Una tarde, entré en la habitación de mi hijo y lo vi jugar tranquilamente. Me di cuenta de que estaba jugando un juego imaginario, pero no entendí lo qué estaba haciendo.
Había volcado su sillita para formar una mesa, y luego había colocado cuidadosamente un libro encima.
Lo que dijo a continuación me dejó sorprendido. Con cuidado cruzó sus bracitos e inclinó la cabeza y dijo con su dulce voz: “Oh Dios, por favor bendice este pan”.
Luego me pasó un libro el cual utilizó como bandeja.
Él había estado observando y aprendiendo. Ya sea en la Iglesia o en casa, la belleza de la Santa Cena no había pasado desapercibida para este niño.
Mi hijo y yo tenemos mucho en común: en muchos sentidos, ambos estábamos comenzando nuestro viaje por comprender verdaderamente lo que significa la Santa Cena.
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Los discípulos en la Última Cena
Aunque no estuve presente en aquel sagrado instante de la Última Cena, me gusta imaginar los entrañables sentimientos que pudieron haber tenido Sus amigos y discípulos más cercanos en ese momento.
Esos no eran solo hombres que lo habían seguido durante Su ministerio terrenal, eran Sus amigos. Habían sido testigos de primera mano de Su divinidad y misión.
Cuando Cristo bendijo el pan y luego el agua y se los dio, ¿entendieron estos humildes hombres lo que Él estaba haciendo?
El élder Jeffrey R. Holland explicó el significado del momento:
“El lugar era Jerusalén durante la época de la Pascua, una celebración llena de simbolismo por lo que habría de suceder. Mucho tiempo atrás, se había “pas[ado] por encima” de las casas de los afligidos y esclavizados israelitas, se les había perdonado la vida y finalmente liberado por medio de la sangre de un cordero, untada sobre el dintel y los postes de las casas egipcias…
En aquel día, después de todos esos años y de todas esas profecías y ofrendas simbólicas, el símbolo estaba por convertirse en realidad. La noche en la que el ministerio de Jesus estaba por llegar a su fin, la declaración que había hecho Juan el Bautista al comienzo de ese ministerio cobro mayor significado que nunca: “… He aquí el Cordero de Dios””.
Aunque nadie puede estar seguro de qué estaban pensando esos primeros discípulos en esa noche tan importante, tal vez los simbolismos les recordaron algunos de los momentos que habían experimentado personalmente con Cristo.
La reflexión de los discípulos
Quizás cuando lo vieron partir el pan, recordaron cuando hizo lo imposible y alimentó a 5,000 personas con solo cinco panes. O quizás recordaron cómo le enseñó a la gente la parábola de la paja y el trigo.
Cuando bendijo la copa de vino, ¿pensaron en esa experiencia milagrosa en la que Cristo realizó Su primer milagro y convirtió el agua en vino?
O tal vez sus pensamientos cambiaron cuando escucharon Su consejo:
“Ni siquiera pones vino nuevo en odres viejos; de lo contrario, los odres se rompen, el vino se derrama y los odres se estropean; pero el vino nuevo se echa en odres nuevos, y ambos se conservan”.-Mateo 9:17
Quizás recordaron aún más los recuerdos personales que tuvieron con Cristo, experiencias no registradas en las escrituras, porque ciertamente deben haber habido otros innumerables milagros y recuerdos.
Esos fieles discípulos estuvieron con Cristo durante su breve pero abrumador ministerio, pero ¿entendieron lo que significaba esa última cena? ¿Vieron que estos emblemas reflejaban la Expiación íntima e infinita de Cristo?
El significado de los símbolos
En pocas horas, Cristo dejaría aquel lugar y comenzaría lo inimaginable. Él pondría los dolores, pecados y enfermedades de Su pueblo sobre Su espalda.
Por medio de Su sufrimiento en Su cuerpo y a través de Sus preciosas gotas de sangre, Cristo le dio a esos alimentos un significado eterno.
Si la Última Cena se hubiera llevado a cabo sin las inimaginables experiencias de Getsemaní y la cruz, estos símbolos no tendrían un significado tan poderoso.
Pero tienen un significado: estos símbolos nos recuerdan a Cristo. Nos dirigen no solo a Su vida, sino también al propósito de Su vida. “Instituyó la Santa Cena como recordatorio de Su gran sacrificio expiatorio” (“El Cristo Viviente”, 2000).
Estos emblemas nos recuerdan la expiación de Cristo y nos dan acceso al poder que proviene de Su amoroso sacrificio.
El significado de la Santa Cena en nuestra vida
Aunque el símbolo del pan y el agua es algo que podemos experimentar todos los domingos, Cristo como el Maestro de maestros puede cambiar nuestra perspectiva semana tras semana.
¿Acaso no es sorprendente que dos símbolos simples puedan adquirir un número infinito de significados personales?
Como pudieron haber hecho los discípulos de antaño, también podemos reflexionar sobre las experiencias en las que Cristo nos ha cambiado personalmente.
¿Qué significa para mí la vida de Cristo y Su expiación?
¿Qué significan para mí el pan y el agua?
¿Cómo puedo tener experiencias más personales con Cristo?
¿De qué necesito arrepentirme y cómo puedo convertirme en alguien más como Cristo?
¿Cómo puedo mostrar más amor y misericordia a quienes me rodean?
¿Cómo puedo tener más fe en Cristo y tener más poder por medio de mis convenios?
Me encanta el ejemplo del presidente Russell M. Nelson de reflexionar durante la Santa Cena:
“Participar de la Santa Cena es un proceso mental sagrado y, como tal, se vuelve muy personal para mí. Pienso en los convenios que se están haciendo entre Dios y yo a medida que se dicen las oraciones.
Pienso en Dios ofreciendo a su Hijo Unigénito. Pienso en el sacrificio expiatorio de mi Salvador Jesucristo. La Santa Cena fue instituida por Él. Para toda la humanidad, Él ofreció Su cuerpo y Su sangre y designó el pan y el agua como emblemas simbólicos”.
Volvamos a mi hijo y su admiración y reverencia. Mi hijo es un niño precioso e inocente. Sé que en el futuro cometerá errores, pecará, tropezará y caerá.
Oro para que siempre piense en Cristo, el Hijo perfecto que voluntariamente cargó con el peso colectivo de los pecados de la humanidad.
Oro para que él piense en los discípulos de Cristo que eran personas imperfectas haciendo todo lo posible para seguir a Cristo y que nosotros también, como personas imperfectas, podamos cambiar y progresar.
Espero que nunca dejemos de sorprendernos por el amor de nuestro Padre Celestial y la obediencia de Su Hijo perfecto.
A medida que la Santa Cena se convierta en una experiencia reveladora y empoderadora, espero que también podamos llegar a decir:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el que me amó y se entregó a sí mismo por mí”.-Gálatas 2:20
Este artículo fue escrito originalmente por Danielle Steed y fue publicado originalmente en ldsliving.com bajo el título “What might the disciples have thought about during the Last Supper? Exploring ways to find meaning in the sacrament“