Cada vez es más común que nuestras creencias choquen con las ideas del mundo. Temas como la modestia, la familia o la identidad eterna se han vuelto motivo de debate, e incluso de burla. En redes sociales, en la universidad o en conversaciones cotidianas, sentimos esa presión constante por “modernizar” nuestra fe o adaptarla a lo que otros consideran correcto.
A veces, parece que defender lo que creemos nos deja solos, como si estuviéramos en el sueño de Lehi, aferrados a la barra de hierro mientras desde la gran y espaciosa edificación nos señalan y se ríen. Pero ese sueño no era solo una historia antigua. Es una imagen muy real de lo que vivimos hoy.
La burla hacia la fe no es algo nuevo, pero en nuestros días, se disfraza de sarcasmo, memes o conversaciones que hacen parecer que creer en Dios es algo ingenuo o “anticuado”.
Sin embargo, el Evangelio no cambia con las modas ni con las tendencias; el Evangelio es eterno, y nos sostiene cuando todo lo demás cambia.
Cuando defender la verdad nos hace sentir distintos

Hay momentos en los que defender lo que creemos se siente incómodo. No porque dudemos, sino porque nadie quiere ser el único que piensa diferente. En un grupo de amigos, en una clase o incluso en la familia, a veces preferimos callar para evitar conflictos o miradas extrañas.
El presidente Thomas S. Monson explicó una vez que muchas personas moldean su moral en función de lo que “se siente bien”, no en lo que es verdaderamente bueno.
Esa búsqueda constante de placer inmediato puede parecer libertad, pero termina vacía. La felicidad verdadera no se encuentra haciendo lo que queremos, sino haciendo lo que es correcto.
Y cuando entendemos eso, ya no importa tanto si otros piensan que somos “anticuados”. Nos damos cuenta de que seguir a Cristo no se trata de agradar al mundo, sino de encontrar paz en lo eterno.
Comprender en lugar de reaccionar

A veces pensamos que quienes se burlan lo hacen por maldad. Pero muchas veces la burla nace del dolor o la confusión, de corazones que no entienden la luz del Evangelio. Hay una frase importante a recordar:
“La burla nace de necesidades insatisfechas”
Y es cierto. Las personas que viven sin propósito suelen sentirse vacías, y esa falta de sentido las lleva a atacar lo que no comprenden.
Esto no justifica sus acciones, pero sí nos invita a verlas con empatía. Cristo nunca respondió con odio, incluso cuando lo ofendieron. Él hablaba con firmeza, pero con compasión. Enseñaba la verdad sin rebajarla, pero sin usarla para herir.
Cuando elegimos responder con bondad, no estamos siendo débiles. Estamos siendo discípulos de Cristo. Y eso siempre tendrá más poder que cualquier burla o crítica.
El verdadero enemigo

Cuando enfrentamos rechazo o críticas, es fácil poner etiquetas: “esa persona está contra la Iglesia”, “esa ideología es el problema”, “ese grupo nos odia”.
Pero en realidad, nuestro enemigo no es la gente, ni las ideas del mundo. El verdadero enemigo es Satanás, el que siempre ha buscado dividirnos, distraernos y hacernos dudar de quiénes somos.
Él es el autor de la confusión. Y cada vez que respondemos con ira o resentimiento, le damos el protagonismo que quiere.
Por eso, el desafío no es ganar discusiones, sino mantenernos en paz, firmes y fieles, sin perder de vista lo más importante: amar al prójimo, incluso cuando no comparte nuestra fe.
No necesitamos pelear para defender la verdad; basta con vivirla.
Ser un pueblo peculiar

En las Escrituras se nos llama “un pueblo peculiar”. Y aunque solemos usar esa palabra para decir que somos diferentes, su significado original es hermoso: peculiar significa “tesoro especial”, algo escogido y valioso para Dios.
Entonces sí, somos distintos, y eso está bien. Ser diferentes por seguir a Cristo es una forma de honrarlo.
Mientras el mundo busca aprobación, nosotros buscamos propósito. Mientras otros cambian con el viento de las opiniones, nosotros caminamos con la convicción de que lo que creemos proviene de Dios.
Ser peculiar no significa ser perfectos, sino esforzarnos por vivir de una manera que refleje el amor del Salvador. Y cuando lo hacemos con alegría y sin vergüenza, esa luz se nota.
Fieles, incluso cuando estamos solos

Seguir a Cristo nunca ha sido un camino popular. Es más, a veces puede sentirse solitario. Pero justo en esos momentos, cuando todo parece en contra, el Señor está más cerca de lo que imaginamos.
El élder David A. Bednar enseñó que, cuando actuamos conforme a las verdades del Evangelio, recibimos fortaleza espiritual para avanzar aun en medio de las pruebas.
Y eso es lo que nos sostiene cuando el mundo se burla, cuando nos sentimos incomprendidos o cuando defender la fe nos cuesta.
Si alguna vez sientes que estás solo por mantenerte firme, recuerda: tal vez no estás solo, solo estás de pie en el lugar correcto.
Fuente: Faithful Anyway & Scripture Central



