Una de las verdades más fundamentales del evangelio se puede encontrar en las palabras de una conocida canción de la Primaria: “Soy un hijo de Dios”.
Como hijos de Dios, aprendemos que somos amados por Él y que si seguimos Su plan podemos obtener la vida eterna. El presidente Dieter F. Uchtdorf dijo una vez:
“Hermanos y hermanas, el Ser más poderoso del universo es el Padre de su espíritu; Él los conoce. Él los ama con un amor perfecto.”
Con el entendimiento de nuestra naturaleza divina, podemos sentirnos seguros a medida que recorremos el camino de la vida.
A menudo perdemos de vista quiénes somos en verdad y luchamos con nuestro potencial divino. Muchos están llenos de sentimientos de odio a sí mismos y baja autoestima. ¿Cómo pasó esto?
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La vergüenza es la primera herramienta que usa Satanás
La vergüenza es una herramienta extremadamente dolorosa que proviene del adversario. Es el primer engaño que utilizó en el Jardín del Edén para atacar a Adán y Eva. “Huyan, escóndanse”, dijo. “Están desnudos”.
La vergüenza nos dice que no sólo hacemos cosas malas, sino que nosotros mismos somos inherentemente malos, que no somos suficientes y que nunca podremos serlo.
Todos experimentamos culpa por nuestros pecados. Todos reconoceremos nuestra completa necesidad de la gracia de Cristo. Sin embargo, cuando la vergüenza supera nuestras percepciones, nos impide reconocer nuestro propio potencial divino.
Para combatir la vergüenza, necesitamos reconocer la diferencia entre culpa y vergüenza, evitar comparaciones, practicar el amor propio y centrarnos en crear una relación con Dios.
Somos demasiado conscientes de nuestras debilidades
Si te sientes mal contigo mismo, es posible que encuentres que otros también se sientan frustrados contigo. Puede que te pregunten: “¿Por qué no ves lo increíble que eres?”.
La verdad es que la gente puede decirte lo maravilloso que eres y tratar de darte la paz que necesitas, pero quizá te cueste creerlo. Una gran parte de porque no podemos ver una perspectiva diferente es porque estamos viendo las cosas demasiado cerca.
Después de todo, tú eres tú. Eres la voz que escuchas en tu cabeza. Analizamos cada pensamiento y motivación, hiriéndonos al hacerlo. Somos demasiado conscientes de nuestras debilidades y fracasos.
Definitivamente somos imparciales cuando se trata de nosotros mismos, ya sea para bien o para mal. Es importante dar un paso atrás e intentar alejarnos de nuestras propias emociones.
El dolor es una necesidad inmediata
Una perspectiva diferente es algo difícil de obtener cuando sientes dolor. Puede que te sientas completamente consumido por él. Cuando estás tratando de descubrir cómo vivir los días siguientes, es difícil incluso tener una visión que vaya más allá del día siguiente.
Para asegurarnos de que recordemos quienes somos, necesitamos enfrentar y aceptar nuestro dolor de manera honesta y vulnerable para luego empezar a cuidar de nosotros mismos. Al tratar nuestro dolor, podremos hacer espacio en nuestros corazones y mentes para la instrucción y guía de Dios.
Confiamos en otros para formar nuestros propios conceptos
Ya sea que nos demos cuenta o no, confiamos en el mundo para influir sobre cómo debemos sentirnos sobre nosotros mismos. Buscamos la validación de nuestros amigos, tomamos notas sobre cómo vivir nuestras vidas de acuerdo al ejemplo de celebridades y revistas, y nos comparamos constantemente con personajes en las redes sociales.
Con tanto ruido y distracción, no debería sorprendernos que el espíritu a menudo tenga dificultades para encontrarnos en tanto caos.
Tómate el tiempo para meditar y buscar claridad a través del don del Espíritu Santo. Ir al templo, aun si sólo estás en los jardines del templo, es una excelente manera de volver a enfocarte en tu potencial.
No aplicamos la Expiación en nuestras vidas
¿Entendemos el poder de la expiación de Jesucristo? ¿Lo aplicamos en nuestras vidas?
Cuando cometemos errores o nos enfrentamos a las consecuencias del pecado, a menudo queremos darnos al abandono. Sentimos que no tenemos esperanza. Creemos que la Expiación puede salvar a todos menos a nosotros. Esto no podría estar más lejos de la verdad. El sacrificio de Cristo fue hecho para que podamos progresar y recibir todo lo que Dios tiene.
Cristo no nos limita; nosotros creamos esas limitaciones.
Si estás luchando con ver tu potencial eterno, recuerda las palabras del Elder Richard G. Scott:
“Nuestro Padre Celestial no nos puso en la tierra para fracasar, sino para triunfar el gloria.”
Este artículo fue escrito originalmente por Aleah Ingram y fue publicado originalmente por ldsdaily.com bajo el título “5 Reasons We Struggle With Our Eternal Potential”