¿Qué hacemos en tiempos de gran incertidumbre, cuando no sabemos qué camino tomar? ¿Cómo podemos recibir bendiciones de Dios?
En un momento, todo puede cambiar. La aparición del COVID-19 nos ha brindado un fuerte recordatorio de que la vida mortal está llena de momentos de incertidumbre y tribulación.
¿Cómo podemos encontrar consuelo y paz?
No puedo decir que tenga todas las respuestas, pero puedo compartir mi experiencia en este tiempo y lo que nuestro Padre Celestial me ha enseñado a mí y a mi familia.
Soy una estudiante extranjera que estudia en Australia y parte de mis estudios requirió que regresara a mi casa en Jamaica por unos meses. Llegué a Jamaica a principios de marzo y pocos días después de mi llegada se anunció el primer caso de COVID-19.
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Mi ansiedad comenzó a aumentar. Había dejado a mis dos hijos pequeños y a mi esposo a casi 17,000 kilómetros de distancia, en Australia, y me preguntaba si es que iban a estar a salvo. ¿Estaría yo a salvo?
Una mañana escuché un discurso del élder Jeffrey R. Holland titulado “No perdáis, pues, vuestra confianza”. El élder Holland habló de confiar en la primera respuesta que recibimos del Señor y de buscar más revelación sabiendo que el Señor nos ayudará.
Este discurso se convirtió en un ancla para mí a través de las decisiones que tendría en el futuro.
La primera decisión que enfrenté fue si debía quedarme en Jamaica o regresar a Australia. Una mañana mi mente estaba tan turbada y confundida que llamé a mi madre y comencé a llorar.
Le dije que no sabía qué debía hacer. Pero cuando me escuché decir esas palabras, me di cuenta de que era mentira. Sabía qué hacer. Necesitaba asegurarme de no “perder mi confianza”.
Sabía que el Señor me había abierto el camino para estar en Jamaica. Sabía que Él esperaba que me quedara, pero eso no tenía sentido para mí.
Llamé a mi esposo y hablamos de ello. Él dijo: “Si el Señor dice que te quedes, quédate”. Esto fue algo muy difícil para los dos, especialmente porque no entendimos el motivo de la instrucción.
Mi esposo había perdido su trabajo y todas sus oportunidades laborales habían fracasado. Me arrodillé en el suelo y oré como creo que Enós debió haber orado.
Oré con toda mi alma, rogando, suplicando y pidiéndole al Señor que creara una forma para que mi familia regresara a casa. Cuando terminé de orar, supe que el Padre Celestial me escuchó y mi corazón se sintió en paz.
El Espíritu Santo me brindó inspiración y me guió, y con la ayuda de familiares y amigos encontramos la manera de regresar a mi esposo e hijos a casa.
Estaba agradecida y confiaba en que todo saldría bien, pero aún tenía cierta preocupación escondida. Traté de alejar aquel pensamiento y opté por la esperanza.
Mientras mi esposo e hijos estaban ocupados preparándose para su viaje, yo estaba ocupada coordinando, orando y ayunando. Una mañana tomé mis Escrituras y se abrió en Doctrina y Convenios 58: 3–4. Reflexioné sobre lo que el Señor me estaba diciendo.
La noche antes de que mi familia saliera de Australia, hubo una conferencia de prensa del gobierno de Jamaica. Me senté y escuché la radio. Tenía mucho miedo de lo que dirían y, efectivamente, anunciaron que los aeropuertos y las fronteras se cerrarían al día siguiente.
Mi familia no pudo llegar a casa a tiempo. Mi alma se sintió dolida. Me dejé caer al suelo y le supliqué al Padre Celestial. Le dije que no entendía.
Habíamos renunciado a la casa que alquilábamos, vendido nuestro automóvil y habíamos hecho todo lo posible para poder estar juntos en Jamaica. ¿Qué pasaría ahora?
Me tomó un tiempo recomponerme. Le conté a mi esposo lo que había sucedido, y él estaba muy tranquilo e inmediatamente pensó en familiares con los que podrían quedarse hasta que se reabrieran las fronteras.
Más tarde esa noche, oré de nuevo. Le pregunté: “¿Por qué sucede esto si hice lo que dijiste, Señor?” Escuché claramente la respuesta: “Oraste para que se hiciera Mi voluntad, pero no lo dijiste en serio. Quieres que se haga tu voluntad. Confía en la mía”.
Inmediatamente supe que tenía razón y le pedí ayuda para tener una mayor fe.
Después de unos días, Jamaica reabrió sus puertas para las personas que recaían en ciertas categorías y mi familia entró en una de ellas. Apenas podía creerlo. Los llamé de inmediato y les mandé la ruta para que regresaran a casa.
El viaje les llevó más de 55 horas, pasando por 6 aeropuertos. Durante todo el camino mi corazón estuvo en oración perpetua.
A veces, el Espíritu me brindaba un himno de consuelo o recordaba frases como “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo” y “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios”. Me aferré a los sentimientos e impresiones a medida que llegaron.
La tarde que llegaron a Jamaica, vi a mis hijos correr por las puertas del aeropuerto gritando: “¡Mami, mami!” Y mi dulce esposo los seguía.
Mi corazón se llenó de gozo. Sentí el poder incomparable de un amoroso Padre Celestial. Fue como si se dividiera el Mar Rojo de nuestras vidas. Descubrí que mi familia estaba en el último vuelo al país antes de que el aeropuerto cerrara nuevamente.
Entonces, ¿qué hacemos en tiempos de gran incertidumbre, cuando no sabemos qué camino tomar? Buscamos la guía de nuestro Padre Celestial.
¿Qué hacemos cuando no podemos entender sus instrucciones? Seguimos confiando en Él.
Como dijo el élder Holland: “No perdáis, pues, vuestra confianza”. Recuerda que nuestro Padre Celestial cumple Sus promesas.
¿Cómo podemos atravesar circunstancias extremadamente difíciles? Nos consuela lo que se nos enseña en Doctrina y Convenios 58: 3–4: “Porque tras mucha tribulación vienen las bendiciones”.
Este artículo fue escrito originalmente por Patrice Whitehorne-Smith y fue publicado originalmente por churchofjesuschrist.org bajo el título “After Much Tribulation Come the Blessings”