Eirin Cecilie Gjedrem, de Noruega, tenía 14 años cuando su vida cambió para siempre.
Desde que era pequeña, Eirin mostró un interés por la fe, por sentirse cerca de Dios.
Cuando tenía 10 años, asistió a un evento interreligioso y quedó impresionada por las representaciones artísticas del Salvador, sintió algo que nunca antes había sentido.
Gjedrem compartió en una entrevista para Church News:
“Pensé: ‘Si esto es fe, entonces quiero tener fe’. Y creo que eso fue lo que inició mi búsqueda por descubrir qué hay entre el cielo y la Tierra”.
Fue esa misma fe lo que la ayudaría en su momento de mayor necesidad.
En 2005, a los 14 años, mientras visitaba a sus abuelos, Eirin estaba nadando en una playa cuando se zambulló desde un muelle de piedra del cual había saltado en repetidas ocasiones en el pasado.
Sin embargo, aquel momento sería diferente.
Al zambullirse, Gjedrem se golpeó la espalda contra una roca que se había desplazado por la corriente del mar.
La quinta vértebra de su espalda sufrió el impacto y la dejó paralizada del cuello hacia abajo. Eirin expresó:
“Ya era difícil ser una adolescente… De repente, mi mundo cambió y ahora todos tenían que hacer las cosas por mí. No quería que me tocaran, no quería que me ayudaran… En resumen, quería que me dejaran morir”.
Tuvo que pasar mucho tiempo y un proceso de recuperación muy difícil para que Gjedrem redescubriera que su vida valía la pena.
Seguir adelante
A pesar de las dificultades, Erin mantuvo su interés por la fe.
En 2012, decidió realizar una prueba en Internet para saber qué iglesia se alineaba con sus creencias personales.
¿El resultado? La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Rápidamente, buscó el sitio web de la Iglesia y solicitó un Libro de Mormón.
Eirin pensó que el ejemplar que pidió llegaría por correo, nunca imaginó que “un par de chicas muy buenas” irían a visitarla. Aquellas jóvenes eran misioneras de la Iglesia.
Se ofrecieron a llevarle un Libro de Mormón, pero Gjedrem sintió que debía recogerlo en la Iglesia. Cuando llegó al centro de reuniones, Eirin sintió la paz que recordaba haber sentido de niña.
Aunque Gjedrem estaba emocionada por haber conocido la Iglesia, decidió que había llegado el momento de bautizarse.
En 2020, Eirin se sintió lista para convertirse oficialmente en una Santo de los Últimos Días, sin embargo, su esposo la invitó a averiguar más sobre la Iglesia.
Sin querer seguir adelante sin su apoyo, Gjedrem continuó asistiendo a la Iglesia hasta sentir que ya podía ser bautizada.
En diciembre de 2021, Eirin sufrió un derrame cerebral que la dejó ciega de un ojo. Aunque su visión eventualmente regresó, en ese momento no estaba segura de si recuperaría la vista.
Aquella experiencia la abrumó y lo único que la ayudó a superarlo fue su fe.
El incidente la llevó a darse cuenta de que la vida de nadie está garantizada y que no quería morir sin ser bautizada.
Con eso en mente, le contó a su esposo lo importante que es la Iglesia para ella y le pidió que la apoyara en su bautismo.
En febrero de 2022, él aceptó.
El primer pensamiento que tuvo después de que su esposo estuvo de acuerdo fue: “¿Qué [día de la semana] cae el 3 de julio?”
Tenía el deseo de bautizarse ese día. ¿La razón? Un 3 de julio, hace 21 años, ocurrió aquel trágico accidente.
Gjedremfue confirmada como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el 3 de julio de 2022.
“Renací en la [fecha] que, de una manera, me arrebató la vida… Supe que era la fecha correcta. Fue un momento en el que comprendí en qué consiste el convenio del bautismo. Comprendí de qué se trataba la Santa Cena. Y estaba lista. Antes no lo estaba, pero sí en ese momento”.
Una ayuda para los demás
La fe de Eirin Gjedrem no solo cambió su vida, sino que pudo bendecir la vida de otros miembros de la Iglesia en Noruega.
Una de esas personas es Gabriella Geddes, una misionera retornada de Utah que sirvió su misión en Noruega.
Gabriella compartió que conoció a Eirin en un momento en el que estaba teniendo algunos problemas con su testimonio. Fue ella quien le recordó todas las cosas por las que debería estar agradecida.
“Ella me ayudó a recordar la razón por la que amo tanto a la Iglesia, a mi Padre Celestial y a Jesucristo”.
Conocer a Eirin le enseñó que el Padre Celestial obra de manera “divina” a fin de bendecir las vidas de cada persona.
Finalmente, Gabriela compartió:
“Sanamos mutuamente nuestras heridas y creo que por eso nos conocimos… Cuando sufrimos, cuando hay algo que no está bien, [Dios] enviará ángeles a nuestras vidas”.
Fuente: Church News