“Aquellos que están del otro lado del velo están orando por nosotros y por nuestro éxito. Están abogando, a su manera, por sus descendientes, por su posteridad, la cual vive sobre la tierra.”
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Las respuestas a las oraciones por lo general le llegan a los mortales en silencio a través del Espíritu Santo y mediante la intervención de otros mortales. Sin embargo, hay momentos en que Dios elige hacer lo inusual, como dar visiones o sueños, enviar ángeles de los tribunales de la gloria, en resumen, atender nuestras necesidades de maneras verdaderamente espectaculares.
Nefi explicó que en ciertas ocasiones Dios “ha oído [su] clamor durante el día, y [le] ha dado conocimiento en visiones durante la noche. Y de día me he hecho osado en ferviente oración ante él; sí, he elevado mi voz a las alturas; y descendieron ángeles y me ministraron.” (2 Nefi 4:23-24).
Un sueño especial
Una experiencia muy intensa y personal que mi familia y yo tuvimos hace algunos años demuestra cuán delgado es a veces el velo. Uno de nuestros hijos había elegido alejarse no sólo de la actividad de la Iglesia sino también de nuestra familia.
Se involucró demasiado con las drogas adictivas y se hundió en un mundo infernal que ofrecía pocas esperanzas de que regresara a tener una vida normal. Shauna y yo orábamos, luchábamos y anhelábamos su recuperación y su regreso, pero no supimos nada de él, y nos preguntábamos si nuestro hijo estaba muerto, encarcelado o perdido.
No se supo nada de él en muchos meses, y la carga del dolor y la horrible anticipación de una notificación de encarcelamiento o sobredosis de drogas se hizo más pesada cada día. Una noche, cuando Shauna y yo nos arrodillamos en oración, quebrantados emocional y físicamente por la preocupación, lloramos en nuestras oraciones y suplicamos larga y duramente, una vez más, al Buen Pastor que guíe a sus ovejas errantes a casa. Nos fuimos a dormir con mucha pena.
En algún momento durante esa noche me encontré soñando. Mi padre, que había fallecido varios años antes, vino a mí en un sueño, me abrazó y luego me miró a los ojos. Él dijo con fuerza: “Hijo, quiero que estés tranquilo. Voy a ayudarte con tus hijos. Se paciente.”
Me desperté e inmediatamente me senté en la cama. Mi movimiento repentino despertó a Shauna. “¿Qué pasa? ¿Qué pasó?” ella preguntó.
Le expliqué que había visto a mi papá en un sueño y que él me había dicho que me ayudaría con nuestro hijo. Shauna y yo lloramos cuando profundos sentimientos de gratitud y tranquilidad fluyeron en nuestras almas.
La respuesta
Días después, el teléfono sonó en el medio de la noche. Nuestro hijo dijo: “No puedo vivir más de esta manera. ¿Puedo volver a casa?”
Estábamos tan emocionados por saber de él, tan agradecidos de saber que todavía estaba vivo, que no sentimos la necesidad de establecer los términos ni especificar bajo qué condiciones podría regresar. Simplemente lo recibimos en casa con mucho amor y cariño.
Una tarde, unas semanas más tarde, él y yo estábamos sentados en el sofá de la sala de estar. Se volvió hacia mí y dijo vacilante: “Papá, necesito compartir algo contigo.”
Asentí y lo alenté a que continuara.
El prosiguió: “Sé que esto suena extraño, pero una noche, hace tiempo, estaba a punto de hacer algo que definitivamente me habría costado la vida cuando escuché la voz del abuelo Millet decir: ‘¡No hagas eso! Te han enseñado mejor eso. Ahora levántate y vete a casa.’ Papá, ¿eso es demasiado extraño para ser verdad?”
Con cierta emoción respondí que no lo era y agregué: “Ahora yo tengo una historia que contarte.” Y le conté sobre mi sueño.
Sentimos que el Espíritu del Señor descansaba sobre nosotros y sentimos que toda la experiencia era verdadera y proveniente de Dios. Nos abrazamos
Ministrar
Mi padre era un hombre maravilloso que amaba a sus hijos y nietos. Hizo todo lo que pudo para ayudarnos mientras estaba vivo. Sin embargo y sin lugar a dudas, su mayor influencia en mi familia, que por supuesto también es su familia, ha llegado desde que cruzó por el velo de la muerte y se le ha permitido ministrar de vez en cuando a sus seres queridos.
El Presidente Joseph F. Smith, en un discurso de la Conferencia General en abril de 1916, hizo las siguientes observaciones impresionantes e instructivas:
“En ocasiones el Señor ensancha nuestra visión desde este punto de vista y desde este lado del velo, al grado que sentimos y parecemos comprender que podemos mirar allende el tenue velo que nos separa de esa otra esfera.
Si podemos ver, por la influencia iluminadora del Espíritu de Dios y por medio de las palabras pronunciadas por los Santos Profetas de Dios, más allá del velo que nos separa del mundo de los espíritus, seguramente aquellos que han cruzado al más allá, pueden ver más claramente a través del velo hacia nosotros de lo que nos es posible ver desde nuestra esfera de acción.
Creo que nos movemos y estamos en presencia de mensajeros celestiales y de seres celestiales. No estamos separados de ellos.”
“Comenzamos a entender, cada vez más plenamente, a medida que nos familiarizamos con los principios del Evangelio, tal como han sido revelados nuevamente en esta dispensación, que estamos estrechamente relacionados con nuestros parientes, con nuestros antepasados, con nuestros amigos y conocidos y compañeros de trabajo que nos han precedido en el mundo de los espíritus. No podemos olvidarlos; no dejamos de amarlos; siempre los tenemos en nuestros corazones, en la memoria…
Cuánto más real y razonable y consistente creer que aquellos que han sido fieles, que han pasado al más allá y todavía están comprometidos en la obra de salvación de las almas de los hombres… que nos pueden ver mejor de lo que podemos verlos; que nos conocen mejor de lo que los conocemos.
Ellos han avanzado; estamos avanzando; estamos creciendo a medida que ellos han crecido; estamos alcanzando la meta que ellos han alcanzado; y, por lo tanto, afirmo que vivimos en su presencia, nos ven, son solícitos con nuestro bienestar, nos aman más que nunca.
Porque ahora ven los peligros que nos acechan; ellos pueden comprender, mejor que nunca, las debilidades que pueden llevarnos a caminos oscuros y prohibidos. Ven las tentaciones y los males que nos acosan en la vida y la propensión de los seres mortales a ceder a la tentación y al mal; es por eso que su cuidado por nosotros, su amor por nosotros y su deseo por nuestro bienestar, debe ser mayor que el que sentimos por nosotros mismos.”
El Presidente George Albert Smith también enfatizó que “aquellos que están del otro lado [del velo] están… ansiosos por nosotros. Están orando por nosotros y por nuestro éxito. Están abogando, a su manera, por sus descendientes, por su posteridad, la cual vive sobre la tierra.”
Este artículo fue escrito originalmente por Robert L. Millet y es un extracto del libro “Talking with God: Divine Conversations that Transform Daily Life” y fue publicado por ldsliving.com bajo el título de “When My Deceased Father Helped Save My Wayward Son + How Angels Offer Help from Beyond the Veil”