En diciembre de 1831, cuando el HMS Beagle emprendió su segundo viaje de cinco años, un caballero de 21, llamado Charles Darwin estaba abordo y servía como “director científico” del barco. A su regreso, planeaba convertirse en el pastor de algún país. Aunque, hasta su muerte en 1882, Darwin se consideraba agnóstico y rechazaba el término “ateo,” asistía junto a su familia a servicios de adoración.
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¿Qué pasó durante las cinco décadas intermedias? Por supuesto, publicó los libros de la época “Sobre el origen de las especies” (1859) y “El origen del hombre” (1871) asimismo presentó la revolucionaria teoría “darwiniana” de la evolución.
La evolución ha sido vista y bienvenida por algunos como una amenaza a la fe religiosa. Del mismo modo, esta investigación realizada por Darwin, desafió su propia perspectiva religiosa. Puesto que, le preocupaba en gran manera la pura crueldad de la naturaleza. Por ejemplo, los mismos lindos gatitos que juegan con bolas de lana también torturan a los ratones que atrapan. Igualmente, Darwin estaba horrorizado por la forma en que se reproducen las avispas Ichneumonidae que depositan sus huevos dentro de una oruga paralizada donde las crías consumen gradualmente los órganos internos de la oruga que aún vive, antes de que salgan.
El antiguo problema del mal, sobre conciliar la creencia de un Dios benevolente con la existencia de la injusticia y el sufrimiento, fue un desafío que la fe de Darwin no pudo soportar.
Aún así, su investigación biológica no destruyó su creencia en Dios sino los problemas letales que llegaron a su hogar.
Darwin era un dedicado padre de familia. Desafortunadamente, a finales de 1842, su hija Mary, vivió menos de un mes. Y, en 1858, murió su bebé Charles, a la mitad de su segundo año.
Su padre, Robert Darwin, falleció en 1848, y las piadosas insinuaciones de que Robert estaba siendo sometido a torturas en el infierno, ofendieron profundamente a Charles Darwin. Por ese motivo, pensaba: “mi padre, mi hermano y casi todos mis amigos serán castigados eternamente,” esa idea le pareció “una doctrina condenable“.
En 1851, su amada hija Annie de 11 años contrajo una seria enfermedad, posiblemente tuberculosis. A pesar de que Emma Darwin [su esposa] oró fervientemente, Annie también murió. Darwin estaba destrozado, su fe se quebrantó. Nunca dejó de llorar el fallecimiento de sus hijos. Dawin solo quería ser enterrado al lado de ellos, en el cementerio de Mary, al sudeste de Londres. Charles Darwin, tristemente, consideraba que ese era “el lugar más feliz sobre la tierra.” Sin embargo, sus seguidores insistieron en que fuera enterrado en Westminster Abbey, cerca de Isaac Newton.
Leyendo la historia de Charles Darwin – no solo la del ilustre científico sino su penosa vida como padre – uno desea que la fe en el Evangelio restaurado, le pueda haber dado la paz que lo eludió. Además, podemos esperar que, por ahora, haya encontrado esa paz.
“Todas tus pérdidas te serán compensadas en la resurrección siempre que continúes siendo fiel. Por la visión del Todopoderoso, lo he visto.” Declaró el Profeta José Smith.
Trás la masacre de inocentes en la Escuela Secundaria “Marjory Stoneman Douglas” en Florida, los miembros fieles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días reconocen que, con el apóstol Pablo, en esta vida “vemos por espejo, oscuramente” y, con Nefi, “no sabemos el significado de todas las cosas.” Sin embargo, también con Nefi y Pablo, “sabemos que Dios ama a sus hijos” y ese amor es el mejor de todos los dones.
También, testificamos que, “Aunque morir nos toque sin llegar,” “¡Oh, está todo bien!” Incluso, en medio de las penas y tragedias, el evangelio sigue siendo la mejor buena nueva.
Adaptación del artículo originalmente escrito por Daniel Peterson y publicado en deseretnews.com con el título “Defending the Faith: The tragedy of Charles Darwin.”