Cuando trabajaba como terapeuta, tuve como paciente a una mujer de 39 años que necesitaba trabajar en sus problemas de autoestima. Me comentó que estaba dejando su tercera relación abusiva de muchos años.
En la visita, le pregunté si creía en la terapia basada en las fortalezas, dije: “¿Tienes alguna fortaleza?”
Apretó los labios y, entre lágrimas, me dijo que no.
Durante la sesión, le pedí que pensara en las fortalezas que otras personas veían en ella.
¿Qué dirían sus amigas? ¿Qué dirían los miembros de su barrio? ¿Qué diría su jefe?
A la semana siguiente, regresó con una lista de 15 fortalezas que 30 personas vieron en ella.
¿Con cuánta frecuencia minimizamos o ignoramos nuestras virtudes?
Podemos tomar un momento para reconocer nuestras virtudes como la paciencia, la humildad, la fidelidad, la caridad, el amor, la diligencia, la obediencia y la capacidad de adquirir conocimiento (Predicad Mi Evangelio, capítulo 6).
Asimismo, podemos considerar estos otros puntos fuertes como la adaptabilidad, la flexibilidad, la compasión, la confianza o la empatía, entre otros.
La resiliencia en tiempos de adversidad
También podemos aprender a reconocer la resiliencia.
Ser resiliente significa ser capaz de adaptarse a las adversidades y recuperarse ante los problemas como de salud mental, traumas, abuso mental, verbal o sexual, amenazas, enfermedades o la pérdida de un ser querido.
Alguna de las cosas que nos ayudan a ser resilientes es encontrar un espacio seguro entre amigos o amigas, familiares, líderes, hermanas o hermanos ministrantes y personas dentro de nuestro entorno.
La resiliencia proviene de nuestros valores, habilidades y experiencias, así como también de nuestras relaciones sociales e interpersonales.
El manual Adaptación a la vida misional nos alienta a:
- Identificar nuestros puntos fuertes y servir.
- Pensar en nuestras cualidades.
- Enfocarnos en nuestros puntos fuertes.
- Encontrar fortaleza en medio de nuestras debilidades.
Agradecer al Señor por nuestras virtudes
Jesucristo nos invita a seguirlo y llegar a ser como Él.
Con Su ayuda, podemos desarrollar nuestras fortalezas y utilizarlas para servirle a Él y a los demás durante esta vida.
“Él hará que las cosas débiles sean fuertes para ellos”. (Éter 12:27)
Cada uno de nosotros tiene un valor infinito, y habilidades personales y espirituales.
Tómate un tiempo para identificar tus puntos fuertes y entender quién eres y cómo puedes ayudarte.
¿Acaso no eres alguien que vale la pena conocer? ¿No eres una persona increíble?
Es importante reconocer humildemente nuestros puntos fuertes, no de manera egocéntrica ni mucho menos narcisista, sino recordar y agradecer por lo que somos: hijos e hijas de nuestro Padre Celestial con un potencial divino.
Gracias a esto, podemos utilizar nuestras virtudes para ayudar a construir el reino de Dios en la Tierra, para servirnos los unos a los otros, seguir creciendo, desarrollándonos, progresando, sirviendo y amando durante nuestra vida.
Esto para que finalmente un día el Señor nos diga:
“Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. (Mateo 25:21)
Fuente: Meridian Magazine
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