Odiaba escalar montañas cuando era niño. Parecía que todo lo que hacíamos era caminar y escalar hasta que nuestras piernas se cansaran. El Gran Cañón. La ruta del batallón Santo de los Últimos Días. Los picos y las cordilleras más altos de Arizona.
Había una actividad llamada “Tres picos en tres días” que corrió como reguero de pólvora en los grupos de jóvenes de Arizona. El objetivo era caminar por las tres cadenas montañosas más altas de Arizona: Humphreys, Escudilla y Baldy, en menos de 72 horas.
Era una actividad de la que un ávido excursionista podría estar orgulloso. Con el transcurso de los años, escuché innumerables historias sobre jóvenes que aceptaron este reto. Creían que esta actividad los prepararía para las cosas más difíciles que vinieran más adelante en sus vidas. Realmente, no reconocí el vínculo entre las dos cosas. Después de todo, una caminata es una caminata y nada más.
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Finalmente, acepté el reto cuando llegué a la adolescencia. Pero, rápidamente me arrepentí de mi decisión. Como te puedes imaginar, mis amigos y yo no teníamos nada amable que decir sobre nuestros líderes mientras avanzábamos por el primer sendero.
Sentíamos dolor y estábamos listos para abandonar la caminata, cuando se diera la oportunidad. Estaba cansado y frustrado porque mis líderes me llevaron a ese fiasco de gran altitud. Podía sentir mi corazón latiendo y mi mente acelerada. Mi alma estaba en llamas.
Aunque me sentí miserable en esa caminata, recuerdo haberme sentido un poco orgulloso de mí mismo cuando finalmente llegué a la última cumbre.
A pesar de haber subido la montaña, todavía no entendía el punto. Quiero decir, ¿cuál era el propósito real de escalar montañas? No lo entendí hasta que me convertí en un adulto.
Otra montaña que escalar
El 19 de enero de 2016, acababa de llegar a casa después de un largo día de trabajo y estaba listo para pasar un tiempo con mi esposa, que tenía 8 meses de embarazo, y nuestros 3 hermosos hijos: Piper, de 6 años, Kimball, de 4 y Russell, de 2.
Los niños querían ir a un parque que estaba cerca de nuestra casa con unos amigos, así que salieron corriendo. Dejé mi mochila en la entrada de nuestra casa y los perseguí. Cuando noté que los niños se acercaban a una intersección, les grité que se detuvieran y esperaran a que llegara ahí. Algunos de ellos se detuvieron, pero nuestra hija Kimball corrió hacia la calle.
La escena se reproduce como una película en mi cabeza. Todavía puedo escuchar los sonidos en mi mente.
Un conductor que venía por la pista no vio a Kimball y la atropelló. Corrí a su lado e intenté despertarla con desesperación. En cuestión de minutos estábamos rodeados de vecinos, transeúntes y socorristas. Comenzamos la RCP. Le dieron una bendición del sacerdocio a Kimball. Luego, un helicóptero aterrizó y se la llevó.
Mi esposa y yo nos subimos a un auto de la policía y seguimos el helicóptero hasta el hospital. Mientras estábamos sentados en la parte trasera del auto, comencé a sentir que mi corazón latía con fuerza y mi mente se aceleraba. Podía sentir mi alma en llamas, algo no muy diferente a cuando subí esas montañas muy altas cuando era adolescente.
Cuando llegamos al hospital, el médico nos dijo que la montaña era mucho más alta de lo que esperábamos. Nos informó que no podían salvar la vida de nuestra hija. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cómo podría relacionar esto con mi fe en un Dios amoroso? ¿Dónde estaba nuestro milagro? No pude juntar las piezas en mi cabeza. Recuerdo que fui a casa esa noche y me sentí muy triste, estaba listo para sentarme en el camino de la vida y abandonarlo todo.
Al sentir el peso del dolor y estar listos para rendirnos por completo, descubrimos que mi esposa estaba empezando a tener contracciones y comenzando la labor de parto, solo unas horas después del accidente.
Recuerdo que recurrí a Dios nuevamente en espíritu de oración y le dije que ya era suficiente, que por favor, se detuviera. No estábamos listos para volver a ningún camino. Sin embargo, sabiendo que estábamos preparados para las cosas difíciles, mi esposa y yo nos pusimos de pie y caminamos durante la noche para darle la bienvenida al mundo a nuestro hijo Harvey.
A menudo, miramos a los ojos de nuestro pequeño y nos preguntamos por qué Dios nos lo enviaría solo unas horas después del accidente de Kimball. Se parece a ella. Nos hace pensar en la misericordia de Dios. De hecho, Dios está pendiente de nosotros en nuestros momentos más oscuros.
Habíamos visto el panorama completo de la vida en menos de 24 horas. Mi esposa y yo intentamos mantenernos fuertes por el bien de nuestros hijos. Pero, no pudimos evitar reflexionar sobre el tiempo de Dios en todo esto.
Todavía nos preguntamos dónde estuvo nuestro milagro. Se necesita tiempo y paciencia para comprender los senderos empinados que se nos obliga a escalar.
Hasta que llegue nuestro domingo
Entonces, ¿cómo recibimos el fallecimiento de nuestra hija con paciencia? Los ejemplos de las Escrituras nos ayudaron a ver el panorama completo del plan de Dios para sus hijos.
Por ejemplo, cuando se le pidió a Abraham que sacrificara a Isaac en un altar, nos maravillamos de que lo hiciera voluntariamente, respetando a Dios y Su tiempo. Sin embargo, a la hora undécima, el ángel del Señor intervino, gritando “¡Abraham! ¡Abraham!”, a lo que Abraham debe haber respondido con cierto alivio: “Heme aquí”. El ángel continuó:
“Sé que temes a Dios, pues no me rehusaste a tu hijo, tu único”. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí un carnero a sus espaldas trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham, y tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo (Génesis 22: 12-13).
En contraste, cuando el Salvador fue crucificado como un sacrificio por los pecados del mundo, no había “carnero en un zarzal”. Jesús experimentó el sufrimiento en manos de hombres malvados para que no tuviéramos que sufrir si nos arrepentimos. Cristo tomó todo sobre sí.
Muchos de los que amaron a Jesús durante Su vida mortal tuvieron que ver la horrible escena. Solo puedo imaginar los pensamientos de su madre María, preguntándome por qué Dios la había abandonado a ella y a su Hijo. No había carnero en el zarzal para María ese día.
“Para aquellos que han perdido a un ser querido demasiado pronto, tenemos que esperar pacientemente hasta que llegue el domingo”.
Al igual que yo, probablemente hayas visto a muchas personas que no reciben un carnero en el zarzal. A través del ejemplo de María, aprendí que necesitaría esperar pacientemente hasta el domingo de la Resurrección del Salvador. Para aquellos que han perdido a un ser querido demasiado pronto, tenemos que esperar pacientemente hasta que llegue nuestro domingo.
Dame esta montaña
En el Antiguo Testamento, Caleb le pidió al profeta Josué una herencia en Israel debido a su coraje y fidelidad durante más de 40 años. “Dame este monte”, dijo Caleb, porque “siguió fielmente a Jehová Dios de Israel” (véase Josué 14: 12–14).
En la Conferencia General de octubre de 1979, el Presidente Spencer W. Kimball amplió la súplica de Caleb: “Nos esperan grandes desafíos y nos esperan grandes oportunidades. Recibo esa emocionante perspectiva y siento que debo decirle al Señor, con humildad, ‘Dame este monte’, dame estos desafíos” (“Give Me This Mountain”, Ensign, noviembre de 1979).
El Presidente Kimball se comprometió públicamente a seguir fielmente al Señor. ¿Parece inusual que estuviera dispuesto a aceptar montañas de pruebas en el camino? No es inusual si comprendes el valor de las pruebas. Posiblemente, las montañas son lo que nos ayudan a llegar a ser lo que el Señor desea que seamos.
Desde la cima de nuestras montañas, podemos ver nuestros puntos bajos en la vida y comprender el papel que juegan los valles oscuros en el plan de salvación. Desde un punto de vista más alto, nos acercamos a Dios y vemos las cosas desde Su perspectiva. Una montaña no es una montaña sin los valles que la rodean.
No sé si soy tan valiente como el Presidente Kimball. A veces, me cuesta decir: “Señor, dame esta montaña”. Pero, sé que necesito aceptar que Dios sabe cómo prepararnos mejor para las experiencias difíciles que nos acercan a Él.
Dios sabe quiénes somos
No puedo decirte que el accidente de nuestra hija fue planeado divinamente. Elijo no especular al respecto, pero recuerdo las palabras del Presidente Hugh B. Brown, que sirvió como consejero en la Primera Presidencia con el Presidente David O. McKay.
Mi esposa y yo compartimos las siguientes palabras de la mano mientras hablábamos en el funeral de nuestra hija Kimball:
A medida que avancen, algunos de ustedes se toparán con alguna decepción, tal vez muchas decepciones, algunas de ellas cruciales. A veces, se preguntarán si Dios los ha olvidado… Dios los conoce individualmente. Él sabe quiénes son y sabe en qué son capaces de convertirse.
No se desanimen si no obtienen todas las cosas que desean cuando las desean. Tengan el coraje de seguir y enfrentar su vida y, si es necesario, cámbienla para armonizarla con Su ley (Hugh B. Brown, “God is the Gardener”, Universidad Brigham Young, 31 de mayo de 1968).
Dios tiene un plan para todos nosotros, un plan lleno de pruebas que nos ayudan a comprender la vida en la tierra y nos acercan a Él.
Hay algunas vistas que solo se pueden apreciar desde la cima de las montañas. La única forma de llegar a ese punto estratégico es caminar hasta la cima. Si esto debe ser así, enfrentaré mis pruebas con paciencia, no me rendiré, y humildemente le diré a mi Dios: “Dame esta montaña”.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por C.J. Eagar y fue publicado en churchofjesuschrist.org con el título “Give Me This Mountain: Faith After Losing a Child”.