Una de las preguntas que muchas personas se hacen al conocer la fe de los Santos de los Últimos Días es cómo entendemos el pecado original y la responsabilidad personal frente al pecado.

Según las creencias fundamentales de la Iglesia, reveladas por el profeta José Smith en 1842, los hombres son responsables de sus propios pecados y no son castigados por la transgresión de Adán.

Aquí hablaremos más al respecto y explicaremos cómo esta enseñanza influye en nuestra visión de la naturaleza humana y de la expiación de Jesucristo.

La naturaleza caída y nuestra responsabilidad personal

El pecado original puede entenderse en dos aspectos: por un lado, la tendencia innata a pecar que heredamos como consecuencia de la Caída de Adán y Eva; por otro, la idea de que todos seríamos culpables de la transgresión de Adán.

Los Santos de los Últimos Días creemos en el primer aspecto: todos nacemos con una naturaleza caída y con la capacidad de pecar, pero no creemos que la culpa del pecado de Adán se nos atribuya automáticamente (Doctrina y Convenios 29:39). La responsabilidad de cada persona frente al pecado es personal y consciente.

La inocencia de los niños

Una frase tan familiar como “Jesús te ama” cobró un nuevo sentido cuando un niño la dijo de forma diferente.
«Sus niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo». Imagen: Masfe.org

Cada ser humano nace en un estado de inocencia. Aunque heredamos la naturaleza caída, no nacemos con pecado, y nuestros actos son los que definen nuestra responsabilidad.

Moroni enseñó que el arrepentimiento y el bautismo son para quienes son responsables y capaces de pecar, mientras que los niños pequeños no necesitan arrepentirse ni ser bautizados (Mormón 8:10-11).

«He aquí, te digo que esto enseñarás: El arrepentimiento y el bautismo a los que son responsables y capaces de cometer pecado; sí, enseña a los padres que deben arrepentirse y ser bautizados, y humillarse como sus niños pequeños, y se salvarán todos ellos con sus pequeñitos.

Y sus niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo. He aquí, el bautismo es para arrepentimiento a fin de cumplir los mandamientos para la remisión de pecados».

De la misma manera, si un niño fallece, su salvación está asegurada por la expiación de Jesucristo, reflejando la misericordia y justicia perfectas de Dios.

Justicia y libertad divina

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Las Escrituras confirma esta verdad:

“El hijo no llevará la iniquidad del padre, ni el padre llevará la iniquidad del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la maldad del malvado será sobre él”. (Ezequiel 18: 20)

Cada persona es responsable de sus propias decisiones y de los actos que comete. La caída de Adán afectó nuestra naturaleza, pero no nuestra culpabilidad; nuestro pecado es personal, y la expiación de Jesucristo nos permite superar sus consecuencias.

Como hijos de Dios, cada uno tiene la libertad de elegir qué creer y en qué basar su vida. La comprensión del pecado y la expiación es un aspecto fundamental de la fe, y conocer estas enseñanzas puede fortalecer nuestra relación con Dios y nuestra confianza en Su justicia y amor.

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