El silencio de los cielos puede hacer que nos sintamos aislados, solos y abandonados por nuestro Padre Celestial, pero, ¿y si en verdad nunca nos abandonó?
Recientemente adopté un gato llamado Hank. Es un gato grande y peludo al que le gusta acurrucarse y maullarle a las cosas y saltar sobre las encimeras y la mesa porque, bueno, es un gato.
Por supuesto, las encimeras de la cocina no son espacios en los que se supone que deben estar los gatos, con objetos cortantes, comida para humanos, entre otros.
Cuando Hank se sube al lavabo a oler los platos que debí haber lavado el día anterior, lo llamo por su nombre para llamar su atención. Como es de esperarse, no me mira, no me hace caso y definitivamente no deja de hacer lo que está haciendo. No tenemos una buena comunicación.
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Estaba pensando en Hank y en cómo podría hacer que él me escuchara cuando me di cuenta de que él y yo no somos tan diferentes.
Últimamente he estado pensando mucho en la revelación y en cómo me he sentido al hablarle al Señor. Lo único que he escuchado es el silencio de la habitación, quedándome sin una respuesta Suya que realmente me hubiera ayudado a salir de algunos apuros. Pero supongo que lo escucho tan bien como Hank me escucha a mí.
Muchos de nosotros atravesamos por el mismo problema. Le pedimos ayuda al Señor, pero sentimos que los cielos están cerrados para nosotros. Es como recibir la siguiente respuesta: “Lo sentimos, el número que usted ha marcado se encuentra temporalmente fuera de servicio”
Es especialmente difícil cuando se nos dice que podemos “escucharlo” y recibir revelación como José Smith, quien le hizo una pregunta sencilla al Padre Celestial y obtuvo una respuesta extraordinaria.
El silencio de los cielos puede hacer que nos sintamos aislados, solos y abandonados por nuestro Padre Celestial, incluso cuando tenemos fe en que Él desea guiarnos en cierta dirección.
Pero, ¿y si nunca nos ha abandonado?
¿Y si somos nosotros los que no estamos escuchando?
¿Qué pasa si somos nosotros los que no prestamos atención a Su voz o no reconocemos Su apacible Espíritu llamándonos por nuestro nombre?
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo en su discurso “Cómo reconocer las respuestas a las oraciones”:
“Cuando se esta atrapado en un torbellino de emociones, es difícil escapar solo… Cuando parezca que no se reciba respuesta a oraciones apremiantes, quizás sea porque no entendamos algunas verdades sobre la oración; o tal vez porque no reconocemos la respuesta cuando la recibimos”.
El apóstol continuó su enseñanza diciendo que el Señor siempre responde las oraciones de una de estas tres maneras:
“Cuando contesta “Sí’ es para darnos confianza. Cuando contesta “No” es para evitarnos un error. Cuando se “reserva la respuesta”, lo hace para que progresemos mediante la fe en Él, la obediencia a sus mandamientos y la disposición a actuar de acuerdo con la verdad.
Él espera que asumamos la responsabilidad de nuestras acciones tomando una decisión compatible con Sus enseñanzas… Debemos actuar”.
Pero es difícil, ¿verdad? Es difícil para mí orar todas las noches con la mejor de las intenciones, sobre todo cuando no siento que no reconozco ningún sí y que tampoco encuentro ningún no. ¿Y la tercera opción? A veces, tener una respuesta en reserva puede ser incluso peor.
Recientemente leí un libro de ficción donde un personaje deseaba la guía de otro personaje. “¿Por qué no me ayudó?” se preguntó ella. “Él sabe que moriré sin su ayuda”. Pero luego entendió algo acerca de su relación con este joven.
Él no la ayudó porque quería indicarle que ya estaba cerca de su respuesta. Él confiaba en que ella entendería que podía llegar a donde quería por su cuenta, que estaba realmente cerca de su objetivo.
Y a veces creo que el Señor obra de manera similar. Cuando oro al Padre por algo que me preocupa, si no siento un sí o un no de Él, sé que es porque Él confía en que seguiré la guía que me ha dado en el pasado y que puedo tomar mis propias decisiones, como el amoroso Padre que es.
Él sabe que estoy cerca de mi respuesta o que creceré de la manera necesaria a partir de mi búsqueda por la respuesta.
Pienso en todos los momentos de mi vida en los que la guía del Señor podría haberme impedido cometer grandes errores, pero me doy cuenta de que esos errores me han convertido en la persona que soy ahora.
Y volviendo a mi relación con mi buen amigo Hank, cuando empiece a reconocer mi voz y su nombre, le resultará más fácil prestarme atención. Y cuanto más atención me dé, más a salvo se mantendrá, confiará más en mí.
Por supuesto, mi relación con el Señor es un poco más compleja, pero creo que se aplican principios similares. Cuanto más escucho y obedezco las impresiones que recibo, más confío en el Señor.
Y cuanto más confío en Él, más lo escucho.
Cuando no escucho Su respuesta, no tengo que preocuparme de que Él no esté allí o de que no se preocupe por mí. Sé que Él confía en que pueda tomar buenas decisiones y aprender de mis errores.
En ocasiones, estos pensamientos todavía no me satisfacen y, a veces, todavía me siento sola o confundida; sin embargo, hasta cierto punto, estoy empezando a comprender que todo esto es parte de lo que significa ser humano.
Y, afortunadamente, siempre puedo confiar en que mi Padre Celestial y el Salvador Jesucristo estará allí cuando tenga ganas de llorar o me sienta enojada o simplemente necesite sentir Su amor.
En tiempos de estrés y prueba, ellos son los que pueden ayudarnos a superar nuestros desafíos.
Fuente: ChurchofJesusChrist.org