En ocasiones, cuando necesitamos más de Cristo, es fácil pensar que Él no nos está escuchando. A continuación, compartiremos un recordatorio sincero de que Él nunca nos abandona.
De todos los atributos de Cristo que buscamos cultivar cada día, uno de los más difíciles es la paciencia.
La paciencia es la capacidad de soportar la demora, seguir adelante mientras esperamos el resultado que deseamos.
Cuando las cosas salen como queremos, parece fácil sentir la mano del Señor en nuestras vidas. Nos sentimos más que felices de dar las gracias en nuestras oraciones cuando nuestras vidas parecen ir exactamente como lo deseamos.
Pero, ¿qué hacemos cuando parece que el Señor está en silencio cuando más lo necesitamos? ¿Cuando ofrecemos oración tras oración y las cosas parecen no cambiar? En esos momentos en los que parece que apenas podemos resistir, ¿cómo podríamos arrodillarnos para orar y mostrar gratitud?
El conocimiento de nuestra naturaleza divina nos dará fortaleza
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En esos momentos terribles, es importante que recordemos nuestra naturaleza divina. Somos mucho más fuertes de lo que imaginamos y se nos permite sentir lo que sentimos en esos momentos.
Con demasiada frecuencia, deseamos que nos vean como alguien que está haciendo las cosas “muy bien”.
Sin embargo, una de las cosas más importantes que debemos recordar es que todos estamos recorriendo el camino de la fe. Todos experimentamos esos momentos en los que sentimos que nuestro Padre Celestial no está escuchando nuestras oraciones.
Todos somos imperfectos y tenemos momentos en los que nuestra fe parece debilitarse.
“La semilla de fe más pequeña es mejor que el fruto más grande de felicidad”. – Henry David Thoreau
Ese conocimiento es uno de los primeros pasos que damos para encontrar nuestra fe en tiempos de gran dificultad.
Sentimos que debido a que nuestra fe es débil, eso debe significar que estamos haciendo algo mal o que estamos en el camino equivocado.
Debemos esforzarnos por recordar que incluso los seguidores más valientes de Cristo han pasado por momentos en los que sintieron que su fe era demasiado débil. José Smith se lamentó en la cárcel de Liberty, Nefi se lamentó del hombre natural que habitaba en él, e incluso nuestro Salvador le preguntó al Padre si podía pasar la copa de Él.
La fe es algo que atraviesa colinas y valles. Disminuye y fluye a través de los diferentes momentos de nuestras vidas. Sin embargo, a medida que tomamos esas decisiones deliberadas para acercarnos a nuestro Padre Celestial, nuestra fe siempre estará ahí, por pequeña que parezca.
A veces, ser la respuesta a las oraciones de alguien más es exactamente lo que necesitamos
En los momentos en los que sentimos que nuestras oraciones no han sido respondidas, podemos buscar ser una respuesta a las oraciones de los demás. Podemos buscar a aquellos que necesitan una sonrisa cálida o una conversación amistosa.
Un estudio reciente sobre la soledad en los Estados Unidos dio como resultado que el 54% de los encuestados se sentían “excluidos” o “aislados”.
Estos estudios muestran que es muy probable que muchas personas a nuestro alrededor se sientan solas y aisladas. Estas personas necesitan una cara amigable y un espíritu amable que entre a sus vidas. Así como John Watson dijo una vez:
“Se amable; todos los que conoces están luchando una batalla difícil.”
Nuestro amoroso Padre Celestial nos envió al mundo no para que fracasemos, sino para que tengamos éxito. Él no nos trajo aquí para sufrir sino para prosperar. Él creó esta vida con todas sus dificultades para que podamos progresar, aprender y servir.
Con frecuencia, cuando pensamos que Él está en silencio, Él simplemente nos está dando mayores oportunidades para caminar por fe y buscar Su voz de maneras diferentes a las que imaginamos que lo escucharíamos.
Encontramos fe en Él al servir a nuestros hermanos y hermanas además de difundir amabilidad a través de nuestras acciones cotidianas.
Nuestro Padre Celestial nunca está en silencio
Cada vez que sentimos que nuestro Padre Celestial está en silencio, puede ser difícil incluso levantarse por la mañana. Cumplir con nuestras responsabilidades cotidianas puede sentirse como si estuviéramos moviendo montañas.
En esos momentos, siempre podemos observar el ejemplo de nuestro Salvador. Él recorrió el camino de la dificultad, la traición y el dolor. A través de Su expiación, experimentó todo lo que es incorrecto e injusto en este mundo.
No solo sintió nuestros pecados, sino también nuestros temores, ansiedades, dudas y dolores. Incluso experimentó lo que sentimos actualmente cuando pensamos que nuestro Padre Celestial ya no nos está escuchando.
En esos momentos en que sentimos que nuestro Padre Celestial no puede escucharnos, podemos animarnos al saber que no somos los primeros que nos sentimos de esta manera.
Incluso, el Salvador del mundo en Su momento de mayor necesidad preguntó: “¿Por qué me has desamparado?” Podemos confiar en Su fortaleza, Su amor y Su profundo conocimiento de todo lo que estamos sintiendo.
El Señor requiere nuestra paciencia. Él nunca está en silencio en nuestras vidas. Él ha creado una vida maravillosa y feliz para nosotros aquí en la Tierra y desea que nos amemos y sirvamos unos a otros.
Él llora con nosotros y escucha cada una de nuestras fervientes súplicas de ayuda.
En esos momentos en los que parece que Él está en silencio, podemos recordar nuestro valor divino y buscar formas de elevar a los demás a través de la bondad.
Podemos animarnos al saber que todavía hay mucho que podemos hacer para encontrar Su voz en nuestras vidas.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Devin Justensen y fue publicado en ldsdaily.com con el título “Finding Faith When Heavenly Father Seems Silent”.