Me uní a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a los 20 años. Pero, antes de ello no viví precisamente “con rectitud”.
Tomaba, fumaba e iba mucho a fiestas, algo que es normal para los jóvenes de mi país.
Sin embargo, por muy a la ligera que tratara esas cosas, nunca me sentía bien al hacerlas. En especial, cuando se trataba de la intimidad sexual.
Para mi entorno, el propósito de las relaciones sexuales solo era el placer y la gratificación personal. Pero, aunque respetara su posición, para mí la intimidad sexual no era un tema insignificante.
¿Acaso era rara?
Me daba vergüenza ser de esas personas “raras” que querían esperar hasta el matrimonio. Así que, cuando tenía 18, comencé a salir con un muchacho.
Las presiones del mundo, me hicieron pensar que quizás estaba siendo demasiado exigente, así que bajé mis estándares.
Imaginaba que con el tiempo mis sentimientos de incomodidad con respecto a este asunto, se irían, pero no fue así.
No obstante, cuando conocí el evangelio y la ley de castidad, tuve la confirmación de que mis sentimientos instintivos trataban de decirme quién era: una hija de Dios que merecía amor, compromiso y lealtad.
La fe nos da poder
Gracias a la ley de castidad pude comprender que la intimidad sexual es más sagrada y significativa de lo que el mundo la hace parecer.
Su propósito es ayudar a los compañeros eternos a profundizar su amor y fortalecer sus convenios el uno con el otro a medida que edifican una relación y familia celestiales.
No te avergüences de lo que diga el mundo de ti por permanecer firme a tus creencias e identidad divina.
No tienes que rebajar tus estándares para encajar en un lugar al que no perteneces.
Con fe en Jesucristo puedes ser diferente a los demás al guardar Sus mandamientos.
El presidente Russell M. Nelson dijo:
“Se necesita fe para vivir una vida casta, cuando el mundo proclama que la ley de castidad de Dios ya está pasada de moda”.
Cambiar tu estilo de vida no será fácil, pero tu fe te hará fuerte para vencer las voces y presiones a tu alrededor.
Cristo te bendecirá al igual que a mí. Podrás gozar de los frutos de su expiación, tal como el arrepiento. Él te dará poder para volver a comenzar.
Esperanza para el futuro
En la Iglesia descubrí que sí era posible encontrar un compañero que estuviera dispuesto a seguir la ley de castidad.
Ese conocimiento me ayuda a vivir dignamente, confiar en mi identidad divina y sentir paz al seguir adelante en la senda de los convenios.
Experimenté mucho dolor al no vivir la ley de castidad. Sin embargo, al buscar a Jesucristo, pude saber que nuestro Padre Celestial nos ama profundamente.
Pude saber que Él no quiere restringirnos; quiere salvarnos del dolor, del pesar y de otras consecuencias, y prepararnos para una relación eterna amorosa, duradera y altruista.
Ahora puedo sentir el gozo, la redención, la esperanza y el amor que Ellos ofrecen.
Después de todo, “las bendiciones más grandes de Dios están reservadas para aquellos que obedecen Sus leyes […]. [Sus] leyes están motivadas exclusivamente por Su infinito amor por nosotros y Su deseo de que lleguemos a ser todo lo que podemos llegar a ser”.
Por experiencia propia, sé que, al guardar los mandamientos, comprenderás las verdades del Señor y verás muchas promesas cumplidas y bendiciones en tu vida.
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*Portada: Imagen de Canva