En las últimas semanas, muchos amigos, colegas y vecinos han enfrentado el dolor de la muerte de un ser querido o sus últimos días aquí en la Tierra.
La mejor forma que encontré para consolarlos fue usando palabras como: “el llanto es una de las más profundas expresiones de amor puro” y “la única manera de evitar el dolor de la muerte es evitar amar en la vida”.
Esas frases forman parte de un mensaje que he compartido durante los últimos años con mi familia, amigos y en la Iglesia en funerales y como condolencias.
El sufrimiento por la muerte de un ser querido
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En la Conferencia General de abril de 1992, el presidente Nelson, compartió un discurso titulado, “Las puertas de la muerte”.
En su hermoso mensaje, habla sobre el plan de felicidad, la perspectiva eterna, lidiar con las pruebas, la vida después de la muerte, la resurrección, la inmortalidad y la vida eterna.
En su discurso, el presidente Nelson hace referencia al sufrimiento por la muerte de un ser querido de la siguiente manera:
“Sea cual sea la edad, lloramos por los seres amados que se van. Ese llanto es una de las más profundas expresiones de amor puro; es una reacción natural de completo acuerdo con el mandamiento divino:
‘Viviréis juntos en amor, al grado de que lloraréis por los que mueran…’ (DyC 42:45)
Mas aun, no podríamos apreciar plenamente el gozo de reunirnos después, sin estas tristes separaciones de ahora. La única manera de evitar el dolor de la muerte es evitar amar en la vida”.
Los 3 propósitos de un funeral
En el “Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, en el capítulo “reuniones en la Iglesia”, dice:
“Un funeral dirigido por el obispo, ya sea en un edificio de la Iglesia o en otro lugar, es una reunión de la Iglesia y un servicio religioso. Debe ser una ocasión espiritual además de una reunión familiar”.
Los funerales tienen 3 propósitos:
1. Rendir tributo al difunto.
2. Ofrecer consuelo a la familia y a los deudos.
3. Enseñar y testificar del plan de felicidad de Dios, el Salvador, Su expiación, la Resurrección y los principios eternos que nos bendicen en esta vida y por la eternidad.
Al asistir a funerales tanto en la capilla como en funerarias u otros lugares, me he dado cuenta de que nuestro conocimiento y creencia en el plan de salvación nos da mucho consuelo.
Por lo mismo, debemos hablar con mayor frecuencia sobre los principios eternos de ese plan. A medida que lo hagamos, el Espíritu consolará nuestra alma.
Una promesa de esperanza, paz y consuelo
El entonces élder Nelson, concluyó su discurso de la Conferencia General de abril de 1992 con una promesa de esperanza, paz y consuelo. Su promesa se centró en los mensajes, la ministración y la misión del Señor:
“No tenemos por qué ver la muerte como un enemigo.
Con comprensión y preparación completas, la fe substituye al temor; la esperanza desplaza al desaliento. El Señor dijo:
‘… no temáis ni aun a la muerte; porque en este mundo vuestro gozo no es completo, pero en mi vuestro gozo es cumplido’ (DyC 101:36).
Él nos otorgó este don:
‘La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo’ (Juan 14:27).
Como testigo especial de Jesucristo, testifico que Él vive.
Testifico también que el velo de la muerte es muy delgado.
Se por experiencias demasiado sagradas para contar que los que ya lo han atravesado no son extraños para los líderes de esta Iglesia.
Nuestros seres queridos están tan cerca como si estuvieran en el cuarto contiguo, separados sólo por las puertas de la muerte.
Con esa seguridad, mis hermanos, ¡debemos amar la vida! Debemos atesorar todo momento como una bendición de Dios (véase Mosíah 2:21); vivirla para alcanzar lo más alto de nuestro potencial.
Y así, la espera de la muerte no nos tendrá prisioneros. Con la ayuda del Señor, nuestros hechos y deseos nos harán merecedores de recibir gozo sempiterno, gloria, inmortalidad y vida eterna”.
Fuente: Church News