Esta es la historia de fe de Leonardo de Oliveira Alves, de la Rama Aviación, Distrito Presidente Prudente, Sao Paulo.
He sido católico desde que tengo memoria, pero nunca fue un católico muy practicante. Por lo general, iba a la iglesia solo cuando tenía ganas o cuando las circunstancias de la vida me impulsaban a ir.
Pero todo cambió cuando conocí a mi novia, Janaína, y pronto ella me llevó a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Fue una experiencia diferente a cualquier otra visita a la iglesia.
En mi primer domingo en la capilla de una rama de mi ciudad, fui muy bien recibido por los miembros y sentí una gran paz allí, como si ya fuera parte de ella. Este sentimiento fue tan fuerte que puedo decir que estaba seguro de estar en la Iglesia correcta desde el primer momento.
Seguí asistiendo a las reuniones y aprendiendo de los misioneros. Siempre traté de hacer lo correcto y después de dos meses, más o menos, decidí bautizarme.
¡Los miembros de la rama me dieron una cálida bienvenida! Tanto es así que después de mi bautismo realizaron una noche de hogar especial, donde me dieron consejos y compartieron citas que nunca he olvidado. Fueron esenciales en mis inicios como miembro de la Iglesia.
En el proceso, aprendí cómo el Evangelio de Jesucristo nos permite tener grandes experiencias mientras exige grandes cosas de nosotros. También aprendí la importancia de honrar siempre los convenios que hacemos con Dios para recibir Sus bendiciones.
Aprendí a leer las Escrituras, a orar con fervor y también a amar a los demás, actuando como lo haría nuestro Salvador Jesucristo. ¡Ser bautizado en la Iglesia fue verdaderamente la mejor decisión de mi vida!
Pocos meses después de mi bautismo, tuve la oportunidad, por primera vez, de visitar al Templo de Campinas en una caravana de mi distrito Presidente Prudente, Sao Paulo.
Oraba mucho para poder recibir una respuesta en ese lugar, una confirmación, una revelación, incluso sobre mi novia, si ella realmente era la indicada para mí. Y el Señor me respondió con paz y tranquilidad que todo estaba bien.
Además, ansiaba efectuar las ordenanzas a favor de mi difunto padre y mis abuelos. ¡Fue tan emocionante! Sentí que estaba cerca de ellos. Me sentí muy feliz por esta oportunidad de hacer el bien a mi familia y también a otras personas que han fallecido.
El templo es verdaderamente la Casa del Señor y lo que pude sentir allí es algo indescriptible. Sentí algo maravilloso, mucha paz y tranquilidad, como esa sensación que tuve en mi primer domingo en la Iglesia, pero multiplicada por 100.
Pude fortalecer mi espíritu al ir al templo y ver el cambio que el Evangelio había hecho en mi vida. Fue muy claro y conciso. Solo podemos recibir bendiciones si somos dignos, si honramos nuestros convenios y guardamos los mandamientos de nuestro Salvador Jesucristo.
Fuente: maisfe.org