No dejemos que el miedo y el pánico por el coronavirus dicte nuestro servicio de adoración, el centro de todo siempre será el Salvador
Para las personas de fe, las iglesias pueden ser un gran lugar para acercarse más a Dios, reencontrarse con amigos y, en ocasiones, propagar gérmenes.
Esa última actividad no sucede a propósito, pero es difícil de evitar, dijo el reverendo Tim Briggs, quien está en el proceso de habilitar una nueva iglesia en Charlotte, Carolina del Norte.
“Las personas se dan la mano, se saludan y comparten lo que pasa en sus vidas. Hay muchas oportunidades para que se propaguen los gérmenes”, dijo.
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La interacción física, incluso durante el ritual de comunión, ha sido parte de los servicios de adoración cristiana durante siglos. Los primeros cristianos se congregaban en espacios pequeños y compartían sus recursos limitados, desarrollando su cercanía tanto física como espiritual, dijo el reverendo Briggs.
“Congregarse en un lugar físico es parte de lo que Jesús estableció desde el principio”, dijo.
Pero la familiaridad de los apretones de manos, los abrazos e incluso las copas de comunión compartidas durante la adoración no impide que estas prácticas se conviertan en un problema en temporadas de algún virus o enfermedad.
Ajustes y prevención
Algunas iglesias ajustan sus rituales cada temporada de gripe, y la mayoría alienta a las personas a quedarse en casa cada vez que se sientan enfermas.
“Es un equilibrio un tanto difícil de lograr para todas las iglesias”, dijo el reverendo Riggs. “No deseamos que la enfermedad se propague en la comunidad”, pero tampoco desean perder todas las interacciones físicas que hacen que la iglesia se sienta como una iglesia.
En medio del brote global del coronavirus (COVID-19), la nueva cepa ha provocado más de 3,300 muertes, muchas iglesias están tratando de hacer ajustes que no afecten demasiado los servicios de adoración ni a su comunidad.
Por ejemplo, los pastores han animado a las personas a saludarse con los codos en lugar de abrazarse, han dejado de ofrecer vino o jugo de vid para la comunión en una copa compartida.
Jean-Luc Butel, presidente de la Estaca Singapur de La Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días. Santos, dijo para Deseret News que compró “dos termómetros de alta velocidad para cada barrio” y que se colocaron desinfectantes en todo el centro de reuniones para que las personas pudieran “desinfectarse las manos con frecuencia”.
Las iglesias cristianas están lejos de ser las únicas organizaciones religiosas afectadas. Las mezquitas en Irán y en otros lugares han tenido que dejar de ofrecer servicios de oración semanales y muchas sinagogas han aconsejado a sus asistentes a no tener contacto físico entre sí.
Es probable que estos cambios relacionados con el coronavirus sólo sean temporales, pero aún así preocupan a los líderes religiosos del mundo.
Más fe, menos temor
Las iglesias deben hacer lo que puedan para proteger a los fieles e intentar no propagar el pánico entre las personas, dijo el obispo Oscar Solís, quien dirige la Diócesis Católica de Salt Lake City, en un memorando del 28 de febrero.
“No queremos causar pánico, pero queremos estar preparados si es que surge la necesidad de implementar las precauciones de salud adecuadas”, escribió.
Tomar decisiones basadas en el miedo no es lo ideal cuando eres parte de una comunidad que se basa en la fe, dijeron otros líderes religiosos.
El reverendo Barry Gray, pastor de transición en la Primera Iglesia Presbiteriana en Mount Holly, Nueva Jersey, compartió que dejarse influenciar por el miedo “resalta el problema en lugar de [enfocarnos] en Cristo mismo”.
La reverenda Fleming Rutledge, quien es un sacerdote y autor episcopal, compartió ideas similares en una publicación de blog sobre la comunión en 2017, que compartió esta semana en respuesta a la ansiedad sobre el coronavirus.
“¿Debería el miedo dictar nuestra práctica en ese momento tan íntimo?” preguntó el reverendo Rutledge.
Se espera que cuando termine la temporada de gripe, y la ansiedad ligada al coronavirus disminuya, las iglesias celebren nuevamente la algarabía que caracteriza al ser humano.
“Sería realmente extraño que una iglesia no tenga abrazos, apretones de manos y saludos,” dijo el reverendo Briggs.
Fuente: deseret.com