Madi Davis, una joven Santo de los Últimos Días de Estados Unidos, inspiró a muchos al compartir su experiencia contra la adicción a la pornografía.
Esta es su historia.
La trampa de la pornografía
Me encontré con la pornografía cuando tenía 13 años.
Solía pensar que era la única chica que necesitaba superar este problema, por lo que sentí que no podía contárselo a nadie: ni siquiera a mis padres, ni a mis líderes, ni a mis amigos.
Después de todo, este era un desafío que “solo se daba en los hombres”, ¿verdad?
La realidad fue completamente diferente.
Intenté dejarlo en muchas ocasiones. Hubo muchas veces en las que dije “esta es la última vez” y “nunca más caeré”, pero solo terminé estancada en el mismo ciclo.
La vergüenza aumentaba con cada vez que recaía. Dependía únicamente de mi fuerza de voluntad y rápidamente aprendí que esa fuerza tiene un límite.
Perdida en la oscuridad
Al final, me sentí perdida y sola. El enemigo aprovechó esta oportunidad e hizo que permaneciera atrapada en un vapor de tinieblas, como en el sueño de Lehi (1 Nefi 8:21–23).
Llegué a pensar que yo era la excepción a la expiación del Salvador Jesucristo.
Unos años después de mucha lucha contra esta adicción, sentí que necesitaba contárselo a alguien. Necesitaba quitarme esta pesada carga hablando con alguien de confianza.
En mi situación, sabía que esa persona era mi obispo. Él fue la primera persona a la que le conté sobre este problema de dignidad.
Durante esa entrevista, apenas pude pronunciar mis palabras debido a las lágrimas y sollozos que se me escapaban.
Esperaba un sermón muy severo y estaba dispuesta a afrontar cualquier castigo que se me presentara.
Para mi sorpresa, encontré el amor puro de mi Salvador en lo que me dijo:
“Aún eres una hija de Dios. Sigues siendo amada y valorada”.
El amor puro que encontré
En los años que transcurrieron desde entonces, he podido encontrar mucho apoyo, amor sincero y crear conexiones maravillosas con quienes me ayudaron en esta situación.
Sentí como si hubiera sido llevada en los brazos del Redentor. Él fue y será siempre mi fundamento, consuelo y refugio.
Sé que Jesucristo nos conoce a cada uno de nosotros individualmente y que Él quiere que le entreguemos nuestro corazón para que pueda mostrarnos cuál es la verdadera felicidad. Sé que Cristo está más cerca de lo que pensamos.
Ya sea que estés teniendo problemas con la pornografía o conozcas a alguien que esté pasando por este desafío, recuerda que no estás solo y que nunca estás fuera del alcance del poder redentor de Jesucristo.
Fuente: Strive to be