Jesucristo dio Su vida por nosotros por amor. El amor conquista la muerte. El amor siempre prevalece. Y por amor podemos volver a vivir.
“No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo”. – Mateo 28: 6
En mi opinión, esta es una de las declaraciones más poderosas de la Biblia. Es una llena de seguridad, esperanza y afirmación. Es otra promesa divinamente cumplida.
Nos recuerda que “Dios amó tanto al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito” (Juan 3:16). Dios sabía que este mundo lleno de pecado necesitaría un Salvador sin pecado.
El sepulcro que una vez fue ocupado por el cuerpo crucificado de Jesús estaba vacío. Él dijo que resucitaría y regresaría a la vida. Y así lo hizo.
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Hay lecciones que podemos rescatar de la experiencia de resurrección. Hay mensajes metafóricos que se pueden aplicar a nuestra vida.
1. Piensa en los sepulcros de tu vida, aquellos lugares oscuros que carecen de vida, que contienen tus sueños, alegría, pasión y aspiraciones.
El sepulcro ha albergado, alojado, la decadencia, el deterioro y la descomposición de tu mejor yo. ¿Cuál es ese sepulcro para ti? ¿Un Jefe? ¿Una relación pasada o actual? ¿Un diagnóstico de salud? ¿La duda?
2. En lo que podemos confiar es que la piedra será removida de aquel sepulcro. Cuando la piedra sea retirada, veremos la luz.
Nuestra esperanza será restaurada. Tendremos nuevos sueños. Nuestra alegría será renovada. Veremos con más claridad, amaremos con más profundidad, perdonaremos con más facilidad y estaremos más prestos a orar.
3. Resucitaremos. Después de hacer los últimos rituales, de decir nuestras últimas palabras y dar nuestro último aliento, resucitaremos. Nos levantaremos con un gozo renovado, poder, paz y propósito.
El amor de Cristo es infinito, incondicional y siempre está presente. Penetra todo lugar oscuro. Retira las piedras de los sepulcros, los corazones y la conciencia. Llena de vida a lo que otros podrían haber dado por muerto.
El amor de Cristo está disponible para todos. No hay criterios que cumplir para acceder a Él. Jesús murió por los creyentes y no creyentes, por los miembros de Su Iglesia y los que no lo son. Murió por los ateos y agnósticos.
Él murió por aquellos que son buenos, compasivos, bondadosos y caritativos. Murió por los mansos, humildes, los que han perdido su hogar, han sufrido abusos o han sido olvidados. Murió para aquellos que están enojados, llenos de venganza, ira y rencor.
Él murió por aquellos que oran incesantemente y los que son demasiado jóvenes para orar o no saben cómo orar o no quieren orar o no tienen tiempo para orar. Nadie está fuera de su alcance. Todos estamos cubiertos en Su amor.
Es el amor lo que nos permite continuar viviendo cuando la pérdida de un ser querido nos hace sentir que no podemos seguir adelante. Es el amor lo que nos anima a dar de forma anónima de lo que no tenemos a a alguien que tiene necesidad.
Es el amor lo que hace que ejerzamos compasión hacia los perdidos, heridos, quebrantados y olvidados. Es el amor lo que nos obliga a disculparnos, lo que hace que la paz sea más importante que el rencor y el enojo.
La resurrección de Jesucristo, nos recuerda a todos que no importa hasta dónde caigamos, Él nos levantará. Incluso si el mundo nos rechaza, nuestra familia nos abandona o nuestros amigos nos desamparan, la presencia y el amor del Señor siempre estarán con nosotros.
El calendario nos dice que el Domingo de Resurrección, ocurre una vez al año. Sin embargo, la experiencia de la resurrección puede ocurrir todos los días.
Podemos pedir perdón, comenzar de nuevo y presionar el botón de reinicio a diario.
La paciencia, el poder y la protección de Cristo penetran todo sepulcro. Su presencia resucitada y permanente promete libertad de las cadenas del pecado, redención y victoria sobre la muerte.
Es mi deseo que el amor y la promesa del Señor te permitan recordar Su sacrificio, reconocer Su presencia, meditar en Su amor, ser resistente contra los desafíos y salir de las circunstancias que intentan atarte.
Jesucristo es amor. El amor conquista la muerte. El amor siempre prevalece.
Fuente: Deseret News