No hay duda al respecto, empezar casi cualquier cosa es difícil.
Verás, me tomó tiempo comenzar a escribir este artículo. No es que no me guste escribir… es sólo que empezar algo es un desafío para mí. Es algo por lo que todos hemos pasado una y otra vez.
La buena noticia es que hay mucho potencial en todo lo que comenzamos. Si ese no fuera el caso, no empezaríamos nada.
La mala noticia es que seguir adelante y llevar a cabo lo que decidimos hacer es difícil. A menudo no dura mucho. Siempre decimos hacer lo que nos proponemos… pero muy a menudo nos quedamos estancados.
¿Sabes a quién recurrir cuando eso sucede? ¡Eso es correcto! Al Salvador y Su Evangelio. La respuesta es siempre el Evangelio y el Plan que Dios y Su Hijo nos presentaron.
Es por eso que aquí hay 5 poderosas pautas que pueden ayudarnos a alcanzar nuestras metas y objetivos.
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1. Tener un propósito – Génesis 1—3
Al principio… de todo, debemos tener un propósito claro en mente.
Cuando leas los primeros capítulos del Génesis, trata de leer la historia de la creación sin que Dios tuviera un propósito específico detrás de Sus acciones. La historia cambia un poco, ¿verdad? Bueno, tal vez cambia muchísimo. Es la mejor historia de arte y elaboración.
Si bien Dios es todo un artista (sólo mira el hermoso planeta que nos rodea como prueba), esa no es exactamente la razón por la que creó este mundo. Nuestra comprensión de lo que ocurrió en la existencia premortal nos da una perspectiva más profunda de la creación.
El propósito de nuestra creación es que podamos llegar a ser como el Padre Celestial.
A medida que aprendemos a mantener este propósito en mente, nuestras vidas se vuelven mucho más significativas y nuestras elecciones mucho más importantes. El propósito de la creación es lo que nos lleva a alcanzar ese objetivo, es la motivación detrás de todo lo que hacemos.
A medida que nos proponemos lograr algo, ya sea nuestro crecimiento espiritual, mejorar o crear nuevos hábitos, o incluso participar en actividades físicas o competencias, debemos tener en cuenta el propósito detrás de ello. La gran pregunta siempre será: ¿por qué hacemos esto?
Sigue preguntándote el por qué para que puedas seguir progresando.
2. Tener un plan – Juan 1: 1-5
Lo admito. Esta parte es difícil. Algunas personas son planificadores natos. Yo no soy uno de esas personas. Creo que soy lo suficientemente capaz como para hacer las cosas en el momento y por supuesto, casi nunca termino las cosas que me propongo hacer.
Antes de empezar necesitamos tener un plan realista de cómo llegar a donde vamos.
La buena noticia es que en este paso no tenemos que tener cada detalle definido. Eso sería imposible. Más bien, nuestros planes deberían ser la base de nuestro producto final.
El apóstol Juan nos relata quién estuvo con nosotros al principio y qué fue lo que hizo. Desde el comienzo de nuestra existencia, el plan de Dios se centró en Jesucristo. Incluso el Cristo no pudo conocer cada detalle de Su misión como el Salvador del mundo. No podía comprender el sufrimiento y el dolor que tendría que atravesar hasta que realmente pasara por ello (Alma 7: 11-14).
Aún así, el plan sobre cómo iba a lograr nuestra salvación sí existió. Era un plan perfecto que comprendería a cada persona que nacería en la tierra.
Si bien nuestros planes pueden no alcanzar ese nivel, es importante que tengamos uno. Los planes son el camino que nos lleva desde dónde estamos hasta nuestro objetivo final (nuestro propósito). Es posible que no sepamos cómo se ve ese camino… pero necesitamos tomar la decisión sobre qué camino tomar.
3. Las recompensas – Mateo 11: 28-30
Entonces tenemos un propósito. Y un plan. Sabemos por qué necesitamos ir a donde vamos. Y sabemos cómo vamos a llegar allá. ¿No debería de haber también recompensas a medida que avanzamos en el camino?
Claro que sí. Dios siempre hace promesas y nos da bendiciones a medida que avanzamos hacia nuestra meta.
Por lo tanto, la tercera pauta es recordar las recompensas que tenemos en el camino.
Probablemente en una de las escrituras más reconfortantes en la Biblia, Cristo declara que si acudimos a Él, entonces “[Él] nos hará descansar” (Mateo 11:28). En ninguna parte nos dice que debemos ser perfectos para que se cumplan Sus promesas. Encontramos esas bendiciones en el camino.
Cuando te propones lograr algo, ¿qué recompensas recibes en el camino? La recompensa de nuestros esfuerzos no debería venir al final porque sino no lograríamos nada. Al menos yo no lo haría, no estoy seguro de ser lo suficientemente disciplinado.
Las recompensas que vienen al bajar de peso se encuentran en el camino, como más energía y motivación. Las recompensas que vienen de la meta de querer casarse es el amor que crece entre la pareja, el amor no es el resultado final, viene de un proceso.
No importa lo que nos tracemos, hay bendiciones y promesas que podemos reconocer en el camino que nos lleva a tener éxito.
4. El camino a seguir – 3 Nefi 27: 13-15
Al fin, la parte favorita de todos. Aquí es donde el propósito, el plan y las recompensas se unen en nuestras acciones. Aquí es donde nos ponemos nuestros cascos, donde iniciamos la carrera, sin embargo esto no se puede lograr sin las otras pautas descritas.
Al principio de todo, debemos establecer un camino claro hacia adelante.
Esto es diferente a hacer un plan. Recuerda que nuestro plan es la guía que necesitaremos. El camino representa los detalles específicos que planeamos tomar para alcanzar nuestras metas.
Fue el plan de nuestro Padre Celestial lo que nos permite ser salvos por medio del Salvador. Fue el camino, el Evangelio de Cristo, lo que nos dice cómo se logra esto. Es a través de la fe, el arrepentimiento, el bautismo, la confirmación y la perseverancia hasta el fin que somos salvos, no sólo porque se nos proporcionó un Salvador.
El camino generalmente no nos dictará todo el plan que hemos establecido, sólo nuestros próximos pasos a seguir. Nos muestra en dónde nos encontramos actualmente, nuestra motivación y cualquier obstáculo que podamos encontrar en nuestro camino.
Un camino puede tomar la forma de la meta de no consumir azúcar durante una semana, o de no decir una mala palabra por un día. Independientemente del progreso general que hayamos logrado, siempre habrá un camino a seguir. Tus metas y objetivos se pueden alcanzar.
Para lograr lo que nos propusimos hacer, debemos prestar mucha atención al camino a seguir, no importa el tiempo que nos lleve recorrer ese camino.
5. progreso – Alma 32: 26-28
A medida que empezamos a hacer algo trazarnos algo, debemos reconocer que cada pequeño progreso que hacemos es una victoria para nosotros.
Para mí, esta es la parte más difícil del camino. Siento que la mayoría de las veces hago mucho o no hago nada… no hay término medio. Como puedes te imaginar, eso me ha traído muchas decepciones. Aunque también me ha llevado a tener muchos éxitos.
Sin embargo, el patrón establecido por el Señor es “línea por línea, precepto por precepto” (DyC 98:12). Si a Él no le importa nuestro progreso lento pero constante, ¿porqué debería importarnos a nosotros?
Cuando se trata de seguir adelante, avanzando hacia la meta o lo que deseas hacer, una acción importante que nos mantiene motivados es celebrar el progreso que alcanzamos.
Puede que a veces paremos o nos desviemos del rumbo, pero es ahí donde podemos recordar nuestro propósito, nuestro plan, las recompensas y el camino a seguir para que podamos regresar y comenzar a avanzar (¡progresar!) nuevamente.
A veces todo lo que se necesita es un deseo. Ese deseo se convertirá en una llama de fe y esperanza, o en un árbol de conocimiento como lo describe Alma. Este crecimiento no se produce de inmediato, pero se produce constantemente, lo que resulta ser mucho más duradero que cualquier resultado instantáneo obtenido.
Habrá momentos en los que fallaremos, ser mortal e imperfecto es difícil. Nunca fue destinado a ser fácil. A veces, las cosas que incluso nos proponemos hacer no se pueden lograr en esta vida. Eso no significa que debamos dejar de intentarlo.
Cuando seguimos el patrón establecido por Dios, los resultados no son necesariamente lo que Él está buscando. Sí, Él quiere que seamos perfectos, pero sabe que nunca lo seremos.
Él mira en quién nos hemos convertido y nos convertiremos gracias a Su plan, Su evangelio y nuestro Salvador.
Este artículo fue escrito originalmente por Conner Johnson y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “The Beautiful, Deeper Meaning of the Phrase “Become as Little Children””