Cómo el Salvador usa las comparaciones para hacernos mejores

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La primera vez que me presenté ante un juez fue en la feria de ciencias de mi escuela primaria.

Pasé horas cortando pequeños calcetines de papel y utilizando galones de pegamento para presentar mis fascinantes descubrimientos sobre el jabón para lavar más efectivo.

Recuerdo haber estado nerviosa pero emocionada de explicar mi proyecto a los jueces en la feria. Tenía 11 años e hice todo lo posible para sonar inteligente cuando respondiera preguntas e intenté demostrarles a los jueces por qué mi proyecto merecía un lugar en la siguiente ronda de la competencia.

Siempre fui superada por el volcán de bicarbonato de sodio de alguien y mi proyecto nunca pasaba de la primera ronda.

Independientemente de quién seas, todos al menos tendremos una presentación en el futuro. Pero, ésta no involucrará ningún tríptico o pegamento. Lo más importante, no involucrará una comparación de tu proyecto con el de alguien más.

Mi cita favorita del Presidente Russell M. Nelson comienza de esta manera: “En un día futuro, se presentarán ante el Salvador”.

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Esa suena como una presentación para la que ninguna cantidad de pegamento me preparará. Sin embargo, antes de que nos pongamos demasiado nerviosos, retrocedamos y veamos lo que esa cita no dice.

No dice: “En un día futuro, estarás en una fila y serás comparado con todos los demás ante el Salvador”. O, “En un día futuro, se te darán 5 minutos para explicar tu vida y por qué mereces un lugar en el top 20”.

Nuestro juez ese día no buscará un tríptico bien ordenado o respuestas elocuentes a las preguntas. Él simplemente querrá saber quién eres. No lo que lograste, ganaste, o cómo te ves, sino en quién te convertiste en la tierra. Te presentarás a ti mismo.

Siempre lo imaginé como un momento muy sumiso. No intentaremos defendernos para intentar demostrar por qué somos mejores que la otra persona. Nos imagino mirando al Salvador y diciendo con mansedumbre: “Aquí estoy”. No habrá más comparaciones. No más primero, segundo ni tercer lugar, sino una evaluación de ti en comparación contigo mismo.

Recientemente, leí un discurso de BYU de JB Haws que hizo que me diera cuenta de lo importante que es seguir el ejemplo del Salvador cuando nos sentimos tentados a comparar.

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Primero, Haws explica lo que Juan y Pedro le pidieron al Salvador en Juan 21: Juan pidió vivir para siempre para predicar el Evangelio mientras que Pedro pidió unirse rápidamente al Señor en el reino de Dios.

Luego, Haws comparte una idea que nunca consideré, dice:

Este es mi guión mental de la historia de las Escrituras. Pedro se acerca al Salvador un poco vacilante y le pregunta en voz baja: “¿Cuál fue el deseo sincero de Juan?” Pedro se entera de que Juan deseaba quedarse en la tierra hasta la Segunda Venida para predicar el Evangelio.

Puedo imaginar a Pedro manteniendo una sonrisa forzada y diciendo: “Guau. ¡Eso es maravilloso!” Pero, en su mente realmente está pensando: “¡Ahhh! ¡Soy tan tonto! ¿Por qué no pedí eso? ¿Por qué ni siquiera pensé en eso? ¡Juan es mucho más justo que yo! ¡Sin mencionar que corre más rápido que yo! ¿Por qué siempre tengo que ser tan impulsivo y adelantarme en todo?”

En esta lectura, uno podría suponer que Doctrina y Convenios 7: 5 diría algo como esto: “Te digo, Pedro, [que tu deseo de llegar rápidamente a mi reino] fue un buen deseo; pero mi amado [Juan] ha deseado hacer más, o sea, una obra mayor aún entre los hombres, de la que hasta ahora [has realizado, flojo]”.

Sin embargo, todavía puedo recordar dónde estaba cuando me di cuenta de que, por supuesto, el versículo no decía eso. Esto es lo que dice en realidad: “Te digo, Pedro, que este fue un buen deseo; pero mi amado ha deseado hacer más, o sea, una obra mayor aún entre los hombres, de la que hasta ahora ha realizado”.

Siento esto con la fuerza de la verdad: nuestro Dios perfecto y amoroso no hace comparaciones horizontales. En este versículo, Jesús solo comparó a Juan con su antigua versión, Juan con el Juan del pasado. Él solo comparó a Pedro con el antiguo Pedro, con el ex Pedro. Además, Él solo me compara con mi antiguo yo.

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¿Por qué es tan difícil seguir el ejemplo del Salvador en esto? Probablemente, Él solo te compare con tu antiguo yo, pero es demasiado fácil y destructivo compararnos con los demás.

Creo que el Espíritu estaba intentando enseñarme esto la última vez que leí mi bendición patriarcal. Al igual que cuando leí la cita del Presidente Nelson, me impresionó más lo que no dice. No dice, “Te volverás más caritativa que las personas a tu alrededor”. En cambio, dice, “Incrementarás tus talentos” o “Tu fe aumentará”.

Ni una sola vez el Padre Celestial usa una comparación con alguien más como una forma de enseñarme sobre mi vida en la tierra. Su plan es hacerme avanzar, no para poder adelantarme a otra persona, sino para acercarme a Él.

No obstante, decidir no comparar es mucho más fácil de decir que de hacer. Vivimos en un mundo que ama y fomenta la competencia en todo. Pero, recordar estas palabras del Élder Bednar puede ser un buen comienzo:

“Si hoy eres un poco mejor que ayer, eso está bien. Y si mañana eres un poco mejor que hoy, eso es suficiente”.

Todos deberíamos pegar eso en un tríptico.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Emily Abel y fue publicado en ldsliving.com con el título “How the Savior Uses Comparisons to Make Us Better”.

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