Psicólogo Santo de los Últimos Días: La ecuación que convierte la tribulación en amor

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“¿Por qué tenemos que pasar por tantas tribulaciones para llegar hasta donde estamos ahora?”

Tengo el vivido recuerdo de haber estado sentado en el auto en el estacionamiento del Centro de Capacitación Misional de Provo. El día anterior a eso, nos notificaron que nuestro hijo regresaría a casa. Estuvimos allí para recogerlo.

Si alguien hubiera pasado por nuestro auto esa mañana, hubiera visto a un hombre y una mujer, claramente afligidos, con la cabeza inclinada en oración. No hubieran podido escuchar las suaves pero sinceras súplicas de mis labios, implorándole al Padre Celestial que permitiera que nuestro hijo se quedara y cumpliera su misión.

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Mi oración no fue respondida de la manera en que esperaba, ya que aproximadamente una hora después estuvimos los tres en el auto, de camino de regreso a nuestra casa en Washington.

Después de la tribulación

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Hace sólo unos días pudimos conocer a nuestra primera nieta, que ahora tiene sólo unas semanas. Ella es hermosa y perfecta. Ella es la hija del hijo que fue parte de ese largo viaje de regreso a casa. Él y su increíble esposa se conocieron gracias a eventos que estaban directamente relacionados con su experiencia en la misión.

Si hubieras pasado por mi auto en el estacionamiento del CCM esa mañana hace muchos años, me podrías haber dicho: “No se preocupe, hermano; todo va a estar bien”. Te hubiera mirado con dudas y escepticismo. Y en la actualidad me hubiera gustado encontrarte y abrazarte por haber tenido toda la razón.

Esta pequeña historia me llevó a la pregunta: “¿Por qué tuvimos que pasar por tantas dificultades para llegar hasta donde estamos ahora? Si la voluntad del Señor era que nuestro hijo conociera a su esposa, se casara y tuviera una hija, entonces ¿por qué tuvo que suceder después del dolor, la tristeza, la ansiedad y el estrés?”

Es una pregunta lógica y se podrían hacer otras preguntas similares, basadas en este tipo de lógica:

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  • Si los santos debían ser expulsados ​​de Nauvoo y eventualmente establecerse en Salt Lake City, ¿por qué el Señor no los transportó allí, salvándolos del dolor y la muerte?
  • Si Lehi tenía la intención de llevar las planchas de bronce con él en su viaje, ¿por qué no hizo que Labán simplemente caminara a su casa antes de que Lehi se fuera y le diera el registro sin ningún tipo de incidentes?
  • Si el Libro de Mormón se iba a introducir como una herramienta esencial para el recogimiento de Israel en los últimos días, ¿por qué Dios no sólo le dio una copia del libro en inglés a José Smith, en lugar de hacer que él tuviera que traducirlo?

En “Ven, Sígueme para uso individual y familiar”, nuestra familia estudió recientemente la epístola de Pablo a los romanos. Mientras él reflexionaba sobre sus propios pesares y dificultades, Pablo aconsejó lo siguiente: 

“Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Romanos 5: 3–5).

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Como psicólogo, trabajo a diario con personas en tribulación. He visto casi todos los tipos de desafíos que puedas imaginar: ansiedad, divorcio, abuso sexual, depresión, desempleo, tendencias suicidas, violencia doméstica, falta de vivienda y muchos otros. Sé que nuestro Padre Celestial está al tanto de las situaciones de mis clientes. Sé que los ama. 

Han habido momentos en los que he sentido Su amor por ellos en nuestras sesiones. ¿Por qué les pide que recorran caminos tan difíciles? ¿Por qué nos pide que hagamos lo mismo?

Creo que Pablo fue capaz de “gloriarse en las tribulaciones” no por los efectos inmediatos de las pruebas y dificultades, sino por los resultados a largo plazo para aquellos que sobrellevan fielmente los desafíos. Estudiaremos las palabras de Pable un poco más de cerca.

La tribulación trae paciencia

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Hace poco estuve comprando algo en Amazon y encontré el artículo que quería a un precio razonable. Sin embargo, me decepcionó bastante descubrir que ese artículo no podía ser recibido en dos días. Tendría que esperar cuatro días para recibir el paquete.

Unos días después fui a visitar a un hombre de 94 años a quien ministraba. Era joven durante la Gran Depresión y me contó muchas historias de momentos en que su familia no tenía dinero, pero que aún así esperaban pacientemente que el Señor proveyera. No me atreví a contarle mi reciente problema con el envío de cuatro días.

No creo que él hubiera reaccionado como lo hice. Este hombre conoce lo que es la tribulación. Él sabe lo que es sufrir. Como consecuencia, él es una de las personas más pacientes que conozco. Si bien los desafíos no siempre nos conducen a la paciencia, creo que pueden hacerlo si los vemos a través del lente de la sabiduría de Dios.

Las pruebas nos enseñan a confiar en nuestro Padre Celestial. Las dificultades a largo plazo nos ayudan a esperar en el Señor y a que Su brazo sea revelado.

La paciencia nos brinda experiencia

sentir el espiritu

El profeta José Smith fue encarcelado injustamente en la cárcel de Liberty durante muchos meses. Mientras sufrió allí, los santos también sufrieron. Su líder fue encarcelado y se afligieron sin su presencia y guía.

Cuando José clamó a Dios y le preguntó cuánto tiempo continuaría su sufrimiento, Dios le respondió diciendo:

“Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos.” (DyC 121: 7–8).

En otras palabras le dijo:

“Sé paciente, esta prueba pasará, y si la soportas con paciencia, el resultado será mejor de lo que puedas imaginar.”

El Señor le explicó a José cómo las cosas podrían empeorar, incluso más allá de sus mayores temores:

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“Y sobre todo, si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien. (DyC 122: 7, énfasis agregado)

José sólo vivió unos cinco años más después de ese período de encarcelamiento, pero apuesto a que tuvo más fuerza para sobrellevar sus futuras tribulaciones debido a su paciencia frente a sus desafíos anteriores. 

Al esperar pacientemente en el Señor, podemos ganar experiencia que nos ayudará a mejorar nuestra perspectiva y profundizar nuestra fe.

La experiencia nos trae esperanza

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Uno pensaría que como psicólogo debo ser muy hábil con mis propios problemas de salud mental, pero a veces me siento como un dentista con caries. A pesar de todos los consejos que le doy a otros, puede ser muy difícil seguir dichos consejos en mi propia vida.

Por ejemplo, lucho con la ansiedad. Parece que cada giro inesperado de la vida me causa ansiedad y empiezo a preocuparme por los próximos 10 minutos, 10 horas, 10 días y 10 años. Sin embargo, una cosa me ha ayudado a mitigar estas reacciones de ansiedad a lo largo de los años: la experiencia.

Cuando preocuparme por el futuro, el Espíritu Santo me susurra: “David, ¿por qué te preocupas? ¿Acaso no has estado antes en situaciones similares? ¿Acaso no ha salido todo bien al final? ¿Confiarás en mí para que te ayude a superar esto, como lo he hecho antes?”

Como siempre, tiene razón, y trato de calmar mis miedos. A medida que tengo más experiencias con el Señor cumpliendo Sus promesas, siento menos desesperación y más esperanza.

En este punto de mi vida, he tenido muchas experiencias en las que el Señor me ha ayudado a sobrellevar mis cargas, iluminó el camino y suavizó los corazones de mis enemigos.

Creo que el meditar en las misericordias de Dios, presentes y pasadas, nos ayudará a tener mayor paz y esperanza en la ayuda continua de Dios en el futuro.

La esperanza nos lleva al amor de Dios

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Puedo imaginarnos a todos en la preexistencia, escuchando las innumerables voces que clamaban durante la guerra en el cielo. Puedo escuchar a los detractores que dicen que Jehová fracasaría y que no debíamos confiar en Él. Puedo escuchar a las huestes celestiales con ferviente testimonio de que el Salvador haría lo que había prometido.

Nuestra elección de seguir a Jesucristo y, por lo tanto, preservar nuestro primer estado se fundó principalmente en el principio de la esperanza. Esperábamos que hiciera lo que dijo que haría.

Cuando Él pasó a la mortalidad, cantamos de alegría con coros angelicales para anunciar Su nacimiento. Cuando fue tentado por el diablo, observamos cuidadosamente, confiando en que no sucumbiría. Cuando Su cuerpo y espíritu sufría en el Getsemaní, lloramos por el dolor que sentía.

Y mientras colgaba de la despiadada cruz del Calvario, llevando el peso de todos los pecados y sufrimientos por Su cuenta, de inmediato nos sentimos horrorizados pero llenos de anticipación de que el día de nuestra liberación finalmente pudiera estar cerca.

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El domingo por la mañana siguiente representó la culminación de nuestra esperanza, porque Él había terminado Su misión. El Señor resucitado emergió de la tumba, venciendo la muerte y el pecado.

El lugar en nuestros corazones que antes había estado ocupado con la esperanza de un resultado positivo ahora estaba desbordado de amor por nuestro magnífico Redentor. Ese proceso también puede desarrollarse en nuestra vida.

A medida que sobrellevamos pacientemente nuestras pruebas y esperamos resultados positivos, no sólo podemos experimentar la “cercana bondad de Dios” (Mosíah 25:10) a diario, sino que veremos el día en que Dios “enjugará toda lágrima de los ojos” (Apocalipsis 21: 4).

La recompensa por haber mantenido nuestra esperanza será un amor sin fin por todo lo que nuestro Salvador ha hecho por nosotros.

Este artículo es una adaptación y fue escrito originalmente por Dr. David T. Morgan  y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Latter-day Saint Psychologist: The Scripture Equation That Turns Tribulation into Love

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