Recientemente me enteré de que la Iglesia de Jesucristo tiene menos de 2,000 parejas de misioneros mayores en los Estados Unidos y menos de 7,000 a nivel internacional.
Tenemos una necesidad. El énfasis y la importancia de los misioneros mayores son clave para que la obra avance.
Cuando yo era un joven misionero, conocí a una pareja de misioneros mayores que cambió el curso de mi servicio y me ayudó a ser la persona que soy.
Su impacto en los jóvenes misioneros y el área en la que sirven es único y poderoso.
Recientemente, observé a una pareja que me conmovió hasta las lágrimas por su disposición a ofrecer sus “primicias” al Señor.
Troy y Becky Black se mudaron a nuestro barrio. Se habían alojado en un granero de manera temporal hasta que se terminara de construir su casa.
Troy fue llamado a servir en el Cuórum de Élderes y como obrero del templo. Él tenía un poco de tiempo libre debido a que recientemente se había retirado. Uno podía verlo por la ciudad ayudando a tantas personas como podía.
Daba apariencia de ser un hombre fuerte y saludable, sin embargo, a la edad de 47 años, a Troy le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. Su diagnóstico fue lo que hizo que se retirara a temprana edad.
Becky dedicó gran parte de su vida profesional a ayudar a quienes tienen problemas de salud mental. Después de que Troy dejó de trabajar, ella continuó con su exitosa carrera como terapeuta, una habilidad que se ha vuelto más necesaria que nunca en nuestro mundo.
Un día, Troy y Becky tomaron la monumental decisión de ofrecer sus “primicias” al Señor. Antes de que su casa estuviera siquiera terminada, empezaron a realizar sus papeles para la misión.
Su nieta iba a nacer pronto, tendrían una linda casa de la que podrían disfrutar después de años de trabajo, Becky tenía una carrera que seguía floreciendo y ambos enfrentaban el terrible diagnóstico de Parkinson de Troy.
Entonces, ¿por qué querrían servir en una misión?
Esa fue la misma pregunta que le hice a Troy. Nunca me olvidaré de su respuesta nunca me:
“Quiero servir al Señor mientras aún tenga fuerzas… porque no sé por cuánto tiempo más las tendré”.
Troy Black no me dijo:
“Necesitamos viajar por el mundo mientras aún tenga fuerzas”.
“Disfrutaremos de nuestra casa y descansaremos por el momento”:
“No podemos ir a la misión en este momento porque tenemos una nieta en camino”.
Por el contrario, ambos estaban dispuestos a decir: “Vamos a servir al Señor primero”.
Ambos fácilmente podrían haberse quedado con las “primicias” (su tiempo y su fuerza) para sí mismos y haber encontrado una manera de disfrutar sus vidas.
Nadie los hubiera cuestionado, sin embargo, en el momento más complicado, decidieron darle todo al Señor.
Hasta el momento en que se fueron, se tomaron el tiempo de encontrar personas en el barrio a las que podían ayudar.
Conmovido, le hice otra pregunta:
“¿Qué los impulsa a hacer esto?”
La respuesta de Troy fue:
“He sido muy bendecido por el Señor, y cuanto más doy, más parece que recibo”.
Si hay algo que he aprendido en mi vida es esto: “A quien mucho se le da, mucho se le exige.”
Se le dio mucho a Troy y Becky Black y ahora, con sonrisas en sus rostros e incertidumbre en su futuro, y toda la fuerza que poseen, están devolviendo al Señor.
He estado meditado mucho en algo: Dios nunca nos pide que hagamos algo que Él mismo no haría.
Nuestros Padres Celestiales nos ofrecieron sus “primicias”, Jesús era lo mejor que tenían… sin embargo, nos lo ofrecieron y no debió haber sido fácil.
Cada uno de nosotros podemos escoger lo que haremos con nuestras “primicias”, sean cuales sean en los diferentes momentos de nuestra vida.
En cuanto al élder y la hermana Black, su llamamiento misional los ha llevado a Argentina, donde Becky ha sido llamada como asesora de salud mental del área y Troy como su asistente.
Están a punto de cambiar y salvar la vida de muchos, porque ofrecieron sus “primicias” al Señor, y como Troy me dijo una vez, el Señor los bendecirá con más de lo que podrían haber imaginado.
Fuente: Greg Trimble