A lo largo de las Escrituras, el Señor ha dejado señales que marcan el curso de la historia y anuncian los momentos importantes de Su obra. Entre ellas, las señales de la Segunda Venida de Jesucristo son algunas de las más conocidas, y también de las más malinterpretadas.
A veces pensamos que los signos son una forma de generar miedo o curiosidad, pero Dios no los da para asustarnos, sino para orientarnos. Como enseñó B. H. Roberts:
“Sería acorde con la justicia y la misericordia de Dios que la humanidad fuera advertida por mensajeros especiales de los juicios venideros.”
El Señor nos advierte por amor, no por alarma. Los signos son una invitación constante a recordar en quién confiamos y a prepararnos con esperanza.
Qué significan realmente los signos

Las Escrituras describen muchas señales como guerras, desastres, la predicación del Evangelio en todo el mundo, el aumento de la maldad, y los signos en los cielos.
Pero su propósito no es que tratemos de predecir fechas ni calcular horas, sino que aprendamos a discernir los tiempos con un corazón preparado. Jesucristo lo enseñó con la parábola de la higuera: cuando las ramas reverdecen, sabemos que el verano está cerca (Mateo 24:32-33).
De la misma forma, los signos son recordatorios espirituales de que el tiempo del Señor se acerca y debemos vivir en constante preparación.
En cada época, las guerras y los desastres han hecho crecer la especulación. Pero los profetas modernos nos enseñan que no todo fenómeno natural es un signo, y que lo importante no es el evento, sino nuestra reacción espiritual ante él.
Los eclipses o los terremotos no son relojes celestiales. Son parte de un mundo que cumple su ciclo, pero el Señor nos ayuda a reconocer cuándo algo tiene un significado mayor. Como se ha enseñado los signos de los últimos días no son marcadores para adivinar el tiempo, sino recordatorios de que el Señor realmente vendrá otra vez.
Por eso, la fe debe reemplazar el miedo. El objetivo no es vivir con ansiedad, sino con convicción.
Ver con los ojos del Espíritu

Aunque el mundo dependa cada vez más de la tecnología para enterarse de las noticias, el Señor nos recuerda que Su obra no depende de una conexión a internet. Las señales verdaderas pueden ser vistas con ojos físicos, pero solo comprendidas con ojos espirituales.
El profeta José Smith explicó que la última y más grande señal que “el signo del Hijo del Hombre en el cielo” será visible para todos:
“Vendrá como la luz de la mañana desde el oriente… primero pequeña, luego cada vez más grande hasta que todo ojo la vea. Los santos la entenderán. Los impíos la atribuirán a una causa natural”.
Reconocer la mano de Dios no depende de la vista, sino del corazón.
No temer, sino confiar

El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó:
“En vez de centrarnos en la inmensidad de nuestros desafíos, ¿no sería mejor enfocarnos en la grandeza infinita, bondad y poder absoluto de nuestro Dios, confiar en Él y prepararnos con un corazón alegre para el regreso de Jesús el Cristo?”.
El propósito de los signos no es preocuparnos por el fin, sino recordarnos quién está al mando.
El presidente Thomas S. Monson también lo expresó con claridad:
“Aunque se reúnan las nubes de tormenta y las lluvias caigan sobre nosotros, nuestro conocimiento del Evangelio y nuestro amor por el Salvador nos sostendrán… No hay nada que pueda derrotarnos. El futuro es tan brillante como nuestra fe”.
Prepararse con propósito

Prepararse para la Segunda Venida no significa vivir con miedo, sino con dirección. El presidente Dallin H. Oaks enseñó:
“Aunque no podemos hacer nada para alterar la realidad de la Segunda Venida y no podemos saber el momento exacto en que ocurrirá, podemos acelerar nuestra propia preparación y tratar de influir en la preparación de quienes nos rodean”.
La preparación diaria es una forma de fe constante. No es una carrera de último minuto, sino un estilo de vida centrado en Jesucristo.
El presidente Gordon B. Hinckley lo explicó con sabiduría:
“Si supiéramos el día exacto, perderíamos gran parte de la autodisciplina necesaria para obedecer diariamente los principios del Evangelio”.
Por eso, Dios no nos da una fecha, nos da tiempo para demostrar nuestra fidelidad.
Esperar con esperanza
Las señales del Señor no son un reloj que marca el fin, sino una invitación a mirar el futuro con fe. En medio de la confusión del mundo, Él nos repite Su consejo más claro:
“Miradme en todo pensamiento; no dudéis, no temáis”. – Doctrina y Convenios 6:36.
Los signos no anuncian destrucción, anuncian esperanza. Son la confirmación de que Cristo cumplirá Su promesa de volver, y de que cada día que pasa, Su venida está un poco más cerca.
Fuente: Ask Gramps



