En el registro nefita, el nombre Jared tiene un peso particular, pues remite a los orígenes de los jareditas, aquel pueblo que salió de la torre mencionada en Génesis 11.
Aunque la narración de sus inicios en el Libro de Éter puede parecer solo un relato histórico-teológico, diversos estudios —entre ellos los del investigador Matthew Bowen— sugieren que tras el nombre “Jared” se esconden juegos de palabras y capas simbólicas que enriquecen la lectura del texto.
El análisis de este nombre no solo conecta la tradición jaredita con la del Antiguo Testamento, sino que también ilumina temas transversales en el Libro de Mormón: el descenso y la ascensión, la servidumbre y la libertad, la soberbia y la humildad. En este artículo exploraremos cómo estos significados se entrelazan con el relato, generando un tejido narrativo y teológico sorprendentemente complejo.
Orígenes lingüísticos: “descender” y “servir”

Para entender el valor del nombre Jared, conviene mirar su trasfondo lingüístico. Bowen explica que, en un contexto mesopotámico, Jared podría vincularse con el término acadio wardu(m) o warad, que significa “siervo, esclavo”, derivado del verbo warādu, “descender”. En hebreo, la raíz yrd tiene sentidos similares: “bajar”, “descender”, e incluso, en ciertos casos, “subir”.
Esta polisemia abre dos posibles interpretaciones:
- “Siervo/siervo de Dios”, resaltando la dimensión de servicio o esclavitud.
- “Descenso” o “Dios ha descendido”, que conecta con la condescendencia divina.
Ambas lecturas resultan útiles para interpretar la historia de los jareditas, donde la tensión entre la humildad y el orgullo, el servicio a Dios o el cautiverio bajo reyes terrenos, se convierte en tema recurrente.
La historia de origen: del orgullo a la humildad

El Libro de Éter abre con una clara alusión al descenso físico y espiritual. Moroni escribe que Jared y su hermano salieron “de la gran torre” (Éter 1:33). La torre de Babel, símbolo del orgullo humano que pretende elevarse hasta los cielos, contrasta con la instrucción del Señor al hermano de Jared:
“Tú irás delante de ellos, bajando al valle que está al norte” (Éter 1:42).

El movimiento narrativo es revelador: antes de ser “levantados” como gran nación, los jareditas debían descender al valle, un gesto que simboliza la humildad y la dependencia de Dios. Nephi había expresado esta misma idea al rogar caminar “en el valle bajo” (2 Nefi 4:32).
La paradoja es clara: para ser exaltados, primero debían descender. El relato marca desde el inicio una dialéctica espiritual que se repetirá en toda la historia jaredita.
El eco de tradiciones antiguas

El vínculo entre el nombre Jared y el tema del descenso no se limita al Libro de Mormón. Una antigua tradición siriaca recogida en La Cueva de los Tesoros relata cómo, en los días de Jared (hijo de Mahalaleel, padre de Enoc, según Génesis 5:18–20), los descendientes de Set “descendieron del monte santo” para unirse con los hijos de Caín.
El texto subraya repetidamente el verbo “descender”, asociándolo con la transgresión y la pérdida de pureza. El traductor de esta obra incluso aclara: “el nombre Jared significa ‘descenso’ en hebreo”.
Aunque en ese relato el descenso tiene una connotación negativa, en el Libro de Mormón se resignifica: el valle es el lugar donde el Señor se manifiesta y prepara a su pueblo para la tierra prometida.
El hermano de Jared y la caída

En el monte Shelem, el hermano de Jared protagoniza una teofanía que refuerza este simbolismo. Al reconocer su condición caída, exclama:
“A causa de la caída nuestra naturaleza se ha vuelto continuamente mala” (Éter 3:2).
Al ver al Señor, “cayó a tierra” (Éter 3:6–7). La insistencia en el acto de caer conecta su experiencia personal con la Caída de Adán y, de forma sutil, con el mismo nombre Jared.
El ciclo se completa cuando el Señor le asegura que, gracias a su fe, es redimido “de la caída” y restaurado a la presencia divina (Éter 3:13). Así, el descenso físico y espiritual encuentra su contrapunto en la ascensión hacia Dios.
Jared y la servidumbre: el precio de tener reyes

El otro matiz etimológico de Jared —“siervo/esclavo”— también impregna la narrativa. Apenas asentados en la tierra prometida, los jareditas pidieron un rey. El hermano de Jared advirtió:
“De cierto este designio conducirá a la cautividad” (Éter 6:23).
Su advertencia se cumplió con rapidez: en las generaciones siguientes, los relatos de reyes llevados cautivos se repiten casi obsesivamente (Éter 7:5; 10:15; 10:30–31; 11:9, 17–23; 13:23).

Este patrón literario no es casual. Moroni parece enfatizar el contraste entre el servicio debido a Dios y la servidumbre bajo gobernantes humanos. En su redacción, destaca tres veces seguidas que quienes posean la tierra deben “servir al Dios verdadero” o serán destruidos (Éter 2:10–12).
El nombre Jared, ligado a la idea de esclavitud, sirve aquí como un recordatorio narrativo de que la desobediencia lleva no solo al descenso espiritual, sino también a la servidumbre temporal.
Ecos jareditas en la tradición nefita

Aunque los nefitas también tuvieron reyes, nunca desarrollaron la misma cadena de servidumbre dinástica que destruyó a los jareditas. Sin embargo, los líderes nefitas aprendieron de esa lección. Mosíah, por ejemplo, abolió la monarquía al leer la historia jaredita, instituyendo jueces para evitar caer en el mismo ciclo (Mosíah 29).
Autores posteriores, Alma, Mormon y Moroni, retomaron los temas del “descenso” y las “obras de tinieblas” para advertir a su pueblo. Alma habló del riesgo de “caer en las tinieblas” si imitaban a los jareditas (Alma 37:27). Más adelante, advirtió que los nefitas perecerían porque “caerían en las obras de las tinieblas” (Alma 45:11–12).

Mormón reforzó esta lección en Helamán 6, donde asoció explícitamente el origen de las combinaciones secretas con la torre y con Satanás, “que arrastró a los pueblos hacia abajo hasta su completa destrucción” (Helamán 6:28).
La retórica de “edificarse” en orgullo para luego “caer” funciona como paralelismo intencional con la torre de Babel y con el destino jaredita.
Advertencias a los gentiles
Moroni, último redactor del Libro de Mormón, proyecta esta lección hacia el futuro. Dirigiéndose a los gentiles, advierte que si toleran combinaciones secretas “para obtener poder y ganancia”, el castigo de Dios “caerá sobre ellos” (Éter 8:23).
La imagen del descenso, ya sea como caída, esclavitud o destrucción— se convierte en advertencia universal. A la vez, Moroni introduce el contrapeso: la esperanza de ser “levantados en Cristo” (Moroni 9:25).
Así, el ciclo de bajar y subir se cierra con un mensaje cristológico: si el orgullo lleva a la caída, solo la gracia del Redentor puede elevar de nuevo.
Un patrón textual sofisticado

El análisis en conjunto revela un entramado notable:
- Descenso físico y espiritual: de la torre al valle, de la soberbia a la humildad.
- Caída y redención: el hermano de Jared como figura de la humanidad caída y restaurada.
- Servidumbre: reyes y pueblos en cautiverio como eco del nombre Jared (“esclavo/siervo”).
- Advertencia tipológica: nefitas y gentiles son invitados a aprender del destino jaredita.
Estas repeticiones, paralelismos y juegos de palabras muestran una complejidad literaria difícil de atribuir al azar. El Libro de Mormón presenta aquí un tejido de significados que combina raíces semíticas, tipología bíblica y lecciones morales.
Conclusión

El nombre Jared no es un simple marcador genealógico. A lo largo del Libro de Mormón, su sentido etimológico y simbólico se convierte en un eje narrativo que ilumina temas centrales como el orgullo, la humildad, la servidumbre y la redención.
Los jareditas descendieron de una torre de soberbia y caminaron hacia un valle de humildad; sin embargo, terminaron esclavizados por sus propios reyes y destruidos por sus pecados. Los nefitas, a su vez, reconocieron este patrón y lo usaron para enseñar a sus descendientes. Moroni finalmente extendió la advertencia a todo lector moderno.
La lección, en última instancia, es atemporal: quien se exalta será humillado; quien desciende humildemente ante Dios será levantado. El simbolismo contenido en el nombre Jared encapsula este principio eterno y lo convierte en clave hermenéutica del Libro de Mormón.
Fuente: Scripture Central
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