la Reverenda Theresa Dear y al Presidente de NAACP, Leon Russell, sobre su interacción con el presidente Nelson y su asociación histórica, la cual brinda capacitación en autosuficiencia para las personas con carencias en las ciudades de los Estados Unidos.
Me sorprendió la forma en que el presidente León Russell utilizó con precisión el nombre completo de La Iglesia en cada ocasión. Me impresionó la atención y el cuidado de la Reverenda Dear, especialmente cuando usaba el nombre del Salvador dentro del nombre completo de La Iglesia. Ella claramente no era ajena al Maestro y me enseñó una importante lección sobre cómo tomamos y compartimos Su nombre.
Mi espíritu se elevó y mi alma se conmovió hasta las lágrimas cuando la voz profunda del Reverendo Brown, con poder, pasión y amor profundo pronunciaba el nombre de La Iglesia una y otra vez durante su entrevista. El nombre “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” hizo eco en el atrio donde nos encontrábamos y reverberó en los rincones más profundos de mi corazón.
He escuchado, y vuelto a escuchar, estas entrevistas en las últimas semanas. A menudo, las he escuchado sólo para oírlos e inspirarme por la forma en que estos hermanos de otra fe dicen el nombre del Salvador y el nombre de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Al reflexionar más, me di cuenta de que estos tres líderes de la NAACP siguieron el consejo del Profeta porque tienen un profundo respeto y amor por el presidente Nelson. También han desarrollado reverencia y confianza en la revelación que su amigo recibe y comparte con el mundo. Los miembros de La Iglesia de Jesucristo harían bien en hacer lo mismo.
Nunca me hubiera imaginado que aprendería a compartir el nombre del reino de nuestro Padre Celestial en la tierra de manera apropiada, poderosa y con reverencia de dos Reverendos y del Presidente de la NAACP. Mi amor, gratitud y admiración por estos líderes y las muchas lecciones que me han enseñado continúa creciendo.
En Doctrina y Convenios 63:61, el Señor declaró:
“Por tanto, cuídense todos los hombres de cómo toman mi nombre en sus labios.”
La palabra del Señor y la enseñanza de mis amigos han cambiado totalmente la forma en que tomo el nombre del Salvador en mi labios cuando termino una oración o concluyo un testimonio. Del mismo modo, mi manera de declarar el nombre de La Iglesia en público ha sido transformada.
Se me hace un nudo en la garganta cuando escucho cantar a los niños de la Primaria:
“Yo soy de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Yo sé quien soy; sé el plan de Dios. Lo seguiré con fe. Creo en Jesucristo el Salvador. Su nombre honraré…”
En el transcurso del año, seguido a la declaración del presidente Nelson y posterior al discurso de la Conferencia General de octubre de 2018, he sido testigo del cumplimiento de la promesa del Profeta:
“Si hacemos lo mejor posible por restaurar el nombre correcto de la Iglesia del Señor, Aquel cuya Iglesia esta es derramará Su poder y Sus bendiciones sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días de formas que jamás hemos visto. Tendremos el conocimiento y el poder de Dios para ayudarnos a llevar las bendiciones del evangelio restaurado de Jesucristo a toda nación, tribu, lengua y pueblo, y para preparar el mundo para la Segunda Venida del Señor.”
El Profeta y los Apóstoles, las Autoridades Generales de los Setenta y los oficiales generales de La Iglesia continúan viajando por todo el mundo, elevando a los miembros, ministrando a los necesitados, visitando a los líderes de las naciones.
Al observar con asombro como esta maravillosa y milagrosa obra continúa avanzando, bendiciendo a todos los hijos de Dios, puedo escuchar la voz resonante y los tonos reverentes del Reverendo Brown y el conmovedor eco de que esta es “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.
Este artículo fue escrito originalmente por Boyd Matheson y fue publicado originalmente por thechurchnews.com bajo el título “Boyd Matheson: What I learned about using the full name of the Church from two reverends”