El mundo está lleno de personas encantadoras que buscan alcanzar logros admirables. El evangelio promueve el amor, la esperanza y la unidad. ¡Qué maravilloso será el día en que podamos pensar sólo en cosas bellas y dignas de alabanza!
Desafortunadamente, las claras advertencias de las Escrituras sobre el pecado y la maldad siguen siendo relevantes, y no podemos simplemente ignorarlas sin importar cuánto argumente el adversario que no hay un diablo, porque “no existe tal cosa”.
Las Escrituras advierten a los seguidores de Cristo que el mal usa el bien para engañarnos. Un enemigo que siempre dice explícitamente “¡ven y haz cosas malas!” no tendría muchos adeptos. Un enemigo que presenta una realidad donde el mal es en realidad algo bueno es mucho más persuasivo y peligroso.
Incluso cuando conocemos la diferencia entre la verdad eterna y las filosofías de los hombres, una pizca de adulación, una amenaza a nuestro estatus social, una acusación de que estamos dañando a otros puede persuadirnos a reevaluar la realidad.
Lo que solía parecer claro puede volverse turbio cuando los límites se borran deliberadamente.
La falacia de Motte y Bailey
Imagina un castillo medieval con una fortaleza (la motte), rodeada de hectáreas de campos fértiles (el bailey).
La motte puede defenderse con facilidad, por lo que cuando los atacantes invaden, el dueño del castillo puede retirarse a la fortaleza de piedra y mantenerse a salvo.
Sin embargo a nadie le gusta quedarse encerrado en un castillo por mucho tiempo, muchos prefieren estar en el campo. La motte es una fortaleza segura mientras que el bailey es un campo inseguro que ofrece más oportunidades.
En un debate, la motte es una posición fácil de defender. Por ejemplo: “La crueldad hacia los animales está mal”. Pocos estarían en desacuerdo. Sin embargo, una amplia aceptación sobre como la crueldad a los animales es mala no es muy conveniente para aquellos que quieren realizar grandes cambios en la ley o la política.
El bailey es una posición relativamente más amplia y un tanto más difícil de defender. Por ejemplo, una persona puede argumentar: “Debido a que la crueldad hacia los animales está mal, la ley debería obligar a todos a ser veganos”.
El veganismo obligatorio, no la oposición a la crueldad animal, es el objetivo real de aquella persona. Aunque hay muchas objeciones de buena fe sobre el veganismo obligatorio, se vuelve mucho más difícil de defender que la motte.
Otra persona, con una idea contraria al bailey, podría expresar: “Es posible criar animales para su consumo de una manera ética. También existen razones económicas y médicas por las que el veganismo obligatorio no sería una buena práctica”.
El primer argumentador, en lugar de defender el bailey y tener un diálogo necesario sobre los pros y los contras del veganismo obligatorio con la otra persona, podría regresar rápidamente a la motte y decir: “¡Lo único que estás haciendo es promover la crueldad hacia los animales!”.
Aquello es algo ilógico y hasta insensato. La motte y el bailey son posiciones con argumentos muy diferentes. No puedes cambiar de una posición a otra y esperar que la gente no se dé cuenta de lo que hiciste. Esa es la falacia.
Lo que sucede es lo siguiente, esta persona pretende haber ganado la discusión gracias a la motte, a pesar de que ni siquiera intentó defender el bailey.
Además, convirtió la discusión en un ataque personal hacia quien brindó una idea diferente. De repente, la discusión ya no es sobre una política alimentaria, sino sobre la supuesta crueldad hacia los animales de esta persona.
Si esta discusión ocurriera en público, como en las redes sociales, fácilmente podría convertirse en un ataque a gran escala hacia esta persona. Otras personas con pensamientos similares, al ver este comportamiento negativo, se darían por vencidas rápidamente, a pesar de tener la posición lógicamente más fuerte.
Eventualmente, podría desarrollarse una cultura en la que todos aceptan el veganismo obligatorio como algo obviamente correcto, simplemente porque nadie está dispuesto a hablar sobre el bailey, porque no quieren ser acusados de crueldad hacia los animales.
Otros se podrían ver atraídos por esa cultura y su activismo en apoyo del veganismo porque quieren sentirse validados y verse como defensores frente a los terribles promotores de la crueldad hacia los animales.
Los ataques expulsan a cualquier opositor mientras que la adulación atrae a nuevos seguidores.
La motte y el bailey de la actualidad
Hoy en día vemos que se utilizan las mismas tácticas y patrones para cambiar la mentalidad y la cultura de los miembros de la Iglesia.
Así como sería doloroso ser acusado de crueldad hacia los animales cuando en verdad los amas y cuidas, es doloroso ser acusado de no ser como Cristo y desobedecer a Dios cuando te esfuerzas sinceramente por seguirlo.
Así como sería halagador ser elogiado por salvar a los animales de la crueldad, es halagador que te digan que estás rescatando a aquellos que son vulnerables a las enseñanzas de la Iglesia y a los miembros que buscan “herirlos”.
Las Escrituras nos advierten del peligro de la adulación: “[Los opositores de la Iglesia] lisonjeras engañaron a muchos que eran de la iglesia, y les hicieron cometer muchos pecados” (Mos 26: 6).
Gran parte del contenido de las redes sociales dirigidas a los Santos de los Últimos Días cuenta con el lema “Dios es amor”. Pienso en esto como el “Evangelio de la Redes Sociales”, con lemas como: Te apoyaré, Jesús dijo: ama a todos, amaos los unos a los otros.
Sin embargo, debido a que es un “evangelio” incompleto, con demasiada frecuencia se usa para promover lo malo y engañarnos.
El bailey es el esfuerzo concertado de muchos influencers y activistas Santos de los Últimos Días que buscan socavar las doctrinas del matrimonio y la castidad.
Es una táctica omnipresente, implicar que la Iglesia debe cambiar su doctrina y, en lugar de considerar seriamente la abrumadora debilidad teológica, intelectual y ministerial de su posición, se esconden bajo el lema “Dios es amor”, es decir, la motte.
Aún más sutilmente, pueden ser astutos y salir al bailey bajo la posición “la doctrina de la Iglesia y los líderes están equivocados”, afirmando que nunca han dejado la posición de la motte de “solo tenemos que escuchar, aprender y amar a nuestros miembros LGBT+”.
Es necesario escuchar, aprender y amar, es verdad. Busco comprender mejor lo difícil que es luchar con tu sexualidad o identidad, para poder amar y ayudar mejor a mis semejantes.
Pero cuando los influencers insinúan que debemos escuchar para aceptar que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no es un pecado, que Dios aprueba las relaciones homosexuales porque nos ama a todos, que Dios valora el amor y la atracción sexual por encima de la castidad, que el matrimonio instituido entre un hombre y una mujer no es el fundamento de la vida eterna, que Dios da a los individuos revelaciones que contradicen las enseñanzas de la Iglesia es porque en realidad han dejado la motte.
Escuchar, aprender y amar no significa aceptar lo que sabemos es falso. Hacer que otros sean más propensos a cometer pecados, romper sus convenios y alejarse de Dios es lo opuesto al amor a nuestro prójimo.
Este tipo de publicaciones atrae a las buenas personas que intentan ser caritativas y serviciales. Es importante entender cómo los autores utilizan esa buena voluntad para promover aquello que es falso, es lo malo disfrazado de bueno.
La motte: El Salvador nos enseña y nos revela la verdad.
El bailey: El Salvador revela verdades contradictorias en las enseñanzas bíblicas y proféticas.
La motte: El fanatismo es lo opuesto a la unidad.
El bailey: La unidad significa ser buenos con todos y no juzgar a quienes afirman que sus creencias, comportamiento e identidad son aprobados por Dios, en lugar de invitar amorosamente a todos a creer y abrazar las verdades eternas. Si promueves las enseñanzas de la Iglesia sobre la castidad y el matrimonio, eres culpable de intolerancia y de fomentar la desunión.
La motte: El Salvador amó a aquellos que fueron rechazados y tocó a los que eran llamados inmundos.
El bailey: Elegir romper la ley de castidad es lo mismo que ser un leproso en la antigüedad, una condición moralmente neutral que requiere solo compasión, nunca corrección.
La motte: En la parábola de los dos hijos, el Señor nos enseñó a tratar a todos con respeto y no favorecer a unos sobre otros.
El bailey: Tratar a todos por igual significa dejar de enseñar que la relaciones homosexuales no son pecado por lo que se debe modificar la ley de castidad y la doctrina del matrimonio.
¿Cuántas personas podrían soportar el costo social y emocional de rechazar estas ideas desde una posición de miembro fiel?
Aquellos que podrían intentarlo ya han sido llamados miembros “fanáticos”, acusados de fomentar la desunión en la Iglesia, acusados de violar el mandamiento bíblico de tratar a todos por igual y han sido acusados de frustrar la misión sanadora de Jesús.
Muchos han aprendido por experiencia propia que expresar sus inquietudes sobre el bailey (Jesús nos ha mandado a ver las relaciones homosexuales como algo similar a una relación heterosexual) solo provocará que estos pseudo miembros regresen a la motte (Jesús nos mandó amar a todos y tratarlos por igual), para seguir atacándolos con más fuerza desde ese lugar, calificándolos de no cristianos y despectivos.
Ciertamente no podemos corregir todos los malos argumentos que se encuentran en las redes, y no estoy alentando a nadie a comenzar una discusión al respecto, pero es crucial que entendamos las tácticas que se utilizan para tergiversar la verdad.
El amor y la ley en el reino de Dios
En un pasaje de las Escrituras que los Santos de los Últimos Días consideran sagrado, el Señor manda a Su pueblo que se prepare tratándose unos a otros con justicia: “Estime cada hombre a su hermano como a sí mismo” (DyC 38: 25).
En el versículo anterior, el Señor da otro mandamiento crucial, igual de importante en la preparación de Sion: “[Pongan] en práctica la virtud y la santidad delante de mí”.
Dios establece límites que no podemos redefinir. Dios manda amar a todos, no a cambiar lo establecido para agradar a los demás.
Esto puede significar enseñar una verdad que no sea popular entre la mayoría y hacer el arduo trabajo de ayudar a otros a guardar los mandamientos incluso cuando se vuelva un camino solitario y difícil.
Dios ha prescrito la disciplina espiritual para prepararnos para el Reino Celestial, no consignas superficiales que idolatran una versión falsa de Su amor a expensas de la castidad.
El Señor no nos ha dado un espíritu de temor; sino de poder, y de amor, y de dominio propio. No tengamos miedo de las acusaciones.
Siéntanse tranquilos al saber que otros han resistido los ataques con éxito y se mantienen fuertes ahora. No tengan miedo de perder amigos y estatus social; han hecho el convenio de sacrificar mucho más que eso por el Señor y Su reino.
Él los bendecirá con poder y amor, y la sabiduría para saber cómo y cuándo ser un testigo de Dios. Es mi deseo que Él nos bendiga a todos con mentes sanas, impenetrables ante las acusaciones, la adulación y la falacia del mundo.
Fuente: Public Square Magazine