Si se nos garantizara el éxito, si el resultado se decidiera por adelantado, las lecciones que aprendemos por nuestro esfuerzo no serían tan gratificantes.
Todos conocemos la frase “cosechamos lo que sembramos”. Sin embargo, incluso cuando sembramos con diligencia y cuidado, no siempre tenemos los resultados que esperábamos.
¿Qué pasa con todo nuestro esfuerzo?
Hace algún tiempo, una persona plantó muchos árboles de frutas y vegetales. En ocasiones pasadas, su cosecha había sido abundante y buena; fue tan próspera que pudo compartirla con todos sus familiares, amigos y vecinos.
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Sin embargo, está cosecha fue todo lo contrario. Sus plantas tuvieron problemas para sobrevivir, el clima cambiante no ayudó mucho y los insectos y las aves fueron sus más grandes contrincantes.
Todo pareció estar en contra de ese pequeño jardín. A pesar de su arduo trabajo y de todos sus esfuerzos, aquella persona no cosechó mucho. Pensó en rendirse en muchas ocasiones ante tanta adversidad, pero no lo hizo.
¿Aquella persona había fracasado? No, aun cuando su cosecha no fue la que esperaba. Tuvo una cosecha diferente, una cosecha que cambiaría su forma de ver las cosas.
Su jardín se había convertido en un refugio espiritual, un lugar donde pudo encontrar paz y sanación. Allí, bajo la tierra y el sol, aquella persona pudo sentirse un poco más cerca de los cielos, pudo recibir mayores impresiones y revelación personal.
Entre el cuidado y atención que le dio a su jardín, la lucha constante contra las adversidades, aprendió que ella también estaba cultivando su alma.
Tal vez su cosecha no pudo medirse con los frutos y vegetales que plantó, mas sí con la satisfacción que hubo en su alma, la paz, sanación y felicidad que sintió mientras trabajaba en aquel jardín que parecía haber estado destinado al fracaso.
A veces la cosecha que cultivamos no es la que esperamos, aun cuando tratamos con todas nuestras fuerzas de obtener lo que plantamos. A veces nuestra cosecha es diferente, puede darse dentro de nosotros mismos, en nuestro carácter, en nuestra alma, en nuestro corazón.
Sin importar el jardín o proyecto que estemos trabajando, nuestro esfuerzo es más importante que el resultado, siempre valió y valdrá la pena.
“Si se garantizara el éxito, si el resultado se decidiera de alguna manera por adelantado, las lecciones aprendidas no serían tan gratificantes”. – “Music and the Spoken Word: ‘An unexpected harvest’”
Fuente: thechurchnews.com