En algún momento, todos hemos pasado por esa etapa en la que no nos gusta nuestro aspecto físico y comenzamos a compararnos con los demás. Ese sentimiento no solo afecta la autoestima, sino también nuestra visión de la vida e incluso nuestra relación con Dios.
Un joven de la Iglesia de Jesucristo tuvo esa misma experiencia, pero no solo durante una etapa, sino toda su vida. En un intento por buscar ayuda para superar esos sentimientos, escribió una carta anónima y se la envió a la Iglesia de Jesucristo.
Usualmente, la Iglesia no responde cartas sin información del remitente. Sin embargo, al leer la experiencia de este joven, el presidente Dallin H. Oaks decidió responder.
La carta del joven
El joven escribió:
“Les escribo porque soy infeliz y he sido infeliz durante años.
Me encuentro en el punto en el que necesito que alguien aclare mis dudas y me guíe para poder comenzar a ejercer fe para cambiar mi vida; de lo contrario, siento que nunca cambiaré.
Tengo veintitantos años y estoy soltero.
Estar soltero no es el problema. El problema es que no soy una persona [físicamente] atractiva.
No tengo crecimientos anormales ni nada, pero no soy lo que las chicas llamarían ‘guapo’.
La mayoría de las chicas piensa que tengo una personalidad increíble, muy genuina y agradable, y que tengo todo a mi favor.
Sin embargo, la frase que escucho con frecuencia es: ‘Él es perfecto en todos los sentidos, pero no tengo sentimientos románticos hacia él’.
No puedo mejorar mi mandíbula o la forma de mis ojos u otras características de mi rostro.
Solo quiero ser atractivo y que mi esposa también piense que lo soy.
Lo que esto significa es que he tenido muy pocas oportunidades a lo largo de los años para salir en citas con chicas que me interesan”.
En esta parte de la carta, el joven no solo escribe sobre su falta de atractivo y el costo de esto en su vida amorosa, sino también sobre su infelicidad.
Esto plantea una pregunta delicada sobre a quién elegimos para salir.
La apariencia es algo importante, pero una vez que conocemos bien a alguien, nuestras ideas sobre su apariencia pueden cambiar.
Una persona que pensábamos que era hermosa puede volverse poco atractiva para nosotros, debido a una disposición desagradable.
Asimismo, alguien que ha pasado desapercibido puede, de pronto, por alguna nobleza interior u otra cualidad de personalidad, volverse muy atractivo para nosotros.
Quejarse del cuerpo que el Padre Celestial le dio
Posteriormente, el joven se queja del cuerpo que el Padre Celestial le dio:
“Como resultado de esto, he tenido desafíos con mi fe y paciencia con el Señor.
Sigo diciéndome que Él podría haberme hecho guapo, pero no lo hizo.
¿Por qué? ¿Por qué soy feo y muchos de mis amigos cercanos son atractivos y también están casados?
En este momento de mi vida tengo muy pocas esperanzas de ser feliz.
Pienso, ¿cuál es el punto de ser bueno? ¿De qué sirve guardar los mandamientos? ¿Cuál es el propósito de esto? ¿cuál?”, escribió.
Se puede sentir el desánimo y la desorientación de este joven.
La preocupación por su apariencia física no le permite ver ninguna conexión entre guardar los mandamientos y la felicidad personal. Está empezando a darse por vencido cuando el Señor apenas está comenzando a trabajar en él.
Nuestro Padre Celestial promete que, si soportamos bien nuestras adversidades, Él nos fortalecerá en ellas y que, en última instancia, esos desafíos nos harán merecedores de la exaltación (Doctrina y Convenios 121:7-8).
En el desánimo, el joven olvida las palabras del Señor a Samuel mientras buscaba un rey para Israel:
“No mires a su parecer ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
Por un momento, veamos a las personas a quienes realmente les importamos, ellas no nos aman por nuestra belleza exterior y viceversa. Ellas nos aman por nuestra naturaleza única.
La apariencia física solo tiene un impacto limitado.
No sentirse bien con su apariencia y alejarse de Dios
El joven admitió que al no sentirse bien con su apariencia, comenzó a tener desafíos con los mandamientos. Tuvo una vida de la que no se sentía orgulloso. Entonces, buscó a su obispo para que le ayudara a corregir sus errores.
“Cada uno [de mis errores] proviene de todo esto [mi fealdad].
Me deprime tanto que las chicas me rechacen que mi resolución de ser obediente [a Dios] se esfumó.
El arrepentimiento es inútil.
La única razón por la que sigo intentándolo es por la gran paz que trae a mi vida. Pero, aunque pueda tener paz, sigo siendo infeliz”.
En su desánimo, este joven probó los caminos del mundo para aliviar su insatisfacción, pero solo encontró más dolor y desprecio por sí mismo. Se obsesionó tanto con sus debilidades que olvidó su verdadera identidad eterna.
Para terminar su carta, el joven escribió:
“P.D.: ¿Alguna vez han pensado en cómo se verán en la próxima vida? ¿Están 100% cómodos con su apariencia? Les haría la misma pregunta a todos, no solo a ustedes”.
La respuesta del presidente Oaks
El presidente Oaks escribió una sabia respuesta al apartado de correos que figuraba en la carta de este joven:
“Querido hermano:
Aunque normalmente no respondemos cartas anónimas, he decidido responder la carta en la que expresa sus preocupaciones e insatisfacción con su apariencia física. Usted dice que ‘solo desea ser atractivo’.
No diré que la apariencia no es importante. Sin embargo, sí pienso que usted ha construido una definición y un pedestal para el atractivo físico que es mucho más alto de lo que debería ser.
[En la Iglesia] enseñamos que la verdadera belleza se basa en la rectitud, la virtud y vivir el Evangelio.
Todo lo que uno tiene que hacer es mirar alrededor de un asilo de ancianos para darse cuenta de cuán evidente es la belleza. O, comparar el atractivo de algunas personas antes de los veinte y después de los cincuenta.
Las personas que permanecen hermosas en el mundo son aquellas que viven con generosidad, consideración y todos los demás valores cristianos.
Además, cuando ves a la gente hermosa del cine y prestas atención a la frecuencia con que se casan y se divorcian, queda claro que el atractivo no es sinónimo de felicidad.
Para hacer énfasis en esta verdad, considere la siguiente descripción del Salvador en Isaías 53:
‘¿Quién ha creído nuestro mensaje? ¿Y a quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Porque subirá cual renuevo delante de él y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él ni hermosura; y cuando le veamos, no habrá en él atractivo para que le deseemos’.
Incluso en la vida del mismo Cristo, la belleza física no era importante; y, por lo tanto, no debemos dejar que se vuelva demasiado importante para nosotros.
Me preguntas si me preocupa cómo me veré en la próxima vida. No dedico tiempo a preocuparme por ese asunto.
Me esfuerzo por conducir mi vida de una manera que refleje mi testimonio de Jesucristo. Te recomiendo hacer lo mismo”.
Fuente: LDS Living