Hay muchas cosas que no comprendo, una de ellas es si Dios desea que seamos obedientes pero llenos de resentimiento o desobedientes y sin sentir resentimiento.
Esto viene de hacer lo que “se supone” debemos hacer para no sentir culpa, pero en algunos casos sentimos cierto resentimiento por no hacer lo que los demás hacen en el mundo.
Las personas que no son obedientes no tienen ese resentimiento o ningún tipo de atadura. ¿Puedes ayudarme con esto?
Respuesta
A veces, cuando vemos las cosas fuera de los límites que se nos han trazado en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días bajo la dirección del Señor, podemos sentir que nos estamos perdiendo de las “experiencias” que el mundo ofrece.
Otros podrían pensar que obedecer es una menta inalcanzable debido a que somos seres imperfectos y siempre cometemos errores. Podemos llegar a sentir resentimiento por no llegar al estándar de nuestro Salvador.
Sí, el Señor dijo que seamos perfectos, pero Él sabía que en esta vida no lo lograríamos. Sin embargo, como señaló el élder Jeffrey R. Holland podemos ser perfectos con el tiempo:
“Con la excepción de Jesucristo, no ha habido comportamientos perfectos en este viaje terrenal… así que, mientras estemos en la tierra procuremos mejorar de forma continua sin obsesionarnos con lo que los científicos de la conducta llaman el “perfeccionismo tóxico”.
Debemos evitar tener esas expectativas excesivas de nosotros y de los demás y, agregaría yo, de aquellos que son llamados a servir en la Iglesia…
Si admitimos con sinceridad que estamos tratando de mejorar, no somos hipócritas, somos humanos… Si perseveramos, en algún momento de la eternidad nuestro refinamiento habrá terminado y será completo, que es lo que en el Nuevo Testamento significa la perfección”.
Entonces, la perfección es un proceso de toda la vida, viene de hacer las cosas que el Señor nos ha mandado porque sabemos que es para nuestro bien, a pesar de lo que diga el mundo o sus tentaciones.
No podemos darnos el lujo de alejarnos del camino cada vez que fallamos a causa de nuestras debilidades. Lo importante es esforzarse y tratar continuamente de vivir lo mejor que podamos los mandamientos que se nos han dado.
El Señor no busca desanimarnos o imponer Su voluntad, todo lo que se nos invita a hacer es seguir normas que podemos poner o no en práctica. Él en ningún momento nos obliga.
No obstante, seguir Su camino requerirá que sigamos las leyes y normas que se nos han dado para no tropezar y sobrellevar cada desafío. No hay otra opción. Esa es la senda estrecha y angosta.
La culpa viene porque ya sabemos que el no hacer estas cosas no es lo mejor para nuestra salvación. Esto nunca quitará la realidad de nuestro albedrío, la libertad que tenemos para tomar nuestras decisiones ya sean correctas o incorrectas.
Por otro lado, nuestra obediencia a los mandamientos de Dios es una de las maneras en que demostramos nuestra gratitud por Sus maravillosas bendiciones. Pero no podemos amar a quien no conocemos ni queremos.
Los mandamientos y los pasos sencillos como la oración, la lectura de las escrituras y la asistencia a la capilla nos dan esa oportunidad. Nuestro deseo de ser obedientes crecerá a medida que aumente nuestro amor por Dios.
Ahora me gustaría compartir los versículos que se encuentran en 2 Nefi en el Libro de Mormón:
“Y ahora bien, amados hermanos míos, después de haber entrado en esta estrecha y angosta senda, quisiera preguntar si ya quedó hecho todo. He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.
Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna.
Y ahora bien, amados hermanos míos, esta es la senda; y no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios. Y ahora bien, he aquí, esta es la doctrina de Cristo, y la única y verdadera doctrina del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, que son un Dios, sin fin. Amén”. — 2 Ne 31:19-21
Ahora, pondré lo que te he compartido en una experiencia personal. Cuando era niño, no me gustaba cepillarme los dientes. Mis padres me obligaban a hacerlo.
Cuando pensaba que podía salirme con la mía, no me lavaba los dientes. Pero con un esfuerzo continuo (principalmente de mis padres) eventualmente entendí que era algo que se suponía que debía hacer.
Con el tiempo, entendí el concepto de las “reglas” y lo hacía porque sentía que era lo que debía hacer y me esforzaba por lograrlo. Aprendí sobre la higiene dental, la placa bacteriana, las caries, la halitosis, etc. Quería cepillarme los dientes para evitar todo tipo de consecuencias negativas.
Lo que consolidó mi creencia fue que cuando era adolescente y no me lavaba los dientes, empezaba a darme cuenta de que mi boca se sentía sucia. Era asqueroso. En ese momento no necesité que alguien me explicara las reglas o las consecuencias, supe por mí mismo que era repugnante.
Es posible que te preguntes cómo puedes llegar a valorar el límite que el Señor nos ha dado para garantizar nuestra felicidad, pero el cruzar estos límites puede traer consecuencias que afecten tu vida para siempre.
Recuerda que el seguir avanzando y perseverando es lo más importante, independientemente de las veces que caigamos. Gracias al Señor todos podemos volver a empezar.
Con el tiempo, llegarás al punto en el que te darás cuenta de que si olvidas “cepillarte los dientes”, sentirás disgusto y harás lo posible para no volver a olvidarte de hacerlo porque eso es en verdad lo que deseas.
Fuente: AskGramps
@masfe.org No importa lo difícil de la situación, Él siempre estará a tu lado. #masfe #mormón #diosesamor #oración #motivación #sud#citascristianas #cristianos #librodemormon #fortaleza #jesusteama #frasescristianas #evangelio #citasbiblicas #citassud #mormon #mormones ♬ sonido original – Eugenio Torrez