Jesús preguntó:
“Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
O, ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo?
¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. (Mateo 7: 3-5)
Una “paja” es una pequeña partícula de aserrín. Una “viga” es una tabla.
Como carpintero, Jesús sabía de esas cosas. Probablemente, tenía paja en los ojos muchas veces.
La metáfora de la viga y la paja
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¿Quién camina realmente con una tabla colgando de su ojo?
Nadie tiene literalmente una tabla colgando de su globo ocular.
Una pequeña partícula de aserrín no tiene ningún efecto en mí mientras descansa sobre la mesa de un artesano o en el ojo de otra persona.
Sin embargo, puede nublar y distorsionar seriamente mi visión cuando está en mi ojo, y también podría suceder lo mismo con una tabla.
De manera similar, mi dolor y mi pecado viven dentro de mí y no en nadie más.
Mi propio dolor, resentimiento y orgullo no resueltos me impiden ver a los demás con claridad y compasión.
La enseñanza de la viga y la paja
Cuando tienes algo en el ojo, nubla tu visión, te irrita y distrae hasta que lo sacas.
Eso evita que veas con claridad. La analogía de Jesús tiene que ver con la perspectiva.
Una paja en el ojo de otra persona parece una viga cuando está en tu propio ojo. Te impide juzgar de forma precisa o constructiva.
¿Qué podría representar la viga? Representa el pecado que vive dentro de ti.
Podría ser enojo o amargura hacia un ex cónyuge. Si una persona no puede perdonar a otra, “en él permanece el mayor pecado” (DyC 64: 9).
Podría tratarse de nuestro propio engaño egoísta.
El pecado no es simplemente una mancha negra en una hoja de registro celestial. No está fuera de nosotros, vive en nuestro interior. Por eso, es tan degradante para el alma.
El arrepentimiento es el primer paso para comenzar a ver claramente, no solo nuestros malos actos, sino el pecado que vive dentro de nosotros.
Es “un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones,” (Mosíah 5: 2).
Significa perdonar y buscar el perdón por la amargura que hemos estado cargando.
Ese es el inicio de la sanación espiritual.
Una vez que ves con claridad, ¿cómo puedes ayudar a los demás? ¿Cómo se quita la paja del ojo de otra persona?
Podríamos plantear la pregunta de cómo responderíamos a alguien que se acercó a nosotros para sacarnos algo del ojo con un martillo y un clavo, o incluso con un par de pinzas.
Haríamos una mueca de dolor y nos alejaríamos.
Les diríamos que usen un pañuelo de papel y sean más cuidadosos.
Esa es la forma más elevada de corregir a los demás, con extrema delicadeza.
Aprender a perdonar
La amargura que muchos sienten durante y después del divorcio no es un buen lugar para desarrollar una nueva relación.
Algunos que han perdido a su cónyuge debido a la muerte, pueden experimentar resentimiento hacia Dios u otros a quienes pueden culpar por una trágica pérdida.
Algunos que nunca se han casado pueden experimentar amargura hacia las personas con las que han salido o con quienes desearon salir y los trataron injustamente o que nunca les dieron la oportunidad de empezar un camino hacia una relación con ellos.
Salir en citas después de una situación difícil
Cuando salimos en citas a mediana edad, entre los 30 y 40 años, la mayoría de nosotros buscamos la paja en el ojo de nuestra pareja.
Buscamos las “banderas rojas” que nos digan que nuestra pareja es peligrosa.
¿Cuántos ven una paja en el ojo de un compañero de citas, que en realidad es una astilla de la viga que está en su propio ojo?
¿Cuántos de nosotros no podemos hacer juicios claros porque estamos cegados por la amargura?
La forma de salir de esta situación es centrarse en eliminar las vigas de nuestros propios ojos.
Si deseas establecer una relación que mejore tu experiencia de vida, una gran parte de ese esfuerzo está en tu pensamiento para cambiar y ver a los demás con mayor claridad.
Se centra en lo que está en nuestros propios ojos en lugar de aquello que hay en el ojo de la otra persona, ya sea que se trate de un ex cónyuge, un ex novio, un padre o cualquier otra persona.
Podemos liberar el trauma y la amargura que vive dentro de nosotros, a través de la expiación de Jesucristo, y encontrar la paz que necesitamos para ver con claridad.
Recuerda:
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es sincero, todo tu cuerpo estará lleno de luz; mas si tu ojo es malo, todo tu cuerpo será tenebroso.
Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuán grandes no serán esas tinieblas?” (Mateo 6: 22-23).
Llenémonos tanto del amor de Cristo que ya no haya lugar en nosotros para la amargura o la culpa.
Fuente: Meridian Magazine