“Y no supieron decir si estaban en el cuerpo o fuera del cuerpo; porque les pareció como una transfiguración habida en ellos, como que fueron cambiados de este cuerpo de carne a un estado inmortal, de modo que pudieron contemplar las cosas de Dios”. – 3 Nefi 28: 15
El conocimiento
Los evangelios sinópticos registran que Jesús se transfiguró en presencia de Sus tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan (Mateo 17: 1-13; Marcos 9: 2-10; Lucas 9: 28-36). Estos relatos coinciden entre sí en los detalles generales de lo que ocurrió en la transfiguración:
Sucedió en la cima de un monte
Pedro, Santiago y Juan fueron testigos
El rostro y la ropa de Jesús eran blancos
Aparecieron Moisés y Elías
Pedro se ofreció a edificar “tabernáculos” para Jesús, Moisés y Elías
Una nube cubrió a los participantes y se escuchó una voz que decía: “Este es mi Hijo amado: escúchenlo”.
Los discípulos se sintieron atemorizados por lo que escucharon y presenciaron.
Los discípulos juraron guardar en secreto lo que sucedió.
Los relatos individuales del Evangelio ofrecen detalles ligeramente diferentes que se agregan a este episodio. Por ejemplo, el evangelio de Mateo registra que la voz del cielo (Dios el Padre) declaró no solo que Jesús era Su hijo amado, sino que estaba “muy complacido” con Él (Mateo 17:5).
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Lucas registra que los tres discípulos estaban rendidos de sueño durante parte del evento, tal vez debido al esfuerzo que a veces acompaña las visitas o manifestaciones divinas, y que los tres despertaron para contemplar la gloria de Jesús y los dos seres celestiales que estaban con Él (Lucas 9:32).
Solo Mateo dice que Jesús los tocó y les dijo que se “levantaran” (Mateo 17:7). Los evangelios de Mateo y Marcos registran que fue el mismo Jesús que les pidió a los discípulos que guardaran en secreto lo que sucedió en esa ocasión (Mateo 17:9, Marcos 9:9), un detalle ausente en el registro de Lucas, aunque Marcos y Lucas también afirman que los discípulos no le contaron a nadie “las cosas que vieron” (Marcos 9: 9-10; Lucas 9:36, véase también 9:21).
Las escrituras sobre la Restauración ofrecen una idea de este episodio. Una revelación que el Profeta José Smith recibió en 1831 aclaró que aún no hemos recibido el relato completo de lo que ocurrió en la transfiguración, pero que aparentemente incluía una visión concedida a los discípulos sobre la plenitud final de la tierra
Una variante textual en la traducción de José Smith de Marcos 9 también plantea preguntas sobre quién se le apareció precisamente a Jesús en la transfiguración:
“Y se les apareció Elías, junto con Moisés, y hablaban con Jesús”. – Marcos 9:4
“Y les apareció Elías con Moisés, o, en otras palabras, Juan el Bautista y Moisés, y hablaban con Jesús”. – TJS 9:3
El relato de TJS de este versículo en Marcos, junto con las explicaciones en Mateo 17: 13, indica que “los discípulos entendieron que [Jesús] les habló de Juan el Bautista y también de otra persona que debería venir a restaurar todas las cosas”.
Puede ser que Juan el Bautista y Moisés fueran los que estuvieron en la transfiguración en lugar de Elías y Moisés. Además, el nombre Elías puede hacer referencia a varios mensajeros que son llamados a actuar en la capacidad de Elías, un precursor o un preparador.
Tal vez, entonces, Juan el Bautista (Elías) vino a preparar a Jesús para ser recibido en presencia de los profetas trasladados Moisés y Elías. Este relato estaría en armonía con la forma en que se utiliza ampliamente a Elías como restaurador en las revelaciones de José Smith, y en el Nuevo Testamento e incluso en otra literatura cristiana del siglo XIX, si vamos al caso.
Otra ocasión de “transfiguración” se registra en el Libro de Mormón (3 Nefi 28:15,17). Aquí, el Señor resucitado no fue quien se transfiguró. Él ya había sido glorificado. Pero, tres de Sus discípulos escogidos en el Nuevo Mundo experimentaron un evento de transfiguración similar, incluida una mayor plenitud de bendiciones que las circunstancias que permitieron que Pedro, Santiago y Juan recibieran en medio del ministerio de Jesús en Galilea.
Como se registró en 3 Nefi, después de sus apariciones entre los justos en el templo de Abundancia, Jesús resucitado visitó en privado a Sus doce apóstoles del Nuevo Mundo y les ofreció la oportunidad de decirle qué era lo deseaban de Él después de que regresara al Padre (3 Nefi 28:1).
Tres de esos discípulos nefitas querían hablar, pero “se contristó el corazón de ellos, porque no se atrevían a decirle lo que deseaban” (3 Nefi 28:5). Sin embargo, Jesús sabía lo que deseaban: “He aquí, conozco vuestros pensamientos, y habéis deseado lo que de mí deseó Juan, mi amado, quien me acompañó en mi ministerio, antes que yo fuese levantado por los judíos”.
En otras palabras, Jesús sabía que estos discípulos deseaban “que viniera en Su gloria y profetizara ante las naciones, tribus, lenguas y pueblos” (DyC 7:3).
En respuesta a este deseo justo, Jesús prometió a los tres discípulos nefitas:
“Por tanto, más benditos sois vosotros, porque nunca probaréis la muerte; sino que viviréis para ver todos los hechos del Padre para con los hijos de los hombres, aun hasta que se cumplan todas las cosas según la voluntad del Padre, cuando yo venga en mi gloria con los poderes del cielo.
Y nunca padeceréis los dolores de la muerte; sino que cuando yo venga en mi gloria, seréis cambiados de la mortalidad a la inmortalidad en un abrir y cerrar de ojos; y entonces seréis bendecidos en el reino de mi Padre.
Y además, no sentiréis dolor mientras viváis en la carne, ni pesar, sino por los pecados del mundo; y haré todo esto por motivo de lo que habéis deseado de mí, porque habéis deseado atraer a mí las almas de los hombres, mientras exista el mundo.
Y por esta causa tendréis plenitud de gozo; y os sentaréis en el reino de mi Padre; sí, vuestro gozo será completo, así como el Padre me ha dado plenitud de gozo; y seréis tal como yo soy, y yo soy tal como el Padre; y el Padre y yo somos uno” (3 Nefi 28: 7 – 10).
A estas promesas extraordinarias de transformación divina las siguió una visión gloriosa. En esta visión, “se abrieron los cielos, y ellos fueron arrebatados al cielo, y oyeron y vieron cosas inefables. Y se les prohibió hablar; ni tampoco les fue dado el poder para declarar las cosas que vieron y oyeron” (3 Nefi 28: 13 – 14).
El texto en 3 Nefi llama a este evento explícitamente “transfiguración” dos veces (3 Nefi 28: 15, 17), y comenta que los tres discípulos nefitas “fueron cambiados de este cuerpo de carne a un estado inmortal, de modo que pudieron contemplar las cosas de Dios”. Si bien quería escribir más sobre este incidente, incluidos los nombres de los tres discípulos nefitas, a Mormón se le prohibió hacerlo. Lo que si se le permitió decir fue que “[Los tres discípulos nefitas] son como los ángeles de Dios; y si ruegan al Padre en el nombre de Jesús, pueden manifestarse a cualquier hombre que les parezca conveniente”.
La razón
Los elementos compartidos en estos eventos de transfiguración que se registraron en los evangelios sinópticos y en 3 Nefi invitan a la pregunta: ¿Se puede discernir un patrón más amplio de rasgos del templo sagrado como apoyo a estos dos encuentros con lo divino? ¿Por qué el santo templo del antiguo Israel sería un punto de origen en común que los vincule?
Debido a que la ley de Moisés y el templo en Jerusalén fueron fundamentales tanto para los judíos en Galilea como para los nefitas en Abundancia, uno no se debe sorprender al descubrir que Moisés y el santo templo del antiguo Israel como precedentes a estos dos escenarios.
De hecho, los relatos del Nuevo Testamento de la transfiguración de Jesús comparten varios elementos con el encuentro de Moisés con Dios en el monte, así como otros motivos judíos. Lo más obvio de esto es el escenario en la cima del monte, Jesús con tres compañeros en el monte, una nube que cubre la escena, una voz divina que sale de la nube, y el cambio del rostro y la ropa blanca de Jesús.
Moisés (Éxodo 19, 24, 34)
- Moisés asciende al monte
- Moisés sube al monte con tres compañeros (Aarón, Nadab, Abiú) y setenta ancianos (Éxodo 24: 1, 9)
- Una nube oculta la gloria y la apariencia de Dios (Éxodo 24:15)
- Una voz habla “de en medio de la nube” (Ex. 24:16)
- Moisés es transfigurado y su piel resplandece cuando termina de hablar con Dios (Éxodo 34:29)
- Los hijos de Israel tienen “miedo de acercarse” a Moisés después de su descenso del monte (Éxodo 34:30)
Jesús (Mateo 17: 1–13; Marcos 9: 2–10; Lucas 9: 28–36)
- Jesús asciende a un monte
- Jesús es acompañado por Pedro, Santiago y Juan
- Una nube cubre la escena
- Una voz habla desde la nube
- Jesús se transfigura; Sus ropas se vuelven de un blanco resplandeciente y su semblante cambia
- Los discípulos sienten temor durante el evento
El hecho de que Moisés mismo fuera uno de los personajes que se le aparecieron a Jesús y los discípulos durante la transfiguración deja un poco de duda con respecto a que los escritores del evangelio desearan que sus lectores vincularan temáticamente la experiencia sobrenatural del profeta del Antiguo Testamento, Moisés, con la de Jesús.
Además, que Pedro deseara construir “tabernáculos” para Jesús, Moisés y Elías relaciona más a fondo este episodio con el templo. La palabra griega utilizada para describir los “tabernáculos” que Pedro deseaba construir (skēnē) es la misma palabra que se utilizó en la traducción al griego antiguo de la Biblia hebrea para el tabernáculo de Moisés.
Incluso, algunos eruditos señalaron similitudes entre la transfiguración y la fiesta judía de los tabernáculos.
Los cristianos a lo largo de los siglos también han reconocido el significado que tuvo la transfiguración de Jesús para la doctrina de la deificación, la enseñanza de que los discípulos de Cristo tenían el potencial de llegar a ser como Dios.
Varios elementos en el relato de la transfiguración se vincularon con la transformación gloriosa de los creyentes en el tiempo del regreso de Jesús en la literatura cristiana primitiva. Según señaló un erudito, “este sentido de transformación, la deificación, puede detectarse en el relato de la transfiguración”.
Del mismo modo, los temas del templo y la deificación también son inconfundibles en la transfiguración de los tres discípulos nefitas, tales como se les prometió a los tres nefitas que disfrutarían una “plenitud de gozo” y “se sentarían en el reino del Padre” donde serían uno con Jesús y el Padre (3 Nefi 28: 10).
El detalle de que los tres discípulos nefitas fueran “arrebatados al cielo, vieran y oyeran cosas inefables”, cosas que “se les prohibió hablar”, vincula adicionalmente este pasaje con el templo y el proceso de llegar a ser como Dios.
Aunque solo podamos vislumbrar una pequeña parte del poder y la expansión de cada una de estas experiencias de transfiguración de Moisés, Jesús y los tres nefitas, podemos comenzar a absorber más de sus espíritus de promesa sagrada en nuestras almas a medida que los acogemos y entrelazamos.
No es de extrañar que el Salvador, Moisés, Elías el Profeta y el otro Elías, ¿Juan el Bautista?, decidieran aparecerse a José Smith y Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland cuando llegó el momento de restaurar las llaves importantes del sacerdocio (DyC 110).
Estas llaves permitirían que el profeta restaurara las ordenanzas del templo, reuniera la casa de Israel y pusiera nuevamente a disposición las bendiciones de Abraham, brindando así a los hijos de Dios la oportunidad de regresar a la presencia de su Padre y participar de la vida eterna, la exaltación y la plenitud de gozo (DyC 124: 37–44; 132: 7–24).
Este artículo fue escrito originalmente por Book of Mormon Central y fue publicado en ldsliving.com con el título “How Was the Transfiguration of Jesus and the 3 Nephites a Temple-Like Experience?”