Cuatro cosas que mis padres hicieron que me ayudaron a fortalecer mi testimonio

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Permítanme aclarar esto: Ningún padre, incluidos los míos, es perfecto. Cuando tenía cinco años, mi mamá y mi papá se separaron (y luego se divorciaron). Han habido problemas en mi vida como resultado de eso, sin embargo, aunque mis padres no son perfectos, hicieron muchas cosas bien, cosas que quiero compartir contigo.

Aquí hay cuatro cosas que mis padres hicieron, cosas que me ayudaron a desarrollar un fuerte testimonio.

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Ellos nunca, pero nunca hablaron mal de los líderes de la Iglesia

obispo

Sinceramente, ni siquiera me di cuenta de esto hasta hace aproximadamente un año. Estaba en la casa de alguien y noté que una hermana hablaba de manera no muy positiva sobre un apóstol delante de su hijo.

“Él es demasiado duro”, dijo. Ella explicó que no le gustaba sentir que era reprendida, eso no le agradaba para nada, hasta el punto de que esencialmente ignoraba por completo el mensaje de aquel apóstol.

Su hija adolescente estaba a su lado y sentí que absorbía cada palabra que decía su madre. Debido a que su madre había expresado que no era una gran admiradora de este apóstol en particular, me di cuenta de que era muy probable que su hija llegara a sentir lo mismo.

Salí de esa casa y más tarde le dije a mi esposo: “Sabes, estoy muy agradecida de que mis padres nunca plantaron una pizca de duda en mi mente en cuanto a algún siervo del Señor. Ese es el tipo de padres que quiero que seamos”.

Crecí con mi padre, y nunca lo escuché pronunciar una palabra negativa sobre una Autoridad General, y mucho menos sobre nuestros líderes locales como nuestro obispo, consejeros, u otros. 

Siempre me quedó muy claro que creía que eran llamados por una razón y que si bien no eran perfectos (algo que él también me explicó), el Señor los iba a usar para cumplir Sus propósitos. Nunca disminuyó la autoridad o efectividad de nadie como siervo del Señor, y eso siempre fortaleció mi testimonio en el liderazgo de la Iglesia y en la forma en que la Iglesia está organizada.

Se aseguraron de que asistiera a las actividades de la Iglesia

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Desde el momento en que cumplí ocho años, siempre se esperaba que fuera a las actividades de la Iglesia. En mi familia, tenían prioridad sobre los deportes, salir a jugar con mis amigos (a quienes a menudo invitaba a que vinieran conmigo) o incluso pasar un rato como familia.

El propósito de las actividades de la Iglesia para los jóvenes es crear un ambiente donde puedan sentir el Espíritu (y hacer amigos con otros chicos en la Iglesia), y es por eso que era muy importante para mis padres que asistiéramos. Iba a todas las actividades que el barrio o estaca realizaba: presentación de labores, mutuales, seminarios, conferencia de jóvenes, campamento de chicas… lo que sea, yo estaba allí.

Algunas de mis primeras experiencias espirituales vinieron de participar en esas actividades. Todavía recuerdo casi todas las reuniones de testimonio del campamento de jóvenes a las que asistí porque fueron momentos muy importantes en mi vida. Durante esos momentos, sentí el Espíritu con mucha fuerza y ​​supe que mi Padre Celestial me amaba.

Si mis padres no me hubieran animado a ir a las actividades de la Iglesia, me habría perdido de las experiencias que se convertirían en la base de mi testimonio.

Ellos me hablaban del evangelio de manera natural

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El evangelio fue un tema del que hablábamos constantemente en mi hogar mientras crecía, pero nunca se sintió forzado.

Cuando amas algo y es una gran parte de tu vida, hablas de ello. Desde que tengo memoria, mis padres han hablado del evangelio en conversaciones de la vida cotidiana. Para ser sincera, ni siquiera estoy segura de si es intencional; es un aspecto tan importante de sus vidas que automáticamente hablan de ello.

Si hablaba sobre lo poco atractiva que me sentía, mis padres me decían que Dios me amaba exactamente como soy. Si alguien se enfermaba o fallecía, mis padres explicaban cómo funcionaba el plan de salvación.

Si me sentía triste, desanimada o perdida, conversaban conmigo todo el tiempo que quería, y me recordaban que yo también podía hablar con Dios sobre cualquier cosa. Si tenía preguntas difíciles sobre el evangelio, no las evitaban, por el contrario, hablaban conmigo y me ayudaban a ver las situaciones desde una perspectiva diferente.

El evangelio fue una gran parte de mi vida, y no sólo porque iba a la Iglesia todos los domingos (y actividades de la Iglesia en los días de semana), también formaba parte de mis conversaciones y situaciones diarias. Desde mis primeros recuerdos, mis padres se aseguraron de que el evangelio no fuera algo que hacía, sino algo que era parte de mí.

Hacían la oración familiar y el estudio de las Escrituras todas las noches

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He leído las Escrituras casi todos los días toda mi vida, no porque sea una persona súper espiritual, sino porque es un hábito que me inculcaron desde el momento en que nací.

Soy la menor de cinco hijos, así que puedes imaginar que con tantos niños inquietos, no fue fácil hacer que todos prestasen atención a las Escrituras, pero creo que mis padres no estuvieron muy preocupados por eso. Leíamos las Escrituras y hacíamos una oración en familia todas las noches, sin importar nuestros problemas de atención o si estábamos enojados y no queríamos participar.

Sólo leíamos una página todas las noches, pero causó una gran impresión en mí en cuanto al estudio de las Escrituras, supe que era importante y que es una de las formas en que mostramos nuestro respeto y amor por Dios. 

Mi padre solía hacer nuestras oraciones por la noche, y escucharlo orar por mí siempre me hacía sentir amada, importante y segura. Era una experiencia que nos unía como familia, y estoy muy agradecida de que siempre haya sido una prioridad en nuestro hogar.

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Incluso cuando mis amigos estaban en la casa, que a menudo no eran Santos de los Últimos Días, mis padres nos pedían que nos uniéramos a la familia para hacer nuestra oración de la noche.

De todas las cosas que mis padres nos enseñaron e hicieron con nosotros, estas son las cosas por las que estoy más agradecida. Estas cosas ciertamente no garantizan que tus hijos permanecerán activos en la Iglesia toda su vida, y si no lo hacen, no significa que les hayas fallado como padre o madre de alguna manera.

Sin embargo, hacer estas cosas ayuda a crear una base evangélica a la que tus seres queridos pueden regresar cada vez que las cosas se vuelvan complicadas o se sienten demasiado difíciles de soportar.

Mi testimonio es lo que más valoro en esta vida porque me da dirección, felicidad e identidad, y estas cuatro cosas que mis padres hicieron por mí me ayudaron a cultivar el testimonio que tengo en la actualidad.

Este artículo fue escrito originalmente por Amy Keim y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “Four Testimony-Building Things I’m Grateful My Parents Did

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