Una de las verdades más poderosas del Evangelio restaurado, una que tiene profundas implicaciones, es que “cada uno de nosotros tiene un potencial divino porque cada uno es un hijo de Dios; cada uno es igual ante Su vista”.
A medida que los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se esfuerzan porc cumplir el mandamiento de ser uno (Doctrina y Convenios 38:27) y de sacar a la luz y establecer la causa de Sión (Doctrina y Convenios 6: 6), el presidente Russell M. Nelson nos ha invitado a dar “el ejemplo de abandonar las actitudes y acciones de prejuicio”.
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Él compartió las diferentes formas en que podemos “promover el respeto hacia todos los hijos de Dios”. Él nos ha animado, a medida que establecemos Sión, a edificar puentes de amistad, cooperación y comprensión.
“Todos estamos conectados y tenemos la responsabilidad, dada por Dios, de ayudar a mejorar la vida de quienes nos rodean.
No tenemos que ser iguales o parecernos para amarnos los unos a los otros. Ni siquiera tenemos que estar de acuerdo para amarnos.
Si tenemos alguna esperanza de recuperar la buena voluntad y el sentido de humanidad que anhelamos, debemos comenzar con cada uno de nosotros, persona por persona”.
Hay lugar para todos
El presidente Nelson nos ha instado a “ensanchar nuestro círculo de amor para abarcar a todo el género humano”.
¿Cómo podemos nosotros, como miembros de la Iglesia, ayudar a crear una comunidad mundial de Santos en la que todos se sientan bienvenidos y se esfuercen por vivir en paz y armonía unos con otros sin importar su raza, etnia, cultura, orientación sexual, edad, género, educación, nivel socioeconómico, habilidades, o alguna otra diferencia?
La respuesta es, por supuesto, mediante nuestro Salvador Jesucristo. El presidente Dallin H. Oaks, primer consejero de la Primera Presidencia, enseñó:
“Solo el evangelio de Jesucristo puede unirnos y llevar paz a las personas de todas las razas y nacionalidades”.
Jesucristo puede cambiar nuestro corazón (Mosíah 5: 2). Tiene “poder para sanar” (Marcos 3:15).
Al acercarnos a Cristo, nosotros mismos adquirimos una comprensión más profunda de la verdad que enseñó el presidente Nelson, que el Señor invita a todos a venir a Él.
Hay lugar en la Iglesia del Salvador para todos los que estén dispuestos a seguirlo y “dejar que Dios prevalezca” en sus vidas.
El favor de Dios no depende de la raza, el color de nuestra piel u otras características, sino de nuestra devoción a Él y nuestra voluntad para guardar Sus mandamientos.
Podemos dar el ejemplo al extender nuestra mano a los demás
Si encontramos en nosotros algo que refleje actitudes o comportamientos basados en prejuicios, debemos abandonarlos en nuestros esfuerzos por convertirnos en uno, porque si no lo somos, no somos Suyos (Doctrina y Convenios 35: 2; 38:27 ).
“Los miembros de la Iglesia deben liderar la promoción del respeto por todos los hijos de Dios […]. Se esfuerzan por ser personas de buena voluntad hacia todos, rechazando cualquier tipo de prejuicio”. –Manual General
Como miembros del “cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12:27), nos necesitamos los unos a los otros, “para que no haya división en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen por igual los unos por los otros. De manera que, si un miembro padece, todos los miembros padecen con él” (1 Corintios 12:25–26).
La oración, el estudio y la humilde reflexión pueden ayudarnos a ver de qué manera podemos amar mejor a Dios y a todos Sus hijos.
Establecer la buena voluntad puede significar superar nuestros propios prejuicios, suposiciones o estereotipos a medida que interactuamos con los demás.
Hacer un esfuerzo por comprender las experiencias de aquellos que no son como nosotros puede abrir nuestros ojos a las diferentes pero importantes perspectivas de los demás.
El presidente Oaks también dijo que “la sospecha o incluso la hostilidad de los desconocidos cede a la amistad o aun al amor cuando los contactos personales generan comprensión y respeto mutuo”.
Fuente: churchofjesuschrist