Este artículo fue escrito por Letícia Fonseca Rocha.
Nuestro amoroso Padre Celestial conoce todas las cosas y permite que pasemos por pruebas para que lleguemos a conocerlo, amarlo y comprender que sin Él no tenemos nada.
El 27 de octubre de 2019 nació nuestra tercera hija, Helena, una niña hermosa y brillante. Toda la familia la amaba; siempre fue muy inteligente y alegre, y trajo innumerables alegrías a nuestra familia.
En enero de este año, cuando Helena tenía solo 4 años, sufrió un accidente en la piscina y, a pesar de muchos esfuerzos por salvarla, no sobrevivió. El 13 de enero de 2024, regresó al hogar celestial.
Despedirnos de ella fue lo más difícil que hemos tenido que hacer en la vida. En ese momento, parecía que nuestro mundo había llegado a su fin. ¿Cómo podríamos seguir aquí en la Tierra sin mi pequeña?
No puedo describir todos los sentimientos que tuve, porque el dolor es tan grande y real que en muchos momentos se convirtió en algo físico, palpable. Pero intentaré describir algunos de estos sentimientos, porque en medio de ellos encontramos muchas respuestas y enseñanzas.
¿Qué hago ahora?
Al principio, sentí como si estuviera viviendo una pesadilla, que me despertaría unos días antes del accidente y tendría la oportunidad de vivir nuevamente esos días y hacer todo de manera diferente.
Conforme pasaron los días, me di cuenta de que eso no sería posible.
Oré al Señor con todas mis fuerzas preguntando: “¿qué hago ahora?” y escuché una voz que decía:
“No necesitas hacer nada, porque esa batalla ya la ganó Jesucristo, y gracias a Él la muerte no tiene poder sobre Helena. ¡Solo sigue adelante!”
Esa respuesta trajo paz a mi corazón. Pude fortalecer mi fe de que, gracias a Jesucristo, Helena está en un estado de felicidad y paz. No pudimos salvar su cuerpo físico aquí, pero ella sigue viva y está salva.
También tuve sentimientos de culpa. Yo era su madre y debía haber hecho más para protegerla ese día. “Si tan solo hubiera hecho esto o aquello”, pensamientos como esos venían con frecuencia a mi mente.
El Señor te sanará
Poco después del accidente de nuestra pequeña, recibimos la visita del élder João Luis Oppe, quien nos miró a los ojos, demostró su amor hacia nosotros y nos dijo:
“Oré mucho para saber lo que el Señor les diría en este momento y sentí muy fuerte en mi corazón que Él quiere que les diga que no tienen la culpa.
Fue Dios quien quiso tenerla a Su lado ahora y ustedes no tienen la culpa de lo que sucedió. El Señor los sanará, tomará tiempo, pero Él los sanará, solo si no se culpan”.
Sentí el amor de nuestro Padre Celestial a través de uno de Sus líderes.
Me di cuenta de que el Señor estaba al tanto de la situación, que no se había olvidado de mí ni me había abandonado, y que no había nada que pudiera haber hecho de diferente, porque Helena ya había cumplido su misión en la mortalidad; el accidente solo fue una excusa para que regresara a casa.
Cuando los sentimientos de culpa insistían en aparecer, me aferraba a estas palabras y a la promesa de sanación.
Una separación temporal
Sin embargo, seguí teniendo días difíciles y comencé a sentir un poco de enojo.
“¡No era justo! ¿Cómo pudo Dios hacerme esto? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice mal?”
Después de muchos días preguntándole esto al Señor, entendí que Él me había escogido para ser la madre de Helena, que confió en mí y en mi familia un tesoro valioso porque sabía que en nuestro hogar ella recibiría amor y todo lo que necesitaba aprender en estos 4 años.
Sus días estaban contados; siendo un espíritu especial, ella no necesitaba pasar por toda la experiencia de la mortalidad. Entonces, si no fuéramos capaces de soportar esta prueba, tampoco la habríamos recibido en nuestra familia.
Y yo elijo mil veces, si es necesario, tenerla en nuestra familia. Porque sé que gracias al templo todo está bien; ¡la separación es temporal!
Desde el accidente, siempre llevo conmigo una pregunta: ¿cómo puedo ser feliz otra vez?
He comprendido que mi felicidad no será mayor que mi gratitud, y me esfuerzo por ser agradecida por los 4 maravillosos años que tuvimos con nuestra pequeña aquí en la Tierra.
También entendí que la experiencia en la mortalidad sigue valiendo la pena gracias a Jesucristo y que, aun en medio de las pruebas y desafíos, puedo ser feliz al vivir el evangelio de alegría.
Recuperaremos a Helena
Aunque por momentos aún me siento triste, mi perspectiva ha cambiado. Porque nada me ha sido robado, nada se ha perdido, sino que me espera una gran bendición si permanezco fiel.
Hoy puedo mirar hacia adelante con esperanza, en lugar de mirar hacia atrás con desesperación.
Coincidentemente o no, fue un viernes cuando sucedió el accidente de Helena, pero sé, en el nombre de Aquel que conquistó la muerte, que llegará el domingo de resurrección y cuán grande será la alegría de ese reencuentro.
Uno mis palabras a las del presidente Jeffrey R. Holland y comparto:
“Un corazón roto se sana cuando se ofrece a un Padre Celestial, quien lo restaura y lo perfecciona. Recuperaremos nuestro corazón. Recuperaremos a [Helena]. Recuperaremos extremidades perdidas. Recuperaremos todo y lo recibiremos de mejor manera”.
Doy testimonio de que Cristo cura nuestras heridas; Él puede ayudarnos a soportar nuestras pruebas, enfermedades y dolores. Podemos tener una vida llena de alegría, paz y consuelo.
“Todo lo que sea injusto en la vida podrá corregirse por medio de la Expiación de Jesucristo”. –El plan de salvación
Él vive, y porque Él vive podemos tener gozo en esta vida y felicidad plena en el mundo venidero, donde estaremos todos juntos en un estado de felicidad sin fin.
¡Gracias a Jesucristo, lo mejor está por venir! En el nombre de Aquel que venció la muerte, Jesucristo, amén.
Fuente: maisfe.org
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