El occidente moderno, por regla general, no se preocupa particularmente por el pecado en el sentido tradicional. Sin embargo, hay excepciones. Por ejemplo, un “pecado” que seguramente fomentará el desprecio de todas partes es el pecado de la intolerancia.
Pero, ¿qué significa eso? Cuando los seres humanos hablan el mismo idioma, tenemos la extraña costumbre de suponer que una palabra que decimos significa lo mismo para otra persona que habla nuestro idioma. Sin embargo, nuestros tiempos políticos tumultuosos deberían sacarnos de ese error.
La palabra “tolerancia” se puede usar al menos de dos maneras diferentes. Una es la tradicional, aquella que se encuentra en la mayoría de diccionarios. La otra, “la nueva tolerancia”, a menudo se usa implícitamente en los debates políticos predominantes o en los medios de comunicación populares.
No obstante, es importante ser claro al respecto porque podemos decir “tolerancia” y referirnos al primer significado, mientras que otra persona puede decir “tolerancia” haciendo referencia al segundo significado.
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Recientemente, un escritor cristiano escribió sobre la diferencia:
Aceptar que existe una posición diferente u opuesta y que merece el derecho a existir es una cosa. Aceptar la posición en sí significa que uno ya no se opone a ella.
La nueva tolerancia [es decir, el segundo significado de la palabra] indica que aceptar la posición de otro significa creer que esa posición es verdadera, o al menos tan verdadera como la tuya.
Pasamos de permitir la libre expresión de opiniones diferentes a la aceptación de todas las opiniones; pasamos de permitir la expresión de creencias y declaraciones con las cuales no estamos de acuerdo a afirmar que todas las creencias y las declaraciones son igualmente válidas. Así, pasamos de la vieja tolerancia a la nueva.
La tolerancia, en el primer significado, es una virtud intelectual y espiritual porque requiere que reconozcamos que no necesariamente tenemos el monopolio de la verdad. No nos atrevemos a reprimir la expresión de otras ideas porque la humildad insiste en que éstas podrían enseñarnos algo de valor, o mostrarnos algo que podríamos estar pasando por alto.
Incluso si tenemos una verdad importante que compartir con el mundo, una ética de tolerancia nos proporciona protección, en principio, al menos, para que otros no nos manden a callar ilegítimamente.
La nueva tolerancia [es decir, el segundo significado de la palabra] indica que aceptar la posición de otro significa creer que esa posición es verdadera.
Entonces, esta visión clásica de la tolerancia ayuda en el importante intercambio de afirmaciones de la verdad en competencia. Sin embargo, en el claro contraste con esta aspiración, está la nueva tolerancia, que irónicamente parece importarle poco las perspectivas de “la verdad” en competencia y si las personas tienen espacio para discutirla.
Pero, ¿por qué ha sucedido eso? y ¿cómo ese precioso espacio de búsqueda de la verdad ha llegado a tener tan poco valor para tantas personas?
Diría que la razón más importante de esta nueva e inquietante visión de la tolerancia se debe a que nuestra cultura ha renunciado en gran medida a la idea de que existe la verdad absoluta. Si existe, las personas también parecen escépticas sobre si pueden saberla.
Puedo tener mis convicciones, pero para ser “tolerante”, debo admitir que, en un sentido absoluto, no son mejores ni tienen más probabilidades de ser correctas que las de cualquier otra persona. Como Theodore Dalrymple dijo una vez: “El único juicio permisible en la sociedad educada es que ningún juicio es permisible”.
Parece ser una afirmación absoluta de la verdad, es decir, es muy cierto que no se puede conocer ninguna verdad absoluta con confianza. Generalmente, esta afirmación implícita es solo eso: implícita, no se dice con seguridad y, por lo tanto, no se ha examinado.
Sin darse cuenta, a menudo, los miembros de La Iglesia de Jesucristo —y muchos otros creyentes de la religión que sostienen que existen las verdades absolutas— pueden ponerse en un curso de conflicto con el mundo.
Estoy indicando que la intensidad de este gran conflicto está en parte relacionada con la confusión sobre estos dos significados diferentes de la tolerancia.
Cuando alguien dice que “tolera” todas las religiones, ¿qué quiere decir? ¿Eso significa que todas las religiones son igualmente buenas y probablemente te lleven al cielo? O, ¿esa persona quiere decir que reconoce el derecho de esas religiones a existir y el derecho de sus fieles a practicar su fe como lo deseen, siempre que no afecten a los demás de manera ilegítima?
Claramente, existe una gran diferencia entre las dos posiciones. Pero, a menudo, las personas las confunden o se ofenden cuando esperan la última y reciben solo la primera.
Tal vez, las personas tengan derecho a una tolerancia y paciencia amplias en términos de habla y conciencia. Sin embargo, a las acciones no se les conceden tales libertades irrestrictas.
Algunas cosas merecen una tolerancia ilimitada. Algunas, una cantidad medida y otras, ninguna: Piensa en el asesinato o el abuso. De hecho, estos actos no merecen tolerancia alguna. Una petición de tolerancia no es un pase libre. En cambio, es una invitación a la reflexión moral. Al final, hay algunas cosas que no podemos tolerar, y que no debemos tolerar.
Transgredir ciertos límites nos ponen en conflicto con la ley mortal o divina. Toda tolerancia dentro del contexto del Evangelio restaurado se basa en última instancia en una ley moral: la convicción de que hay aciertos y errores absolutos.
Es posible que no todos estemos de acuerdo en cuáles son esos aciertos y errores: Es por eso que debemos ser tolerantes. Pero, no es intolerante tener tales discrepancias o expresarlas y defender nuestras convicciones.
El principio clásico de tolerancia tiene como objetivo permitir y fomentar exactamente eso.
Después de todo, ¿no deberíamos esperar que todos puedan cambiar de opinión y llegar a una mejor comprensión de la verdad? De lo contrario, permanecer en silencio podría poner a las personas en una gran desventaja y podríamos suponer que son incapaces de cambiar o crecer.
Pueden tratar de persuadirnos y nosotros a ellos, todo con un espíritu de caridad. Pero, nunca es un acto amable o caritativo negarse a hablar de lo que creemos que es verdad sobre asuntos importantes.
Lamentablemente, es de esperar que haya actos de intolerancia en contra de los Santos de los Últimos Días y que no disminuya en los próximos años. ¿Deberíamos sorprendernos? Jesús y sus profetas se han enfrentado a cosas mucho peores.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Gregory L. Smith y fue publicado en publicsquaremag.org con el título “A Tale of Two Tolerances”.