En el siglo XIV, la peste negra cobró la vida de más del 60% de la población de Europa, alrededor de 50 millones de personas. Podría decirse que fue una de las mayores catástrofes que el mundo haya enfrentado.
Hoy haré una comparación con una plaga que enfrentamos en nuestros días… y adivina qué… nuestra plaga fue una PROFECÍA que se encuentra en LAS ESCRITURAS. Sí, eso es correcto. En la misma palabra de Dios.
Las plagas son desastrosas. Algo que cobra la vida de millones está calificada como desastrosa. No es gran sorpresa, lo sé, sin embargo la muerte ni siquiera es la peor consecuencia.
La peor parte de las plagas es que cuando las descubres, ya es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Estás frito. La devastación y la desesperanza deja a las comunidades y ciudades en ruinas.
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Los antiguos europeos, una y otra vez se encontraron en esta posición de desesperanza. ¿Cómo luchas contra una plaga misteriosa que está cobrando la vida de miles de personas cuando no sabes casi nada al respecto? Con oración, oración y luego probablemente con un poco más de oración, porque verdaderamente no hay mucho que se pueda hacer. Es hora de comenzar a orar.
Experimentamos la plaga que puede destruir lentamente al mundo, pero podemos hacer algo ahora para detenerla.
Desafortunadamente, la plaga con la que estamos lidiando está atacando nuestro propósito y potencial divinos en todos los frentes. Se está infiltrando en los corazones de los hombres de todo el mundo.
Puede ser diferente a lo que estés pensando.
Nuestra terrible plaga
Hace unos años, el presidente Nelson contó una historia sobre cómo el avión en que viajaba tuvo un problema con su motor. ¿Recuerdas ese mensaje de la Iglesia?
A través de toda la conmoción, los desastres y las tragedias que azotaron la tierra, el presidente Nelson (Elder Nelson cuando contó esta historia) nos instó a tener fe, ya que en los últimos días, los corazones de los hombres verdaderamente desmayarían.
Echa un vistazo a la profecía una vez más.
“Y en ese día se oirá de guerras y rumores de guerras, y toda la tierra estará en conmoción, y desmayará el corazón de los hombres y dirán que Cristo demora su venida hasta el fin de la tierra. Y el amor de los hombres se enfriará, y abundará la iniquidad.” -DyC 45: 26-27
Ciertamente, esta es una profecía sobre el miedo que experimentaremos a medida que pasemos por las pruebas de los últimos días. Necesitamos mucha fe para sobrellevar estos tiempos.
Pero eso no es todo lo que necesitamos. Léelo de nuevo. ¿Qué otra cosa ves?
Al clásico estilo de un maestro no tan eficaz de la Escuela Dominical, te hice una pregunta en la que estoy tratando de que adivines lo que estoy pensando.
Te daré una pista, luego haré la mala pregunta.
Piensa en lo que “se enfriará” a medida que nuestros corazones nos fallan. Ahora, ¿qué más ves?
Si. ¡Amor! Amamos el amor. Amamos el amor con todo nuestro corazón.
Excepto que no lo hacemos… y se está “enfriando”. ¿No nos da eso una perspectiva diferente de cómo nuestros corazones nos desmayarán? Tal vez creemos y sentimos que tenemos suficiente fe, pero ¿tenemos suficiente amor?
Ahí está. La gran plaga que está arrasando el mundo. Es una plaga de odio, resentimiento, intolerancia e injusticia. Es una plaga que está causando que nuestro corazón espiritual sufra un paro cardíaco y limite cómo y cuándo amamos.
Es devastador. Más que quizás cualquier otra cosa que enfrentamos hoy.
¿Cómo se ve nuestra plaga?
Espera un segundo. Esa es una afirmación poderosa y audaz. Parece que estás juzgando el mundo en base a unas cuantas personas. Eso no es correcto, ni es justo.
Quizás sí. Pero recuerda que la parte más devastadora de la plaga es que cuando lo notas, es demasiado tarde para realmente hacer algo al respecto. Es posible que no sepamos que nos está atacando hasta que sea demasiado tarde, hasta que el daño ya esté hecho.
Realmente no tienes que mirar muy lejos para encontrar las formas en que nuestro corazón (nuestro amor) nos están fallando.
La contienda constante en las redes sociales. Juzgar a nuestros amigos y conocidos por las decisiones de vida que están tomando. Estar en lo “correcto” sin importar el costo. El negarse a perdonar a alguien. El aprovecharse de los demás. Poner nuestras necesidades y deseos sobre los de otras personas. Y hay muchos más…
He pasado las últimas horas revisando las publicaciones en las redes sociales con cualquier tipo de opinión, independientemente del tema. Como sociedad, estamos DETERMINADOS a asegurarnos de que nuestro estilo de vida es visto como superior frente a los estilos de vida de los demás.
Es muy fácil olvidarnos de tratar a las personas como personas. Es muy fácil olvidar que el valor de todos es tan grande como el nuestro, personas que simplemente eligen vivir de manera diferente a tuya o a mí.
Es una plaga astuta que Satanás creó para mantener nuestro enfoque alejado de él. Es un mal contra el que se supone deberíamos luchar. No el uno contra el otro.
Cristo y el centurion
Casi inmediatamente después de que Cristo eligió a los Doce Apóstoles, un centurión, o soldado romano, se le acercó. Bueno, en realidad, fue contactado por sus amigos judíos, en nombre de este centurión, para que viniera y sanara a su criado que estaba muriendo.
Ponte en esta interacción sólo por un segundo. Digamos que es alguien que sabes que se ha alejado de la Iglesia. Ha elegido vivir un estilo de vida diferente, e incluso ha dedicado su vida a “ayudar” a otros a encontrar la felicidad como lo hizo él al dejar la Iglesia.
Eso es bastante similar a lo que está pasando aquí. El centurión era bueno con los judíos y les permitía adorar como quisieran, pero sólo por ser un centurión, estaba en oposición al pueblo judío y al estilo de vida que llevaban.
¿Le impidió eso acercarse a Cristo? No. ¿Eso impidió que Cristo ayudara al centurión? No.
El centurión se acercó a Cristo con la humildad que viene de reconocer que todos necesitan ayuda. Vio el bien que el Hombre podía hacer, incluso si no hubiera estado de acuerdo con Su estilo de vida. Incluso se llamó indigno de recibir a Cristo bajo su propio techo.
Cuando Cristo le ayudó, no fue con condiciones. No le dijo al centurión que debía arrepentirse, cambiar su forma de vida o renunciar a ser romano para recibir su ayuda. Lo elogió por la gran fe que tenía el centurión.
La plaga no tenía lugar en sus corazones. Sus corazones estaban vivos y buen estado.
El antídoto contra la plaga
Esto puede parecer obvio. Definitivamente anticlimático, sin embargo es cierto…
El antídoto para la plaga que destruye el amor, es tener más amor.
Lo sé, tu mundo ahora es diferente. Nunca has leído o sentido algo tan profundo en tu vida.
Pero, si es tan obvio, ¿por qué luchamos tanto para vivirlo?
No estoy diciendo que todos somos malvados y que tenemos que arrepentirnos de gran manera. Todo lo que digo es que, a veces, estamos infectados por una plaga que está convirtiendo lentamente al mundo en un campo de batalla, donde la conmoción y la contienda nos gobierna a todos.
Tenemos la sagrada responsabilidad de defender nuestra fe y compartir el Evangelio. Pero eso no se puede hacer sin amor. No podemos obligar a otros a aceptar nuestra forma de vida. Ciertamente no deberíamos discutir con ellos al respecto.
Lo que podemos hacer es llegar a un punto medio. Podemos servir y elevar a otros sin prescribir un estilo de vida ajeno al suyo.
Podemos dejar de juzgar y hacer todo lo posible para satisfacer las necesidades de los demás antes que las nuestras.
Si nos damos cuenta que no amamos ni siquiera a aquellos que pueden estar luchando activamente contra la Iglesia, y que ya estamos infectados con la plaga que está deteriorando nuestros corazones… entonces podemos orar. Podemos orar con toda la energía de nuestro corazón, como Mormón sugiere en una carta a su hijo Moroni, orar por caridad, el amor perfecto.
En resumen, podemos ejemplificar al mismo Hombre cuya historia compartimos y cuyos discípulos somos. Cuando los centuriones se nos acerquen, podemos elegir seguir el ejemplo perfecto de Cristo y amarlos, incluso si ese amor significa que no discutamos, contendamos ni probemos que nuestro estilo de vida es mejor que el de ellos.
Todos estamos en el mismo estado de producción. Todos pasamos por desafíos similares.
No dejemos que Satanás nos tiente a perder nuestro amor a nuestro prójimo, que después de todo, es el segundo y más grande mandamientos de todos.
Este artículo fue escrito y publicado originalmente por askgramps.org bajo el título “Is there homophobia in the LDS Church?”