Hace algún tiempo en Utah, cuando el césped aún era verde y la nieve no caía del cielo, toda mi familia y yo nos fuimos a un lugar cerca de las montañas para pasar un lindo día con buena comida.
Mi esposa tiene una familia muy numerosa con muchos sobrinos pequeños así que decidimos jugar juntos con una pelota.
Si la pelota te tocaba, quedabas fuera y es por esta misma razón que nos movíamos de un lado a otro para evitar ser tocado o golpeado por ella.
En una de las rondas, mi sobrino de 17 años saltó y su celular salió volando de su bolsillo, éste cayó con la pantalla arriba sobre el césped. Yo estaba justo al lado del teléfono en ese momento, y cuando lo vi, algo captó mi atención fijamente.
Cuando miré más de cerca, vi una imagen muy familiar del Salvador mirándome directamente. Me detuve por un momento y me quedé meditando en lo que vi.
No fue algo fuera de lo común. Mi sobrino saltó, su teléfono se cayó y de repente vi que había una imagen de Cristo en su teléfono.
Entonces, ¿por qué me había quedado inmóvil al ver el teléfono?
Comencé a pensar en esto; si yo actualmente fuera un joven de 17 años con un celular, ¿tendría esa imagen de Cristo en mi teléfono?
No era la imagen de una chica que le parecía atractiva, o uno de sus videojuegos o cantantes favoritos.
De todas las “cosas geniales” que pudo haber escogido para tenerlas de fondo de pantalla, él escogió tener a Cristo. Sin sentir ningún tipo de vergüenza, él escogió a Cristo.
Lo escogió para mirarlo a los ojos cada vez que tiene que desbloquear el teléfono.
Él sabe que probablemente no hay nada que reciba más atención en su vida que su teléfono porque seguramente está en su bolsillo o en su mano la mayor parte del día al igual que el resto en todo el mundo.
Él escogió a Cristo como el rostro de su vida tecnológica.
Tal vez la juventud de ahora es mejor de lo que pensábamos, tal vez están usando estos inventos para bien.
En otro escenario reciente, mi hijo fue a un campamento con los diáconos; y decidí acompañarlo para ver en qué los podía ayudar.
Algunos de los chicos tenían sus teléfonos e intentaban ver videos en Youtube, lo cual hizo que los líderes les pidieran los teléfonos para luego guardarlos en una caja negra.
Cada joven guardó su teléfono boca abajo en el cajón.
Al ver los dispositivos, me di cuenta de algo peculiar.
Uno de los diáconos tenía el celular con un protector, y dentro del protector estaba su recomendación para el templo.
Para mí, fue como si él estuviera diciendo que los dos objetos temporales más valiosos que poseía eran aquellos.
Por supuesto, él tendrá su celular consigo todo el día, ¿pero por qué alguien de 14 años también querría tener su recomendación junto al celular?
Eso me sorprendió.
¿Por qué estos dos ejemplos son tan significativos e impactantes para mí?
Porque estos dos jóvenes tomaron acción frente al poder del adversario. Sin avergonzarse, estos dos jóvenes escogieron poner a Cristo y sus convenios en primer lugar, en segundo y en tercero.
Ellos recordarán qué es lo más importante, quién es la persona más importante y no se preocupan por quién puede estar mirándolos.
El progreso o declive de los jóvenes de la Iglesia será por los dispositivos digitales.
Por encima de cualquier cosa, creo que estos dispositivos y el uso que se les dé serán un fundamento central para el progreso y fracaso en la felicidad y obediencia de las próximas generaciones.
Estos dispositivos serán el medio por el cual Satanás o Dios entrarán a su vida y se comunicarán con ellos.
¿Será por medio de las escrituras y los buenos mensajes, o por las imágenes degradantes, la música pobremente estructurada, y el lenguaje grosero?
El dispositivo en sí no es malo. Como cualquier herramienta, puede ser usada para bendecir o dañar, para elevar o destruir, para difundir el bien, o para perpetuar el mal.
Es el que usa aquella herramienta, o el teléfono, quien posee todo el poder inherente que esta provee.
Para ser un instrumento de Dios, o de Satanás.
Para elevar, o para destruir.
Fuente: Greg Trimble